En este artículo presento algunas ideas relativas a “La sagrada familia” de Marx y Engels. Las ideas en cuestión giran en torno a dos conceptos filosóficos: la autoridad y el conocimiento. Sin embargo, debo decir que no pretendo agotar –ni mucho menos– las cuestiones relativas a estos dos problemas. Lo que sí busco es subrayar y sintetizar algunas ideas que considero indispensables para comprender la posición marxista en torno a estos temas.
El artículo está dividido en cuatro partes: la primera es una breve contextualización del libro en la biografía intelectual de Marx y Engels; la segunda es una síntesis muy somera de la estructura del libro, así como de sus principales ideas; la tercera constituye propiamente la presentación de las tesis que quiero subrayar; y la cuarta parte es la conclusión.
I. Contexto biográfico
“La sagrada familia” es un libro de Marx y Engels publicado en 1845[1], cuando ambos autores contaban apenas con 26 y 24 años. Este libro es, además, el primer trabajo que ambos realizaron en conjunto. El texto fue escrito hacia finales de 1844 y en enero siguiente ya estaba en proceso de publicación. Originalmente, el libro se iba a llamar “Crítica de la crítica crítica”, que de hecho es el subtítulo de la obra. Sin embargo, por motivos publicitarios, el editor sugirió un título más llamativo, quedando tal y como lo conocemos.
“La sagrada familia” es un texto filosófico centrado en la crítica de un grupo de pensadores de la época conocidos como “jóvenes hegelianos”, “hegelianos de izquierda” o “los libres de Berlín.” Este grupo, encabezado por Bruno Bauer, se había agrupado en torno a una revista de crítica literaria de nombre “Literaturzeitung” o “Gaceta Literaria”. “La sagrada familia” es, casi en su totalidad, una crítica a los ocho primeros números de esta revista.
Con anterioridad, Marx y Engels habían guardado ciertas afinidades con los jóvenes hegelianos. Sin embargo, ahora buscaban distanciarse de ellos para superar sus concepciones filosóficas previas[2].
El punto de acuerdo que los hegelianos de izquierda habían compartido con Marx y Engels era el interés por recuperar la dialéctica hegeliana para desarrollar una crítica sobre la realidad, pero una crítica que fuera verdaderamente crítica, y no una apología del orden establecido, como hacían los “viejos hegelianos.” Sin embargo, Marx y Engels pronto llegaron a la conclusión de que esta “crítica crítica”, que los jóvenes hegelianos proclamaban, presentaba importantes fallas que era necesario señalar y superar. Éste es, en gran medida, el objetivo del libro.
II. Estructura y contenido
“La sagrada familia” está compuesta por un prólogo y nueve capítulos. De estos nueve capítulos, los tres primeros son sumamente breves y crípticos. En estas primeras páginas, destinadas a Reichardt, Faucher y Jungnits, apenas se indican cuales serán algunos de los temas centrales de la obra, aunque no se desarrollan. Los capítulos cuatro, cinco y seis son textos largos que abarcan más de la mitad del libro. Aquí, se presentan con detalle y prolijidad las críticas a Edgar, Szeliga y Bruno Bauer. También es en estos capítulos donde se clarifican los principales argumentos contra los jóvenes hegelianos. Los capítulos siete y ocho son de un carácter más integral. Aquí se presenta un cuadro completo de la filosofía de “los libres de Berlín”, incluyendo sus consecuencias prácticas. En estos dos capítulos, finalmente, queda claro cuál es el sentido global de la crítica de Marx y Engels. Por último, el capítulo nueve culmina con la declaración de muerte de la “crítica crítica”.
El contenido de “La sagrada familia” es de difícil acceso: primero, por su jerga hegeliana, así como por su estilo polémico y satírico, y, segundo, porque aborda textos que hoy en día son bastante desconocidos. Otro aspecto que hace complicada la lectura de este libro es la abundancia de temas tratados, sobre todo en los capítulos cuatro, cinco y seis. Aquí, aunque con distintos grados de profundidad, se abordan temas como la propiedad privada y la obra de Proudhon, el amor, el derecho y el Estado, la obra literaria de Eugene Sue, el problema de la abstracción, el materialismo y el socialismo franceses, entre otros más. Algunos de estos problemas son abordados solo de manera incidental, otros son desarrollados con mayor detalle y analizados en forma minuciosa. En ocasiones, el libro puede llegar a parecer solo un compendio de críticas poco organizadas y sin un objetivo claro. Sin embargo, considero que “La sagrada familia” cuenta con una línea argumental lo suficientemente nítida como para presentar, de manera sintética, sus principales ideas.
