Trump es un político que representa los intereses de las élites más acaudaladas de Norteamérica; él mismo forma parte de esa élite capitalista, dueño de diversas empresas y activos en sectores como bienes raíces, hotelería, campos de golf y medios de comunicación. Entre sus propiedades más destacadas están Mar-a-Lago, un lujoso resort en Florida, y la Trump Tower en Nueva York, además de varios edificios en Manhattan. También posee múltiples clubes de golf en Estados Unidos y Europa.
Trump encarna la crisis de un sistema que se sostiene sobre la explotación y la desigualdad, pero cuya decadencia es cada vez más evidente.
En el ámbito de los medios, es el principal accionista de Trump Media & Technology Group, la empresa detrás de la red social Truth Social. Su fortuna ha fluctuado con el tiempo, pero en 2024, según Milenio, se estimó en alrededor de 8 mil millones de dólares, impulsada en gran parte por el aumento en el valor de su empresa de medios.
Su política, agresiva y déspota, es un reflejo de los estragos que ha causado el capitalismo en Estados Unidos; ha sido un motor clave en el desarrollo económico de ese país, pero también ha contribuido a los grandes problemas de esa nación, especialmente en términos de desigualdad de ingresos y vulnerabilidad a crisis financieras.
La desigualdad de ingresos en Estados Unidos ha mostrado una tendencia al alza en las últimas décadas. El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en una escala de 0 a 1 (donde 0 indica igualdad perfecta y 1 desigualdad total), ha aumentado de 0.43 en 1990 a 0.49 en 2020.
Este incremento refleja una mayor disparidad en la distribución de la riqueza (es.statista.com). Además, según datos del Censo de Estados Unidos, en 2023, aunque la mediana de ingresos de los hogares aumentó en general, no hubo cambios significativos en las medianas de ingresos de los hogares de personas hispanas, afroamericanas y asiáticas, lo que indica disparidades persistentes entre diferentes grupos étnicos (census.gov).
A lo largo de su historia, Estados Unidos ha experimentado múltiples recesiones económicas. Desde 1790, se han registrado hasta 47 recesiones, algunas de las cuales han tenido efectos devastadores en la economía y la sociedad. Por ejemplo, la crisis financiera de 2008 resultó en una pérdida significativa de empleos y una contracción económica que afectó a millones de estadounidenses.
Aunque la economía se ha recuperado en ciertos aspectos, las secuelas de estas crisis a menudo exacerban las desigualdades existentes y ponen de relieve las vulnerabilidades del sistema capitalista.
El pueblo estadounidense está cansado, vive sumido en la pobreza y la drogadicción. En 2022, se estimó que casi el 60 % de las personas de 12 años o más consumían drogas o alcohol, y en 2017, alrededor de 19.7 millones de adultos luchaban contra algún trastorno por uso de sustancias. La cantidad de muertes por sobredosis, que en 2022 alcanzaron aproximadamente 108 mil personas, evidencia la grave crisis social.
El imperialismo no sólo ha traído grandes problemas a América Latina, África y en general al sur global y a los países de Medio Oriente. El propio pueblo norteamericano está viviendo en carne propia los estragos de un sistema que ya no tiene nada que ofrecer al mundo, que ha agotado los recursos naturales, que ha polarizado a la sociedad de la forma más desigual posible, que para mantener las acumulaciones de capital con la misma tendencia que hasta ahora se ve obligado a la monopolización, a la guerra, a destruir la poca libertad y democracia que queda, a convertirse en asesino y genocida.
Trump sólo es el reflejo de la decadencia del imperialismo. Nuestra tarea es organizarnos, cerrar filas, crecer, consolidar nuestra convicción y llevar esta verdad a los mexicanos. No caer en discursos demagógicos y de falsos nacionalistas. Hoy más que nunca, hay que ser revolucionarios.
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