Han transcurrido apenas 10 días del mes de diciembre, y en millones de hogares en todo el país ya se deja sentir ese espíritu navideño que embarga a las familias cada fin de año. Las fiestas decembrinas se han conmemorado como fiestas de reunión familiar, como fiestas que sirven para reflexionar qué tan bueno o malo fue el año que está por terminar, incluso para fijar las nuevas metas del año entrante. Se ha idealizado tanto las fiestas de nochebuena y de año nuevo, que parece que hemos olvidado que estas fechas, como otras tantas que festejamos en el transcurso del año, tienen un trasfondo que no alcanzamos a distinguir a simple vista, y es que esas fechas de festejo y celebración están iniciadas en el deseo de consumismo, de que los mexicanos gastemos nuestro dinero en comprar lo que las fechas ameritan.
Las familias mexicanas ya estamos pensando en cómo vamos a celebrar las fiestas decembrinas, en casa de quién vamos a organizar las cenas, si vamos a comprar electrodomésticos, si vamos a cambiar los muebles viejos que tenemos en casa, si vamos a comprar un carro, si vamos a organizar un viaje, los preparativos ya están programados en nuestra agenda. Pero para millones de mexicanos estas fechas serán un tanto desoladas por las adversidades que todavía nos azotan. Primero, una pandemia que ha cobrado la vida de más de 290 mil mexicanos, y que cada día siguen sumándose más. Segundo, porque el número de pobres en nuestro país aumentó, pasando de 51.9 a 55.7 millones de pobres en el país, de acuerdo a datos del CONEVAL; el número de mexicanos que viven en pobreza extrema es de 10.8 millones, hubo un aumento del 7.6% en el alza de productos de la canasta básica, al inicio de la pandemia se perdieron más de 1 millón de empleos en el país, y solo se han recuperado 400 mil, mientras dice el INEGI qué en México hay 30 millones 963 mil 6 personas con empleo informal, lo que quiere decir que estas personas no tienen asegurado un ingreso estable, ni seguro médico, ni prestaciones.
Las posibilidades para millones de mexicanos de celebrar las fiestas de fin de año, como en algún momento pudieron hacerlas, se ven cada vez más imposibles, para ellos será como otro día más, una cena modesta, reunidos solo con la familia, mirándose uno al otro y deseando que el año venidero sea mucho mejor, su deseo será encontrar trabajo, ganar un buen salario, poder comprar una casa propia, estos son los buenos deseos que las familias mexicanas tienen en mente. Pero el problema de que esos buenos deseos no se puedan cumplir no se debe a que no se esmeren y no trabajen arduamente para conseguirlos, el problema de la pobreza del pueblo se debe al modelo ambicioso y rapaz que nos domina, se debe a que una de las condiciones de la existencia del capitalismo es que haya millones de pobres en situación de hambre, para que haya solo un pequeño puñado de ricachones. Esto es lo que pasa en México, por un lado más de 90 millones de mexicanos en situación de pobreza y por el otro tan solo 500 familias que viven en la opulencia. El problema no son los trabajadores, el problema es el sistema que está diseñado para que funcione así.
Los deseos del pueblo mexicano de alcanzar una vida digna, decorosa y sin sufrimientos no deben ser dejados a la obra del espíritu Santo, ni a la casualidad, el verdadero cambio de la sociedad está en las manos del mismo pueblo. No podemos cargarle todo a Dios, no podemos solo rezarle esperando a que por su obra las cosas cambien para el bien de los pobres, Él dijo: “ayúdate, que yo te ayudaré”. Esto quiere decir que el verdadero cambio está en nuestras manos, pero para que esto sea posible, el pueblo debe ser capaz de formar una unidad orgánica indestructible, tiene que ser capaz de organizarse bajo una misma bandera de lucha y promover un nuevo modelo económico que sea justo para todos, y no solo para unos cuantos. ¿Queremos no solo una navidad digna, sino una vida digna? En nuestras manos está su realización. No olvidemos las palabras de Antonio Mediz Bolio, en su poema Manelic.
-Cuando entre la impudicia de los hombres te sientas, cuando en tu pecho el odio desate sus tormentas, cuando todo te nieguen y te insulten el orgullo, levántate y exige que te den lo que es tuyo! Levántate. ¡Tú eres la fuerza y el derecho! Si te estrujan la vida, si te infaman el lecho, si te pagan la honra con mezquino mendrugo. No envejezcas de miedo soportando al verdugo! ¡No lamas como un perro la mano que te ata! Haz pedazos los grillos, y si te asedian, ¡Mata! ¡Que la soberbia aleve halle tu brazo alerta, que a veces es justicia que la sangre se vierta! No temas nada y hiere, porque Dios es tu amigo y por tu brazo a veces deciende su castigo.
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