A mi modo de ver, “La sagrada familia” cuenta con tres tesis críticas que sintetizan el argumento central del libro.
La primera tesis[3] es que la filosofía de los jóvenes hegelianos consiste en una serie de esquemas teóricos apriorísticos que son considerados válidos y suficientes para explicar cualquier fenómeno del mundo[4]. En consecuencia, cuando estos filósofos intentan analizar algún fenómeno no hacen más que recurrir a dichos esquemas, con la actitud confiada y dogmática de quien ya posee todas las respuestas en su cabeza[5], y se limitan a formular ideas poco sustentadas en la realidad, pero que pretenden ser la verdad revelada.
La segunda tesis[6] es que la filosofía de “los libres de Berlín” se concibe a sí misma como la detentadora incuestionable y privativa de la verdad sobre la realidad en general y sobre la sociedad en particular. Su filosofía es la conciencia y el conocimiento de la realidad. En consecuencia, la sociedad, “la masa”, es concebida no como un agente activo, sino como un ente pasivo y absolutamente falto de conciencia, que necesita que “la crítica”, “el espíritu”, baje del cielo a traerle su redención.
La tercera tesis[7] es que la filosofía de los jóvenes hegelianos no ofrece ninguna respuesta práctica para cambiar la realidad social y, por tanto, tampoco para solucionar sus problemas reales; sin embargo, esta filosofía, sí exige a “la masa” la única virtud que es capaz de atribuirle: la obediencia ciega y penitente. En otras palabras, la liberación planteada por los jóvenes hegelianos no es una liberación real, que corresponda con la verdadera existencia de la masa, porque ni siquiera conoce esta realidad, pero sí es una filosofía que exige una obediencia que acepte el sacrificio terrenal en pos de la salvación crítica del espíritu.
El argumento central de “La sagrada familia” liga problemas epistemológicos y políticos. Comienza con las limitaciones del dogmatismo detentado por Bruno Bauer y consortes, y continúa con las consecuencias de estos planteamientos en la relación “espíritu” y “masa.” Todo el planteamiento culmina en una filosofía que, vista en su conjunto, parece ser secular, pero en verdad es una teología fundamentalista, que proclama buscar la liberación de “la masa”, pero que concibe tal liberación de un modo mesiánico y utópico, eliminando toda capacidad de la sociedad, del pueblo, para ser protagonista de su propia liberación reduciéndolo a la sola cualidad de ser obediente.
III. Sobre la dialéctica de la autoridad
Las tesis que componen el argumento central de “La sagrada familia” están planteadas en términos negativos. En este apartado trataré de presentar algunas de sus posibles implicaciones positivas, para sintetizar su contenido también en estos términos. Para lograr este objetivo triangularé con ideas de otros trabajos de Marx y Engels que iré citando a pie de página. El resultado, si es correcto, tendría que considerarse una aproximación posible a la dialéctica de la autoridad desde una perspectiva marxista.
La primera tesis es que, para el marxismo, la autoridad entre los seres humanos debe estar guiada por el convencimiento consciente y no por la fe, el seguidismo, la confianza ciega o el mero servilismo. La obediencia no debe ser un principio rígidamente establecido entre algún supuesto redentor y sus fieles. Debemos aspirar, en cambio, a que la obediencia entre las personas sea el resultado de un convencimiento claro, racional y consciente de la necesidad de cualquier planteamiento.
Esta manera de formular la cuestión es importante porque, para el marxismo, la obediencia no es esencialmente mala. La obediencia puede ser tiránica, cuando nos somete a los caprichos de algún déspota. Pero cuando la obediencia es consciente y racional, se convierte en la única vía para ejercer nuestra libertad. Esto es así, precisamente, porque la libertad no es otra cosa que “poder actuar con conocimiento de causa para realizar algún fin”[8]. En este sentido, si queremos llegar a algún lugar, tendremos que saber cómo actuar y qué consecuencias esperar de nuestras acciones y, una vez que tengamos este conocimiento, tendremos que obedecer sus dictados para lograr nuestro cometido.
Una consecuencia de esta primera tesis es que la liberación posible del proletariado y los sectores populares no puede ser una liberación comandada vertical y unilateralmente, de arriba hacia abajo, como si se tratara de una redención que solo necesita ser obedecida y aceptada. La liberación popular supone la participación progresiva y consciente de la sociedad. De aquí la idea de que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera”[9] (Marx, 1980, p. 7).
