Desde su origen, el hombre ha buscado la forma de protegerse y no estar a la intemperie, buscó la forma de resguardarse de las lluvias, del sol, de los fuertes vientos, hizo de las cuevas su casa, tomó de la naturaleza carrizos, palmas, palos, lianas, pieles, lodo, ramas para construir su vivienda, en ese continuo desarrollo a lo largo de la historia de la humanidad ha buscado ponerse a resguardo de la naturaleza, y aunque de manera rústica, lo había logrado aún en momentos donde los medios de producción no estaban desarrollados como en la actualidad, porque el objetivo era satisfacer una necesidad.
Hoy, que las fuerzas productivas están desarrolladas, que los descubrimientos de la ciencia han logrado llegar a la industria de la construcción, que se echa mano de la industria química para acelerar los procesos de secado del concreto (aceleradamente), que se puede mejorar la resistencia, la capacidad para soportar también mayor peso, que se pueden prefabricar piezas de los más diversos materiales para ensamblarse en tiempo record, resulta contradictorio que millones de familias no cuenten con una vivienda. ¿Cuál es la razón? Que estamos viviendo en un sistema económico capitalista, que todo lo convierte en mercancía, que aquel que tiene dinero para adquirir esas mercancías es el que tendrá la forma de satisfacer la necesidad, por el contrario, el que no cuente con dinero para ello sufrirá esa carencia.
Movidos por el interés de vender y hacerse de una ganancia, la industria inmobiliaria, construye casas que pone a la venta, pero a un costo alto, que no todos los trabajadores pueden pagar, o sí lo compran es con un financiamiento a largo plazo, que le resulta en ocasiones más costoso que el precio de la misma casa, así vemos empleados atrapados a pagar a 15, 20 y hasta 30 años una vivienda que le ofertaron en 250 mil pesos, pero deberán pagar un millón 800 mil o más.
Todo aquel que no tenga para comprar, deberá rentar (pagar por el derecho de ocupar) por un tiempo, pequeños espacios, cuartos insalubres, deteriorados, sin servicios, y cumplir con una serie de condiciones que pone el arrendador, es así que obligan a los trabajadores a sujetarse a las reglas impuestas o de lo contrario ir a la calle.
Tijuana no es la excepción del drama social que se vive a diario, pues este municipio ha sido declarado una de las ciudades más caras para vivir por los altos costos de las rentas y el alto precio de las casas y terrenos. Tampoco aquí se ve como una necesidad que se deba de resolver, por eso la autoridad municipal no cuenta con un plan de atención a esta carencia tan básica, pues, aunque existe la Promotora Municipal (Promun), cuyo objetivo es atender los asuntos de vivienda, ésta paramunicipal no cuenta con reservas territoriales, que pueda ofertar una solución a las tijuanenses, a pesar de ser uno de los municipios con más crecimiento poblacional.
Que les queda a los trabajadores, a corto plazo, organizarse y dar la lucha para que la autoridad cambie su política social y de alternativas de vivienda. A mediano plazo, agrupar una fuerza lo suficientemente grande que cambie el modelo económico capitalista por uno más justo.
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