Martes en Jalisco, miércoles en Guanajuato, jueves en Ciudad Juárez, Chihuahua, y el pasado viernes en los municipios de Mexicali, Ensenada y Tecate, en Baja California, estados que se encuentran en la mira de todos los mexicanos por los acontecimientos de terror y violencia suscitados a lo largo de la semana.
México se ha convertido en noticia mundial en los más importantes medios de comunicación: radio, televisión y redes sociales. Imposible ocultar que el móvil fue la violencia entre fuertes y poderosos grupos delincuenciales, y la absoluta ausencia de los elementos de seguridad nacional para proteger a la población, dado que las corporaciones municipales, estatales y en muchas ocasiones federales, quedan totalmente rebasadas en número y el poder de armamento que utilizan.
El corolario de la política del necio y obsecuente presidente, Andrés Manuel López Obrador, de abrazos no balazos, no podía tener otros resultados, una vez que utiliza al ejército de manera dispersa y sin ningún plan, en sus obras emblemáticas y traslado de mascotas de su deporte favorito, el béisbol en su estado natal, además de que los elementos de la Guardia Nacional tiene la orden de no enfrentar los ataques, siendo continuamente humillados por sus protegidos, disfrazados de población civil.
Sin contabilizar además a los más de 28 mil elementos que tiene apostados en la frontera con Estados Unidos para evitar la migración al país norteño. Estando así las cosas, es obvio que el nivel de violencia ha aumentado y aumentará en todo el país, localizado por el momento en los estados y municipios mencionados, no hay seguridad en todo México.
Ante el ambiente de terror que se vive, no es remoto suponer que la pasividad del gobierno federal para entrar en acción se deba a las elecciones que se avecinan en 2023, ya que, al perder Morena, podría perder también la presidencia. Es prácticamente imposible que la delincuencia actúe con tanta libertad, equipo táctico y armas que portan.
Las acciones que emprendieron en la semana tienen la clara intención de generar un ambiente de psicosis en la población; así se explica la quema de transporte público y vehículos particulares, incendio a negocios, ataque armado a una gasolinera, la localización de cabezas humanas, riña entre internos en el Cereso de Coahuila, clientes heridos en un pizzería y lamentablemente el asesinato de casi dos decenas de personas, entre ellas, cuatro comunicadores de MegaRadio y dos trabajadoras de una tienda de autoservicio.
Las policías municipales y estatales quedaron rebasadas, de allí la pronta intervención que el gobierno de López Obrador debió operar máxime que los sucesos se suscitaron día tras día mientras el Secretario de Gobernación federal, representada por el paisano del presidente, Adán Augusto López anda más ocupado en su campaña política y discutiendo con los familiares de desaparecidos, que en las labores de inteligencia y coordinación con los gobiernos locales para alertarlos y en su caso ayudarles.
Pero nada, ninguna acción ha habido en ese sentido, o bien por ineficientes o bien por cómplices, pues no se explica de otra manera su lentitud y falta de acción contra los grupos de la delincuencia organizada.
AMLO simplemente se ha limitado a señalar que “al parecer había reunión de cabecillas que al ser descubiertos provocaron los ataques para evitar su detención” así de guanga, pobre y escueta es la postura del mandatario. Evidentemente no hay ninguna estrategia clara para detener el creciente ambiente de inseguridad que se vive, por lo que, de acuerdo con el INEGI, el 67 por ciento de los mexicanos se sienten inseguros, y las cifras siguen, pues ha habido ya 130 mil homicidios dolosos en los que va de su sexenio, con 10 asesinatos de mujeres en promedio por día y 13 periodistas asesinados en lo que va del año. Cuánta desvergüenza. Lo bueno es que no son iguales.
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