La segunda tesis es que, para el marxismo, solo puede haber una conciencia crítica y plena de la realidad social si esta conciencia cumple con las siguientes condiciones: primero, tiene que ser una conciencia verdadera, fundada en un conocimiento científico de la realidad y, segundo, tiene que ser una conciencia reconocida, asimilada y desarrollada críticamente por la sociedad, particularmente por el proletariado y los demás sectores oprimidos, de manera que ésta pueda ser usada como guía para la acción y transformación del mundo.
Esta manera de plantear la cuestión es importante porque hay varias cosas implicadas. En primer lugar, se afirma que la conciencia crítica, la teoría revolucionaria, no puede desarrollarse al margen de la realidad social, sino que tiene que fundarse en ella y además asimilarse con ella. En este sentido, la práctica social guía la teoría y la teoría se encarna en la práctica, alcanzando la condición de praxis revolucionaria. Una verdadera conciencia crítica, en contraste con los planteamientos de los jóvenes hegelianos, tiene que ser el resultado de una relación dialéctica entre el conocimiento científico y la sociedad, el pueblo, y, por tanto, no puede ser exclusiva de un grupo de iluminados.
En segundo lugar, esta manera de plantear la segunda tesis nos indica la necesidad de que se desarrollen, al mismo tiempo, una ciencia social y una pedagogía popular rigurosas. Es importante que ambos términos estén en relación por los siguientes motivos: primero, porque una ciencia sin pedagogía, aunque fuera rigurosa, tendería a volverse cuando menos estéril, por su alejamiento de la sociedad, por la imposibilidad de divulgar sus conocimientos, limitándose a ser alimento de polillas o “data” en una nube; y, segundo, porque una pedagogía popular sin ciencia, aunque esté comprometida con la educación, tendrá mayores dificultades para ayudar a construir una conciencia verdadera de la realidad, cayendo con mayor facilidad en la reproducción de viejas ideologías, prejuicios y supercherías.
La tercera tesis es que, de acuerdo con el marxismo, para que un conocimiento sea verdadero, éste no solo requiere de orientación teórica, sino que además y fundamentalmente, necesita de contraste empírico, de manera que dicho conocimiento encuentre fundamento en su correspondencia con la realidad concreta y no en cánones teóricos apriorísticos. Por supuesto, esto no quiere decir que para el marxismo el conocimiento sea inmediatamente accesible a través de la práctica y experiencia directas. Las apariencias engañan. Por eso, para poder construir conocimiento válido no podemos fiarnos de primeras impresiones. Necesitamos también de la teoría y la metodología. Sin embargo, la verdad de un conocimiento no está en su coherencia ni en su orientación teórica, sino en su correspondencia con la realidad[10].
En “La sagrada familia”, Marx y Engels no detallan su propuesta metodológica. Sin embargo, en textos posteriores abordan este tema con mayor profundidad[11]. Allí, dejan claro que, para poder construir conocimiento, es necesario delimitar el objeto de estudio de manera que éste pueda ser investigado en un nivel de abstracción y generalidad correctos. El nivel de generalidad debe ser lo suficientemente amplio para que el conocimiento sea válido para los distintos casos particulares de dicho objeto; pero no debe ser tan general que llegue a volverse abstracto, porque entonces el objeto de estudio se diluye y se vuelve imposible elaborar explicaciones y conocimiento. Por otro lado, el objeto debe ser estudiado de forma muy detallada para que queden identificadas sus principales lógicas y tendencias de forma concreta; pero el grado de detalle no debe ser tan alto que terminemos hablando de un solo caso específico y todo lo esencial del fenómeno se pierda en un mar inagotable de particularidades y matices[12].
El conocimiento científico no puede ser una mera casuística; es decir, un mero estudio detallado de casos concretos y particulares; pero tampoco puede ser un compendio de análisis generales, abstractos y pobremente conceptualizados. La ciencia debe tratar de elaborar conocimientos puntuales sobre objetos de estudio bien delimitados que sean al mismo tiempo generales y concretos. Solo este tipo de investigaciones hacen posible, por un lado, aterrizar las ideas y conceptos más generales para realizar investigaciones empíricamente fundadas y, por otro lado, dar sentido al análisis de casos específicos, permitiéndonos encontrar lo que tienen en común con la generalidad y lo que tienen de particular en su unicidad[13].
