Había una vez un político que enloqueció cuando ocupó el la silla presidencial en México, puesto que había anhelado por muchos años, pero que no podía ocupar porque el sistema no se lo permitía.
Por fin, en el 2018, más de la mitad del país gritó metafóricamente: ¡ha muerto el rey! ¡Viva el rey, El candidato a la presidencial del partido Morena llevaba 23 años esperando el momento; durante la espera construyó una imagen contestataria, siempre crítico al poder tradicional, “corrupto y conservador” como gusta calificarlo, lo cual repitió una y otra vez. Su imagen de político progresista, de político que siempre tenía en la mano la solución a los grandes problemas que la sociedad venía sufriendo desde hacía más de
un siglo, pero que los políticos de partidos tradicionales no solucionaban, que más bien veían con indiferencia, le granjeó simpatías y por fin los ciudadanos en edad de votar lo llevaron a dirigir los destinos del país.
Durante 23 años imaginó que podía construir una nueva sociedad, que podría hacerlo fácil y rápido con todas ls ideas que cargaba después de criticar al sistema conservador. Poco antes de acceder al trono, construyó un discurso que pegó entre los mexicanos que consistió en decir que para construir un nuevo país, era imprescindible acabar con la corrupción porque, dijo, con el dinero que recuperemos vamos a sacar de la pobreza a la gente y vamos a tener un sistema de salud de primer mundo, como el de Dinamarca, aseguró tajante. Desde entonces, esas sentencias las ha repetido una y otra vez durante los casi cinco años que lleva en el trono, pero que en la realidad pocos resultados han tenido.
Y es que, con todo el poder y todo el dinero público en sus manos, además de un equipo preparado, con doctorados y maestrías incluidos, ha fracasado estrepitosamente en cada uno de sus proyectos porque una cosa es la denuncia desde la oposición y otra la construcción de una nueva sociedad, para lo cual se necesita una visión clara y científica que guíe el nuevo proyecto y no permita que se desvíe de su objetivo.
Nadie que quiera el progreso de la sociedad se alegraría del fracaso de aquel que declarativamente dijo querer lo mismo para el país. Pero lo que sí causa enojo es ver que constantemente instrumenta ocurrencias que la realidad rechaza, con la consecuente pérdida de tiempo y dinero, desgraciadamente en detrimento de la sociedad que sigue padeciendo las mismas enfermedades sociales que el antiguo rey no resolvió, pero que tampoco lo está haciendo el que ahora está en funciones y, lo que es peor, ha agravado varios de esos problemas.
Uno de las promesas que causó más expectación entre los ciudadanos, fue aquella de que su gobierno construiría un sistema de salud igual, o mejor que el de Dinamarca, país escandinavo, situado al norte de Europa, el cual tiene las mejores prestaciones en
salud y, por tanto la mejor calidad de vida.
Dinamarca es el país de Europa con la más alta tasa de empleo de Europa y con un sistema educativo con nueve años de educación obligatoria y gratuita (escuela primaria y secundaria inferior) y los estudios universitarios gratuitos y remunerados. Condiciones que le han permitido acceder a un sistema de salud de excelencia, financiado principalmente por los impuestos de los ciudadanos y presupuestos estatales. Los servicios de salud son gratuitos, con excepción de los medicamentos que debe pagar en su totalidad el ciudadano y, pasada cierta cantidad, el Estado les colabora. Las personas que se encuentren temporalmente en el país también gozan de esos beneficios siempre y cuando estén registradas.
Evidentemente, México no cumple con esos requisitos y mientras eso no suceda nunca tendrá un sistema de salud igual que el de Dinamarca. En primer lugar, en México no toda la población económicamente activa tiene un empleo seguro: los datos actuales hablan de que el 55 por ciento de la población trabaja en la informalidad y, por tanto, no tiene prestaciones; el gobierno federal del actual rey disminuyó 10 por ciento el presupuesto de la secretaría de Salud, que es la institución en donde se atienden las personas más vulnerables. Además, los subsidios para la salud serán 14 por ciento inferiores al promedio que se invertía en 2018, lo que indica que son muy limitados los recursos para la atención de la gente que no tiene seguridad social, que por lo menos es el 55 por ciento de los mexicanos que sobreviven del comercio informal.
Es más, el pasado 17 de julio, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) informó que “entre enero y mayo de este año el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ejerció un gasto de 240,027 millones en la función de salud, lo que representó una caída del 10.8 por ciento en comparación anual“ (Saldivar, Belen, Gasto en salud tuvo caída histórica a mayo; se contrajo 10.8%, eleconomista.com.mx, 17 de julio de 2023).
Por eso, ahora como en los tiempos más duros del Covid-19, el personal médico de hospitales públicos se levanta en protestas por la falta de insumos para dar buena atención a los pacientes y por la ausencia de derechos laborales. ¿Así el país va a tener un
sistema de salud como en Dinamarca? Queda claro que son puras ocurrencias del señor, quien con ese discurso, y sus pensiones del Bienestar, sigue cosechando las simpatías de la gente.
Tampoco es cierto que haya acabado con la corrupción, no solo en su gobierno, sino la que protagonizan sus propios hijos, hermanos y primos, que lo han dejado muy mal parado Además de proteger las acciones corruptas de sus hijos, igual que todos los gobernantes que se sienten únicos e irrepetibles, se hacen de la vista gorda ante las corrupciones de su círculo político cercano: todos sabemos que tanto secretarios como directores de paraestatales han sustraído grandes fortunas del erario.En cuanto a la pobreza, todos sentimos que nuestro nivel adquisitivo se ha deteriorado. Claro que algunos sufren más que otros por la carencia de dinero y no es para menos porque millones de mexicanos perdieron sus empleos durante la pandemia y hasta ahora no han podido recuperarlos; por ello, 55 por ciento de los mexicanos ahora se dedican al comercio informal, en donde no tienen ningún tipo de prestaciones.
Los informes oficiales ofrecen datos alarmantes en cuanto al crecimiento de la pobreza en México: de 2018 a 2022, el número de pobres aumentó en 3.8 millones; o sea, en 2022 había 55.7 millones de pobres (44%) de un total de 129 millones de mexicanos.
Además creció la población en pobreza extrema al pasar de 8.7 millones a 10.8 millones de personas en esta condición. ¿En dónde quedaron todas las promesas de 2018? En la cabeza del que sigue diciendo que no es igual a los políticos anteriores. En efecto, no es igual, muchos dicen que es peor. ¿Hasta cuándo seguiremos viviendo esa situación? Creo que hasta que los que reciben pensiones del Bienestar caigan en la cuenta de que ese raquítico dinero que les dan no son la solución a los grandes problemas del país y se convenzan de que la solución está en la organización de todos los mexicanos para acabar con los charlatanes y su demagogia.
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