En los cuatro años del gobierno de la 4T, la situación de millones de mexicanos ha empeorado, los servicios de salud son cada vez más deficientes, los altos precios de la canasta básica, es mayor desempleo, el deterioro de la educación, la disminución de programas de vivienda y la falta de obra pública en colonias y poblados, todo eso ha acrecentado la desigualdad social.
Los mexicanos de más bajos recursos, que son la mayoría, apenas obtienen el nueve por ciento del ingreso total del país; en cambio, los más ricos se apropian del 59 por ciento. Pero eso no es todo, las escuelas públicas continúan con serias dificultades, apenas el 72 por ciento de las personas tienen acceso a servicios de salud y el 19 por ciento sufre de rezago educativo.
La política de Andrés Manuel López Obrador es, en esencia, la misma de los anteriores gobiernos, no quiere tocar los privilegios de los poderosos empresarios. El tiempo corre y se ve que no tiene el interés de promover una reforma fiscal, pues se necesitan mayores ingresos para luego distribuirlos con mejores servicios públicos y programas sociales que lleguen a todos los ciudadanos que lo necesiten, sin excluir a nadie.
En México no se está dando una verdadera transformación para reducir, de manera significativa, la desigualdad; el único camino exitoso es el cobro de impuestos de manera progresiva y aplicar este recurso de manera responsable en servicios públicos para los trabajadores. Hablar de combate a la corrupción, austeridad, conservadores y liberales, no somos iguales, es una pantalla para los menos informados.
En México no se tienen las mismas oportunidades, las familias con altos ingresos aseguran que sus hijos tengan una vida más relajada, en cambio los hijos de trabajadores, se las tienen que arreglar como pueden, muchos perdiendo la oportunidad de estudiar, laborando con bajos salarios y sin prestaciones, por lo que aspirar a una vida mejor, sin una verdadera acción del gobierno en apoyo de las mayorías, es una verdadera excepción.
Mientras el Estado mexicano no tenga los suficientes recursos para brindar servicios públicos, como educación, salud y oportunidades de empleo bien remunerados, la situación no cambiará. El promedio de gasto de Latinoamérica en su gente es de 28 puntos de su Producto Interno Bruto (PIB), el de algunos países africanos es de 26 puntos, en México es de 20 puntos.
México gasta el cinco por ciento del PIB en servicios de salud, lo mismo que países pobres del continente africano. En educación, gasta el 3.5 por ciento de su PIB, como los países más pobres de Latinoamérica. Hace 10 años México gastaba 0.3 por ciento del PIB más en salud y hace 5 años, 0.55 por ciento más en educación. El gasto total del gobierno actual es menor que el de hace 10 años. Una verdadera farsa la frase de primero los pobres, tan pronunciada por López Obrador.
En México no existe un Estado benefactor, pero AMLO es un experto en la mentira, ha convencido a muchos de que su gobierno dedica más recursos a los menos favorecidos. Pero la cantidad de dinero que se aplica a programas sociales es menor en 2021 comparado con 2016. López Obrador ha logrado convencer a millones de que su gobierno ve por los más pobres.
El gobierno de AMLO ha disminuido las transferencias de efectivo a las personas. Los programas sociales que transfieren dinero en efectivo tienen hoy un presupuesto de 476 mil millones de pesos, es decir, 28 por ciento menos del que tenían en 2014.
Necesitamos un gobierno que funcione, que trabaje para erradicar la pobreza extrema, elevar la calidad de la educación, la vivienda, la salud y los servicios de cuidados a los niños.
Se pronostica un futuro incierto: la desigualdad extrema impide el crecimiento, porque provoca inestabilidad social y política.
Los verdaderos favorecidos con el gobierno de López Obrador son los dueños de las grandes fortunas, ellos son los que se esfuerzan por apoyar a su encubierto benefactor, mantener al presidente con altos índices de aprobación y ocultar la realidad del país.
Para mejorar la vida de las mayorías, se debe aumentar la recaudación del Estado para que pueda dar servicios públicos de calidad y que eficientice el gasto social, diseñar mejor los programas sociales para que lleguen a todos los que los necesitan, mejores salarios y trabajo para todos es la solución. Pero la iniciativa de un mundo mejor no depende de la clase gobernante y sus lacayos, sino de la participación organizada de los trabajadores.
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