El 20 de marzo, leí un artículo publicado por El Universal, que firma Sergio García Ramírez, que se titula “Señoras y señores: ¡el Estado soy yo!” En ella, el autor hace una analogía, en términos generales bien aplicada, entre Luis XIV y el presidente de México, que se interpreta como la elevación del poder del monarca a los derechos y obligaciones inherentes al Estado en su conjunto. En alusión al modelo de autoritarismo absoluto.
En el mencionado documento, el autor, alude a la pretensión semejante de López Obrador que aspiraba a la presidencia de la República. De igual manera, menciona que algunos supusieron que el hoy presidente podría traer el mismo viento autoritario que sopló en Francia bajo aquél monarca. Pero a pesar de ello, la situación que prevalecía en nuestro país, enfiló a millones de electores en favor del cambio prometido.
Acto seguido, señala la confirmación de esas sospechas, que consuman de manera acelerada la instauración del autoritarismo, mediante la violación sistemática de los derechos que nos ha dado nuestra Carta Magna y cuando esto es obvio y genera resistencias, la franca y abierta reforma de los artículos o leyes que estorban a los objetivos del Eejecutivo federal. Se refiere a la imposición absoluta sobre el Poder Legislativo, que aprueba todas las iniciativas presidenciales, sin poner ni quitar una sola coma; al judicial, que ante los fallos en los tribunales que incomodan al Ejecutivo, reciben descalificaciones y si no se acatan, se recurre a las reformas constitucionales que garanticen que se cumplirá la voluntad del presidente; a los órganos autónomos, que han sido acorralados y sometidos, como el instituto electoral federal; y finalmente, los profesionales de la información y de otras disciplinas que muestran discrepancias en los medios de comunicación, se les tilda de adversarios, traidores a la patria.
Ante tales muestras de autoritarismo, el columnista, lanza un cuestionamiento: ¿qué escapa a esta relación de agraviados para demostrar que contamos con un ciudadano que encarna al Estado y está dispuesto a ejercer esa encarnación omnipotente?
En general, a pesar de que el autor hace un ejercicio crítico sobre una situación de nuestra vida política que es necesario abordar, su análisis padece de limitaciones importantes, que no se pueden soslayar. Yo replantearía la pregunta; ¿qué escapa a esta relación de agraviados por parte del poder autoritario del presidente?
Y lo considero necesario, porque a pesar de que ya es casi generalizada la denuncia acerca de las medidas del fallido y autoritario régimen de la 4T, las críticas no logran pasar más allá del límite de la superficialidad y del mero señalamiento de los errores y equívocos, sin llegar al terreno de las posibles rutas de solución. Esto es así porque se les olvida que ningún fenómeno nace así, de la nada, que, a esta etapa de autoritarismo descarado de la clase gobernante, antecedió una etapa que guardaba las formas, que con argucias y chapucerías aparentaba la separación de poderes, la autonomía de las instituciones y la libertad de expresión. Pero ante las pugnas de los grupos de poder, surgió un sector que, aprovechando la corrupción real, el autoritarismo soterrado y la falsa independencia de las instituciones autónomas, se encaramó al poder, sobre la base de señalar y exhibir estos excesos y descomposiciones de los institutos políticos. Para con el pretexto de estos, imponer sus medidas de control y sujeción en beneficio de sus miembros.
Los críticos, atrapados en los efectos de esa descomposición política, no analizan el devenir del fenómeno en su conjunto y, por tanto, no deducen que los fenómenos en cuestión, empezaron cuando los grandes sectores sociales, dejaron de participar en la vida política de nuestro país, dejando a los gobernantes sin vigilancia y sin exigirles la atención de sus demandas legítimas y elementales. Y que, por tanto, ahora que ante la falta de conciencia de estas capas populares que no saben a qué se debió el error de origen, no alcanzan a ver como atacar los excesos de los oportunistas en el poder. Por lo tanto, no basta con señalar el autoritarismo, hay que explicarlo y, sobre todo, indicar el camino a seguir para todos los agraviados.
Por lo tanto, la respuesta al cuestionamiento del autor del artículo a que me refiero, es de crucial importancia. Porque lo que escapa a la relación de agraviados, es ni más ni menos que la explicación de la necesidad de la unión de todos ellos y de los demás sectores que son víctimas de los errores gubernamentales del actual gobierno. Porque solo sobre la base de la organización de estos, se podrá generar una fuerza que en primer lugar, acote el poder absoluto de la 4T, mediante el voto en el próximo proceso electoral, para evitar que se siga violando y reformando la constitución, y sobre todo, que se autoricen las propuestas del Ejecutivo sin que se garantice que se respetará el estado de derecho y sobre todo que se privilegiará la atención y la solución de las necesidades más apremiantes de nuestra sociedad en su conjunto.
Y finalmente, empezar a generar una vida política en la que no se deje sin vigilancia ni exigencia a las autoridades en turno. A la luz de la crisis generalizada pues, la tarea de los analistas políticos y críticos, es concientizar a las masas populares acerca de su tarea histórica en la necesaria transformación que se requiere para corregir el actual estado de cosas. Y esta solo será posible con la lucha organizada de los agraviados por el actual régimen.
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