Al revisar los resultados de las elecciones intermedias del pasado 6 de junio encontramos, por medio la prensa, diversas interpretaciones en relación con el mapa electoral que dejaron los contendientes. Una de las que más llaman la atención es la del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en sus mañaneras no ha dejado de referirse a las elecciones de la Ciudad de México para afirmar que hubo guerra sucia por parte de sus adversarios. Afirmó: “en la CDMX avanzó el conservadurismo porque la clase media, de las alcaldías en las que perdió Morena, compró las mentiras de nuestros adversarios”. Se creyeron lo del “falso mesías”.
El presidente de México cargó en una conferencia mañanera contra los votantes de clase media-media y clase media- alta, algunos con licenciatura, que no emitieron su sufragio por Morena en las pasadas elecciones. Los calificó de “aspiracionistas”. “Un integrante de clase media-media, clase media-alta, incluso con licenciatura, maestría o doctorado, está muy difícil de convencer”, expresó en la mañanera al referirse a la derrota de su partido en la Ciudad de México. A estas alturas muchos mexicanos sabemos que Morena, a pesar de toda la intervención del gobierno federal y del gobierno de la ciudad, perdió la mitad de las alcaldías que controlaba y no es casual el enojo de AMLO.
Por lo que ante los embates del primer mandatario, expertos en pobreza señalaron, que la supuesta división del mapa político del país y especialmente de la capital, entre alcaldías a favor y en contra del actual Gobierno federal, es una interpretación demasiado simplificada, e, incluso, con tintes “clasistas” y pasa por alto que en todas las demarcaciones de la República Mexicana hay votantes de ambos lados del espectro electoral. En la gran mayoría de los municipios del país hubo márgenes de votación muy cerrados, incluso de empate técnico, con la excepción de algunos en donde los votantes se inclinaron de forma muy clara por uno u otro partido.
La realidad es que el presidente y su partido, si es cierto que perdieron una buena parte del electorado con el que arribaron al poder en 2018; es indudable que Morena fue el vencedor en esta contienda, pues conserva su mayoría en la Cámara de Diputados y, con esto, el poder de decidir libremente la aplicación del Presupuesto de Egresos de la Federación. Aumentó el número de entidades federativas, congresos locales y presidencias municipales que serán gobernadas por morenistas, muchos de ellos políticos improvisados y cuyo desempeño se prevé será sumamente pésimo.
En este contexto, aplaudo las advertencias de los académicos universitarios, cuyas preocupaciones no son las primeras pues, mucho antes de las recientes elecciones varios analistas trataron de hacer entender los peligros reales y graves que nos amenazaban sí los resultados favorecieran a López Obrador y su partido. Sin embargo, a pesar de todo esto no se debe perder de vista que las masas aún siguen fascinadas por la esperanza de que la Cuarta Transformación les va a hacer llegar la felicidad por milagro, prueba de ello es la alta votación que obtuvo Morena y sus aliados y la popularidad del presidente.
Ante el panorama electoral se impone la necesidad de conquistar el apoyo mayoritario de las masas. Hoy más que antes, los medios y los intelectuales, a los que tanto ataca López Obrador, deben denunciar los problemas graves y trascendentes para la convivencia social civilizada de nuestro país y dejar atrás los conceptos abstractos como democracia, derechos, libertad de expresión, división de poderes, sufragio universal y otras igualmente importantes, pero desgraciadamente no están todavía al alcance de la insuficiente educación formal y política de las mayorías, y no pueden ser la palanca idónea para sacudirlas y convencerlas de lanzarse a luchar por ellas.
Los resultados electorales son un precedente para las futuras elecciones. En este sentido, si queremos una victoria en las elecciones que vienen, tenemos que aprender la lección del reciente proceso electoral. Todos los mexicanos que queremos un país mejor, debemos sumarnos a la tarea de llevar el mensaje al pueblo y penetrar en su conciencia, hacer que desciendan a su mundo, asimismo, los medios, columnistas e intelectuales deben hablar de sus problemas y soluciones de manera clara y convincente. Solo de esta manera nuestras denuncias se harán incontenibles, demoledoras y realmente transformadoras de la conciencia de los sin voz, de los desvalidos de siempre. Actuemos, el futuro de México está en juego.
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