Vistas en su conjunto, estas tres tesis afirman la importancia y centralidad del conocimiento científico como fundamento de la autoridad. Pero este conocimiento no puede sustentarse al margen de la realidad social, sino que debe surgir de ella y ponerse en relación con ella para conformar una praxis revolucionaria y una conciencia crítica. La autoridad debe descansar en la verdad y debe operar a través del convencimiento claro y consciente de la necesidad. No debemos cometer los errores de los jóvenes hegelianos y creer que una sola teoría, por más sofisticada que sea, es la fuente de la verdad; y no debemos creer ni aceptar que alguien, como si fuera un profeta, puede ser el poseedor exclusivo de las verdades del mundo. El conocimiento es una necesidad de todos. Porque sin ese conocimiento solo somos esclavos de nuestras circunstancias.
IV. Conclusión
“La sagrada familia” fue la primera obra conjunta de Marx y Engels. En ella, trataron de esclarecer, por primera vez, sus críticas a la filosofía posthegeliana. Para el momento en que Marx y Engels se conocieron, a mediados de 1844, ambos habían llegado, por sus propios medios, a conclusiones teóricas similares. Estas conclusiones incluyen (1) la necesidad del conocimiento para transformar la realidad social; (2) la necesidad de que este conocimiento esté fundado en las condiciones reales de la sociedad y no en esquemas teóricos apriorísticos; y (3) la necesidad de que estos conocimientos sean reconocidos, asimilados y desarrollados críticamente por la sociedad, específicamente por el proletariado y el resto de sectores populares, como guías para la acción y transformación del mundo. En alguna medida, estas ideas fueron el rasero con el que Marx y Engels criticaron a los jóvenes hegelianos.
“La sagrada familia” tiene un fuerte énfasis en los problemas del conocimiento y la autoridad. En alguna medida, este libro es una de las piedras fundacionales de lo que después será denominado socialismo científico. A mi modo de ver, las ideas centrales del libro son relevantes no porque constituyan un conjunto de reglas; son más bien un horizonte que debemos intentar alcanzar: hacer ciencia rigurosa que pueda ser, al mismo tiempo, una guía para la acción, educarnos mutuamente, divulgar y compartir los conocimientos, y aspirar siempre a que la autoridad encuentre su fundamento en la verdad, y no en viejas formas de dominación, y que opere a través del convencimiento consciente de la necesidad, explicando pacientemente, construyendo una praxis revolucionaria y una conciencia verdaderamente crítica.
Referencias
Bakunin, M. (2009). "Dios y el Estado. Público".
Engels, F. (1968). "Anti-Dühring. la suversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring" (M. Sacristán (ed.)). Grijalbo.
Engels, F. (1970). Esbozo de crítica de la economía política. En K. Marx & A. Ruge (Eds.), "Los Anales Franco-Alemanes". Ediciones Martínez Roca.
Marx, K. (1970). Contribución a la Critica de la Filosofia del Derecho de Hegel. En J. Bravo (Ed.), "Los Anales Franco-Alemanes" (pp. 101–116). Ediciónes Martínez Roca.
Marx, K. (1980). Estatutos generales de la Asociación Internaciona de los Trabajadores. En
"Obras Escogidas. Tomo II". Progreso.
Marx, K. (1987). "Miseria de la Filosofía: Respuesta a la Filosofía de la Miseria de Proudhon" (M. Soler (ed.)). Siglo XXI.
Marx, K. (2008a). "Contribución a la crítica de la economía política" (J. Tula (ed.); 9a ed.). Siglo XXI.
Marx, K. (2008b). Introducción general a la crítica de la economía política (1857). En J. Tula (Ed.), "Contribución a la crítica de la economía política" (9a ed., pp. 281–313). Siglo XXI.
Marx, K. (2011). Tesis sobre Feuerbach (1845). En "El materialismo de Marx. Discurso crítico y revolución" (pp. 109–121). Itaca.
Marx, K. (2012). Crítica del Programa de Gotha. En Textos Selectos y Manuscritos de París; "Manifiesto del Partido Comunista con Friedrich Engels"; "Crítica del Programa de Gotha" (pp. 651–675). Editorial Gredos.
Marx, K., & Engels, F. (2013). "La sagrada familia o crítica de la crítica crítica contra Bruno Bauer y consortes". Akal.
Marx, K., & Engels, F. (2014). "La Ideología Alemana". Akal.
[1] Para este artículo considero la última edición de Akal (Marx & Engels, 2013).
