MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Tren Maya, despojo, abuso y ecocidio

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Mientras más avanza el Tren Maya, la emblemática mega obra del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), más queda claro lo absurdo del capricho del fracasado líder, así como su soberbia y el daño que le han hecho al país, él y sus cómplices interesados y oportunistas.

Ojo, vuelvo a prevenir que en esta categoría no considero ni excluyo, explicita e insistentemente a los seguidores de buena fe, a los mexicanos que creyeron, bienintencionados y esperanzados, en el discurso mentiroso de AMLO. Ellos son inocentes y solamente les deseo que abran pronto los ojos, los que faltan, pues cada vez son menos los que genuinamente le siguen creyendo. Pero él no, ni la percha de abusadores que le rodean como zopilotes dispuestos a comerse los restos que él les permita engullirse.

Hace falta insistir y precisar en qué consiste este daño del Tren Maya, para ver que van mucho más allá de lo que, a simple vista, ya es inocultable. El documento “Impactos sociales y territoriales del Tren Maya” nos revela, a través de la mirada de expertos en diferentes disciplinas, los verdaderos y más profundos efectos del Tren Maya. 

El despojo, por ejemplo, es a todos los mexicanos, en particular a los pobladores, ejidatarios, y, sobre todo, a los Mayas, afectados por el paso del Tren Maya y sus secuelas. Y esto porque el megaproyecto es más que la construcción de una vía férrea, “no es un proyecto de un tren, no se limita a la construcción de un objeto, sino que es un medio de reordenamiento del territorio en toda la península de Yucatán”, dijo el entonces director del Fondo Nacional del Fomento al Turismo (Fonatur). 

Es decir que, además, los más de 300 mil millones de recursos federales (dinero de todos los mexicanos) que se gastarán en la obra férrea, se proyecta la creación de polos de desarrollo que requerirán de la inversión privada en una cantidad mucho mayor, para la cual la posesión de la tierra debe reordenarse para permitir que las inversiones de esos grandes capitales privados, nacionales y extranjeros, puedan ejecutarse con la seguridad requieren, de manera que, aparte formas legales, la demagogia y los eufemismos, puedan despojar de la tierra a los actuales ejidatarios e indígenas. 

En unos casos fue la expropiación directa, la cual, por cierto, se realizó con consideraciones injustas, y más bien mañosas, para indemnizar adecuada y generosamente a las empresas hoteleras y turísticas afectadas mientras a los ejidatarios e indígenas se les engañó y presionó para aceptar indemnizaciones irrisorias, comparadas con las primeras.

En otros el uso de Fideicomiso de Infraestructura y Bienes Raíces (FIBRA), que representa un grave riesgo de especulación y privatización para las tierras ejidales. Con estos los ejidatarios y comuneros seguirán siendo dueños de la tierra, pero no de lo que sobre ella se construya ni podrán cancelar el convenio, de manera que los nuevos desarrollos (hoteles, restaurantes, centros urbanos, etc.) construidos sobre sus tierras ya no serán suyos, ni serán socios, y ellos solamente podrán trabajar, si quieren (y si quieren los capitalistas dueños de las empresas) como empleados.

No es solamente la cancelación de toda otra obra de desarrollo, la cancelación de fondos, recortes a presupuestos y subejercicios criminales que han despojado a todos, entre ellos, por ejemplo, los afectados por la falta de medicamentos contra el cáncer y otras enfermedades, o las víctimas fatales de la tragedia de la Línea 12 del Metro, causada por la falta de mantenimiento, debida a su vez a la austeridad republicana de AMLO, y muchos otros daños a los mexicanos con tal de destinar esos recursos a los caprichos presidenciales, sino que el Tren Maya seguirá todavía chupando al erario durante muchos años antes de auto costearse (si eso llegara a suceder), y el despojo a los ejidatario, comuneros y mayas de la península. 

Así, la integración al desarrollo y reconciliación con los mayas que argumenta el Tren Maya no es sino la entrada rampante del expoliador turismo, de un agresivo modelo de desarrollo externalizador, volcado a la economía de servicios, generador de desigualdades y violencias; AMLO vino a hacerle el trabajo sucio a las empresas turísticas, depredadoras por excelencia, como no pudieron los gobiernos neoliberales anteriores.

El abuso es también más profundo y condenable, al simular el respeto a los indígenas a sus tradiciones y culturas cuando en realidad la famosa consulta del Tren Maya se hizo violando los acuerdos internacionales en defensa de los derechos de las culturas originales, al vulnerar el artículo 7 del Convenio 169, que reconoce a los pueblos el derecho de decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo, y a la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas que, entre otros derechos, establece que “Los pueblos indígenas tienen derecho a la libre determinación. En virtud de ese derecho determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.” (Artículo III y VI), suscritos por México, pero que AMLO violó soberanamente al realizar proyectos y aprobarlos antes de consultarlos y hacerlo solo como formalismo, sin informarles adecuadamente (¡tan es así que casi todo el proyecto sigue sin Manifestación de Impacto Ambiental!), y a las agrupaciones que se manifestaron en contra y se defendieron las ha perseguido y calumniado, muy a su propio estilo, insultándolos incluso al acusarlos de ser falsos indígenas y agentes de los conservadores. La historia de abusos sigue sumando en la misma medida que la obra avanza, y falta mucho por aclarar, pero más por suceder.

Del ecocidio, cuyas dimensiones e impacto son tan inmensos que no caben en este espacio, es necesario destacar que no se reducen a las decenas de millones de árboles que ya deforestó AMLO, pese a lo grotesco y afectado de sus aires cuando dijo que no se iba a tirar “ni un solo árbol”. 

Esta deforestación se viene acentuando desde tiempos inmemoriales, pero se ha acentuado en la península con la 4T, según los informes del Global Forest Watch, del Instituto de Recursos Globales, y se debe principalmente a la introducción de monocultivos impulsados por el programa sembrando vida y al Tren Maya. “Llama la atención que, durante 2020, en Tenabo, Campeche, donde el Tren Maya tendrá una estación, se aceleró el proceso de deforestación a niveles nunca vistos. Según los datos del GFR, en 2020 se perdieron más de 4,040 hectáreas de cobertura arbórea. Esto equivale a las mismas hectáreas que se perdieron entre 2012 y 2018. Es decir, con AMLO, se perdieron en este municipio las mismas hectáreas de árboles que en todo el sexenio de Enrique Peña Nieto. Ahora, AMLO Se atrevió a meterse a la selva, con una franja de 90 metros de grueso a lo largo de 120 kilómetros, y esos millones de árboles, sin embargo y comparativamente, son el mal menor.

El impacto más desastroso vendrá durante lo que resta del mega proyecto y su funcionamiento posterior, en caso de lograrse, y los aspectos e impacto, según los expertos, son inmensurables: el Tren Maya “puede provocar la deforestación de las últimas selvas tropicales de México; modificar los ciclos de las lluvias en zonas donde no hay ríos superficiales; generar la pérdida de capacidad de recarga de los acuíferos en una región de suelos porosos, y contaminar el agua por desechos sólidos y aguas residuales de las nuevas ciudades”. 

Otros expertos agregan el ya mencionado daño al sistema de cenotes y ríos subterráneos, la fragmentación de los ecosistemas afectando ciclos biológicos, que puede llevar a la desaparición de especies o introducción de especies externas y afectar a toda la cadena y el ecosistema; contaminación del aire y suelo. Sobran las razones para oponerse al Tren Maya, si realmente queremos a México.

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