En algún lugar leí alguna vez que el éxito de un manipulador dependerá siempre del grado de ignorancia de sus seguidores; y me parece que esto es cierto. Se sabe que una persona manipuladora es aquella que necesita controlar, cambiar y deformar los comportamientos o percepciones de los demás. Son muy difíciles de identificar ya que son individuos muy hábiles socialmente y cuando nos damos cuenta de la manipulación, el daño ya está hecho.
Conforme a esto, entonces, ¿qué podemos hacer contra la manipulación? Aquí, encontrar la respuesta no es la dificultad; lo verdaderamente complicado es que, una vez encontrada, exige que se obre en consecuencia. No olvidemos que, como dijo Albert Einstein, “Creer es más fácil que pensar, he ahí la razón de que existan más creyentes…”
Pero si nos atenemos a que el pensar, sobre todo con coherencia lógica, es una labor permitida sólo a las mentes medianamente cultivadas, ¿qué suerte les depara entonces a los seres cuyas condiciones económicas los alejan de la herencia cultural e intelectual que nos legaron los sabios del pasado?
Recordemos aquí lo dicho por el fiel escudero de Don Quijote en la célebre obra de Cervantes:
“Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una abuela mía, que son el tener y el no tener; aunque ella al del tener se atenía; y el día de hoy mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado”.
Cuánta razón tenía, y tiene incluso hoy Sancho Panza al definir la lucha de clases que sufrimos.
Y es que, de todas las formas que se conocen hoy para acceder al conocimiento, y con él la de entrenar al pensamiento lógico, solo hay una que por excelencia ha trascendido y trasciende lo intrascendente: la lectura de los buenos libros.
El pasado 23 de abril se conmemoró en casi todo el mundo el “Día Internacional del Libro”, con el objetivo, así se dijo, de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual mediante el derecho de autor.
Se dice que esta conmemoración alude a un día simbólico, pues coincide con el día de fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega en la misma fecha de 1616. Se sabe, sin embargo, que Cervantes falleció el 22 y fue enterrado el 23, que es cuando se consignó su fallecimiento; mientras que Shakespeare murió el 23 de abril del calendario juliano, que corresponde al 3 de mayo del calendario gregoriano.
Con motivo de tal conmemoración se difundieron algunas estadísticas sobre nuestro tema, que conviene mencionar aquí. La nota que leí apareció con el siguiente título: “Población lectora se reduce en la última década en México”; y los datos son los siguientes: “De 2015 a 2024, el número de personas lectoras en el país se redujo 14.6 puntos porcentuales según el Módulo de Lectura (Molec) del Inegi.” (El Noticiero, 24 de abril).
Sigue la nota:
“Los periódicos fueron el material que más lectores perdieron, al pasar de 49.4 % a 17.8 % de personas mayores de 18 años que los leen. Las revistas también disminuyeron 25.5 puntos porcentuales su lectoría en la última década.”
Seguimos: “Los libros siguen siendo el principal material de lectura para las personas, aunque en la última década, la preferencia hacia estos se redujo casi diez puntos porcentuales. Hace diez años, los lectores mexicanos leían en promedio 3.6 libros cada año; este año el promedio fue de 3.2 libros, mientras que el tiempo de lectura fue de 41 minutos en promedio.”
Pero, por otro lado, en cambio: “La lectura de páginas de internet, foros y blogs en personas de 35 a 44 años de edad aumentó 25.3 puntos porcentuales entre los levantamientos de 2015 y 2024 (42.5 y 67.8 % respectivamente).
Hasta aquí, vemos claramente la relevancia que cobra la conmemoración del “Día Internacional del Libro” y su objetivo de fomentar la lectura. Pero esto no pasará nunca de insolentes y buenas intenciones si no se atiende urgentemente también la lección que nos dejó el célebre escudero de la Mancha: “Dos linajes solos hay en el mundo: el tener y el no tener”; es decir, los que tienen medios para producir riqueza y los que no los tienen, y mientras no se cambie el modo de producción que genera y fomenta tales linajes, los que no tienen medios ni siquiera para conseguir el alimento de su familia, mucho menos los tendrán para comprar libros, por muchas conmemoraciones que se quieran promover. Pero no lo es.
Cambiar el Gobierno es cambiar el modo de producción, y hacer esto, es cambiar la situación económica, social e intelectual de los que no tienen, como ya dejó dicho la obra de Cervantes.
Por eso, la tarea inmediata es organizar y educar al pueblo. Pero para ello, los intelectuales del pueblo deben ver en el pueblo mismo la fuerza promotora del cambio; y el pueblo, a su vez, ver en sus intelectuales organizados la guía orientadora de ese cambio. Sé bien que la tarea no es fácil, pero no hay otra.
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