Si en hojas de papel se anotaran las necesidades de las familias mexicanas, estas serían innumerables. Si, además, se hiciera un análisis de dónde se desprenden y cómo se solucionarían, los "intelectuales modernos" dirían que provienen de la corrupción y que acabando con ésta los millones de familia en pobreza serían felices. Algunos simpatizarían con esta explicación, a otros les daría igual y muchos -de eso puedo estar seguro- no se sentirían conformes con este discurso carente de fundamento, impulsado en estos últimos tres años por el Gobierno federal y los diferentes medios de comunicación, por la sencilla razón de que está muy alejado de la realidad social y no produce ningún efecto de bienestar entre las mismas, todo lo contrario.
Al realizar este ejercicio y analizarlo con esas familias, se desprendería que muchas coincidirían en que esas necesidades han sido las mismas a lo largo de los años, pero que se desprenden de una sola causa: la desigualdad social, materializada en la pobreza, y que ésta misma ha sido maquillada de diferentes maneras, justificando así la gran concentración de riqueza en unos y la gran explotación en muchos, avalada y permitida por el mismo sistema económico neoliberal, obligando a los estados a defenderla a capa y espada. Ha sido la misma lucha de los pueblos la que ha permitido obtener ciertas libertades, como la jornada de ocho horas de trabajo, la libertad de expresión, etc., llegando así a lo que ahora se conoce y presume como un país "democrático".
Si al entender que no importa el color ni los discursos más ocurrentes de aquellos que ocupen el poder político, porque ellos mismos se rigen bajo una misma línea y que, por lo tanto, el pueblo es su instrumento y no el fin; en otras palabras, que solo se le ocupa para poder cumplir sus objetivos y no el de ayudarlo a salir adelante, para eso ocupan diferentes frases para encantarlo, como la de "primero los pobres". Si al ver este panorama, se planteara la necesidad de cambiar la situación de sus iguales para bien, si no se conformara con criticar al gobierno a sabiendas que su enojo aislado y sin actuar no lograría más que desahogarse porque los problemas seguirían sin resolverse, sí al sentir el dolor ajeno, las injusticias, masacres y abandono de su gente, diera un grito sonoro de ¡basta!
Al preguntarse si hubo alguien que se haya atrevido a manifestarse sobre la opresión ejercida hacia su pueblo, descubriría así grandes nombres mexicanos: José M. Morelos, los Flores Magón, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Felipe Ángeles, pero también a nivel mundial descubriría las hazañas de Ernesto Guevara, Simón Bolívar, Salvador Allende, Carlos Marx, Friedrich Engels y Lenin, se daría cuenta que todos ellos a pesar de las dificultades de su época decidieron dar su vida por la noble causa de liberar a los explotados. Si al identificarse con ellos, no diera el paso decisivo por temor a ser el único o por miedo a que el resto de la sociedad, engañada por los cantos de sirena burgueses, lo señalara por ser diferente, entonces lo descubierto hasta aquí serviría de muy poco.
Sin embargo, si la intriga fuera mucho mayor que sus miedos, descubriría que en los últimos 50 años en México ha habido múltiples organizaciones que se han formado, que ellas muchas han desaparecido, otras, han perdido su rumbo, pero, encontrará una que ni se ha perdido ni ha desaparecido, sino todo lo contrario, descubriría al Movimiento Antorchista Nacional y el nombre de Aquiles Córdova Morán inscrito en ella. Si se pusiera a investigar más allá de lo que dicen los medios tradicionales, los usurpadores capitalistas, más allá de las falacias del Séneca López Obrador, se diera cuenta de que hay miles y miles de personas, bien organizadas y bien lideradas, pero que, además, no es cualquier organización, sino la más grande del país, la única que ha defendido, defiende y defenderá a los explotados. Si lo hiciera, lucharía con ellos.
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