[2] Esta última oración es una paráfrasis del “Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política” (Marx, 2008a, p. 6). La sentencia original se refiere no a “La sagrada familia”, sino a “La ideología alemana” (Marx & Engels, 2014), obra que ambos autores escribieron durante 1845. Sin embargo, el proceso de ruptura con la filosofía hegeliana es un proceso que ambas obras comparten.
[3] Esta tesis es anunciada en el Capítulo dos; aquí, Marx y Engels critican las tergiversaciones históricas de Faucher. Sin embargo, los capítulos que son bastante prolíficos en el desarrollo de esta idea son los capítulos cuatro y cinco; aquí se desenmascaran las distorsiones teóricas de Edgar en el análisis de la propiedad privada, así como los planteamientos errados de Szeliga con respecto al libro de Eugene Sue “Los misterios de París”.
[4] Marx y Engels denominan a estos esquemas como “construcciones especulativas”, y lo que critican precisamente es su carácter apriorístico, desapegado de la realidad concreta.
[5] A esta actitud Marx y Engels la denominan “tranquilidad del conocimiento” y es una forma satírica de señalar el dogmatismo que caracteriza a los jóvenes hegelianos.
[6] Esta segunda tesis se anuncia en el Capítulo uno; aquí, Marx y Engels satirizan los aires mesiánicos con que Reichardt se refiere a “la crítica”. Sin embargo, es hasta el capítulo seis donde reaparece este tema con mayor detalle, mismo que será desarrollado en los capítulos siete y ocho.
[7] Esta tercera tesis es, en alguna medida, consecuencia de las dos anteriores, pero solo se termina de perfilar en el Capítulo ocho. En este capítulo, Marx y Engels critican a Szeliga y su interpretación sobre el libro de Sue, “Los misterios de París”. Esta crítica ya había iniciado en el Capítulo cinco. Sin embargo, en el Capítulo ocho, el objetivo de Marx y Engels es usar algunos personajes de la novela para ilustrar las tesis centrales de los jóvenes hegelianos. Solo aquí se logra apreciar con toda claridad la consecuencia final de los planteamientos de Bruno Bauer y consortes.
[8] Esta es la noción hegeliana de libertad tal y como es presentada por Engels en el “Anti-Dühring” (1968, p. 104). Curiosamente, también es la manera en que Bakunin recupera el planteamiento en su libro “Dios y el Estado” (2009, pp. 33–35).
[9] Esta idea, aparentemente tan simple, que es constantemente citada y a veces puede llegar a pasar desapercibida, en realidad es un de las tesis políticas centrales del marxismo. Pues el planteamiento aquí no es que alguien más venga a salvar a los oprimidos, sino que ellos mismos, por el propio desarrollo de su conciencia y sus convicciones, logren su propia emancipación. Esta idea aparece constantemente en los trabajos de Marx y Engels, aunque de diferentes formas; puede revisarse, por ejemplo, la famosa “Crítica del programa de Gotha” (Marx, 2012).
[10] En “La sagrada familia” este punto es ampliamente enfatizado. La idea es la misma que Marx condensaría meses después en su segunda tesis sobre Fuerbach, cuando indicó que “la cuestión de si al pensamiento humano le corresponde una verdad objetiva no es una cuestión de la teoría sino una cuestión ´práctica´” (Marx, 2011, p. 112).
[11] Véase por ejemplo “La miseria de la filosofía” (Marx, 1987) o la “Introducción general a la crítica de la economía política” (Marx, 2008b).
[12] Estas ideas, en específico, fueron planteadas en la “Introducción general a la crítica de la economía política” (Marx, 2008b). Este tema requeriría un abordaje más amplio, sobre todo para esclarecer la relación entre los niveles de abstracción y generalidad. Ambas escalas son similares, pero distintas. Decimos que algo es abstracto cuando tiene pocas determinaciones y que es más concreto cuando tiene muchas. Por otro lado, decimos que un atributo es específico cuando pertenece a un solo caso; en cambio, decimos que un atributo es general cuando pertenece a varios casos. Sin embargo, no todo lo que es abstracto es general ni todo lo que es específico es concreto.
[13] Por todo esto es que Marx y Engels enfatizan tanto la delimitación histórica y social del modo de producción capitalista, pues saben que la validez de su trabajo es general para las distintas manifestaciones de este modo de producción. Pero al mismo tiempo saben que estas categorías no pueden ser sencillamente extrapoladas a otros sistemas económicos.
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