Llevamos tres años escuchando en cada mañanera, evento público, inauguraciones de obra (muy pocas, por cierto), entrevistas y en cada videíto donde sale nuestro presidente, desayunando o comiendo en un lugar de los que frecuenta, que los mexicanos nunca habíamos tenido a un gobierno tan comprometido con el pueblo pobre de México, pero, ¿en verdad nuestro país se está convirtiendo en un paraíso soñado?
La realidad nos está gritando que las cosas no son como engañosamente quieren hacernos creer, los millones de mexicanos, hayamos votado o no, por el presidente en turno tenemos el derecho y la obligación de alzar la voz, de analizar si en nuestro estado, municipio, colonia o calle, durante estos tres años de gobierno morenista ha logrado llevar algún beneficio de su tan cacareada transformación. Le cuento que, hace días tuve la oportunidad de platicar con don Concepción, una de tantas personas que creyó que en la colonia donde vive (y que curiosamente lleva el nombre de Andrés Manuel López Obrador), aquí en San Lucas, municipio de Los Cabos, Baja California Sur, iba a recibir inversión para atender la falta de servicios básicos, ¿y qué cree, amable lector? La gente sigue viviendo en casas de cartón y madera reciclada, sin drenaje, comprando agua en pipas, cruzando cables por calles y entre viviendas para tener un foco con que alumbrarse por las noches, una de tantas colonias que están igual o peor.
Por cuarto año consecutivo miles de colonias no recibirán inversión pública porque el PEF 2022 que el presidente mandó a la Cámara de Diputados para que se analizara y, después se aprobará, terminó siendo autorizado por la mayoría de los diputados morenistas que no le modificaron en lo más mínimo, “ni una coma” siquiera. Se van a destinar 110 mil millones de pesos a las obras del Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles en Santa Lucía, la Refinería de Dos Bocas y el corredor Interoceánico, aunque muchos expertos opinan que no detonarán crecimiento económico, vea el absurdo: se quiere empezar pintando la casa cuando lo que necesitamos es invertir en cimientos fuertes y consolidados.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) publicó en un estudio el cinco de agosto que la cantidad de pobres aumentó, de 51.9 millones de pobres a 55.7 millones, sí, del 2018-2020, tiempos ya de la mal llamada Cuarta Transformación, hubo 3.8 millones de pobres más, la pobreza extrema aumentó en dos millones de personas más, llegando a 10.8 millones de personas que se duermen con hambre. El Coneval registra que en el año 2018 había 20 millones de personas que no podía acceder a un servicio de salud, hoy son más de 35 millones de personas. El actual gobierno borró de un plumazo el Seguro Popular que tenía a 42 millones derechohabientes, el Insabi solo mal atiende a 26 millones, es decir 16 millones de mexicanos se quedaron sin el acceso a la salud y ahora tienen que gastar más en medicamentos y consultas, reduciendo los ingresos para atender otras necesidades.
El propósito de gritar fuerte y claro no es por recuperar algún “privilegio”, como cobardemente se nos ha acusado por los que se sienten dueños de México (y cómo no, alguno que otro despistado que no quiere darse cuenta que las decisiones las está tomando un solo hombre que no acepta críticas, un aprendiz de dictador); queremos que el pueblo de México reflexione si este es el cambio que nos prometieron; qué si ya los gobernantes en turno nos están dando clases de honestidad, durante estos tres años ya han introducido drenaje, agua potable, luz, pavimento en su colonia o pueblo; si la gente que no tenía un pedazo de tierra para construir una vivienda ahora ya la tiene, etcétera. Los municipios y estados recibirán menos recursos para resolver estos problemas, sin embargo, muy pocos presidentes municipales y gobernadores se atreven a levantar la voz, es más fácil decir no hay recurso y ténganme paciencia que les aseguró cumpliré mis promesas de campaña. No nos engañemos, es necesario hacer conciencia y seguir organizando y educando al pueblo porque vamos directo a un barranco, y el responsable principal es “ya saben quién”.
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