¿Qué tienen en común los miembros de la comunidad wixárica con los personajes Lisandro, Hermia, Titania, Teseo, Hipólita, Filóstrato, descritos por William Shakespeare en su obra “Sueño de una noche de verano”? ¿La tierra sagrada de Wirikuta con el bosque mágico de Oberón? ¿El néctar de la flor “Pensamiento” con la “savia mágica del Híkuri”? Para el maestro Gerardo Becerril, responsable de la disciplina de teatro, en Tecomatlán, Puebla, son múltiples las similitudes que presentan ambas sociedades y eso hace posible que esta creación literaria de uno de los grandes exponentes de las letras inglesas pueda adaptarse a otras regiones, en diferentes tiempos y con culturas en apariencia disímiles.
El trabajo presentado en el XXII Encuentro Nacional de Teatro por la compañía infantil y juvenil de Tecomatlán, “Sueño de una noche de verano”, obra del escritor de la época isabelina William Shakespeare, conmovedor desde el inicio, no sólo porque con mucho acierto retoma elementos culturales de una de las sociedades más representativas del noroeste mexicano, los wixárica o huicholes como se les conoce comúnmente, sino porque además podemos reconocer en ese esfuerzo varios aspectos que es necesario ponderar, sin caer en la exageración, por su importancia y significado.
El primero de ellos es la enorme capacidad creativa del hombre que se puede desarrollar por medio de las actividades artísticas, el inagotable ingenio con que se resuelven las situaciones más complejas, aspecto que ha permitido esencialmente que la humanidad no haya perecido en su infancia histórica y que, impulsada por el trabajo, esa capacidad se convirtiera en la base para la adaptación y el posterior desarrollo de nuestros antepasados, aún en condiciones desfavorables.
Como bien lo señaló el ingeniero Omar Carreón Abud, en el discurso inaugural de este evento: “La práctica de las bellas artes engrandece al hombre, le hace saber que no sólo puede repetir movimientos y procedimientos monótonos y rutinarios previamente diseñados por quienes controlan los procesos productivos, o mantenerse criminalmente ocioso por la desocupación masiva, sino que es capaz de crear algo nuevo, importante y grandioso, con su cerebro y con sus manos. La práctica del arte libera; por eso, quienes requieren esclavos asalariados, tienen proscrito el arte para el pueblo y lo conservan sólo para las élites”.
Precisamente, ese aspecto señalado aquí es medular para entender esta importancia: si se establecen todas las bases para el pleno desarrollo del ser humano, si se puede lograr un sistema de producción que contemple la formación integral de las personas, éstas pueden trascender al desarrollar todas sus capacidades creativas, solidarias, en general, las cualidades humanas.
Lo segundo que se requiere resaltar, en la justa dimensión de los hechos, es el trabajo político, social y económico, dentro de los cuales está el aspecto educativo, que desarrolla el Movimiento Antorchista, en Tecomatlán, donde se resume el proyecto de una sociedad humana que puede desarrollarse en todo el país. Como bien lo comenta el maestro Gerardo Becerril: “el desarrollo de Tecomatlán es lo que se quiere para el país; por eso, el maestro Aquiles Córdova Morán y la organización antorchista trabajan en las escuelas porque es lo que se quiere para todos los estados, para todos los municipios, que a los jóvenes se les enseñe arte, deporte, en este caso el teatro, la danza, y ahí, de alguna manera, ese es el trabajo más importante de la organización, interesarlos, que a ellos les guste”.
Efectivamente, en Tecomatlán convergen alumnos de diferentes lugares, de la montaña de Guerrero, de Oaxaca, de las comunidades más humildes de Puebla, porque encuentran en este lugar la alternativa para cursar sus estudios en los diferentes niveles que aquí ofrecen sus servicios, desde el preescolar hasta la formación profesional y en cada uno de ellos, se observan las mismas características; la planeación para ofrecer una formación integral en cada una de sus instituciones.
En este lugar, cuna del antorchismo, encuentran el albergue que requieren para no hacer de las distancias y las carencias económicas un gran obstáculo que les impida continuar con su preparación académica; Tecomatlán extiende su brazo solidario para que los hijos del pueblo tengan acceso a su formación integral que contempla el desarrollo de su intelecto y de sus capacidades humanas a través de la ciencia, el arte y el deporte.
Imaginemos un país en el que cada niño tenga asegurada su educación, que no se vea en sumergido en el hambre y la miseria que castiga con severidad a las paupérrimas comunidades serranas y urbanas, que tenga, en los hechos y no en la demagógica retórica, las condiciones adecuadas para desarrollar todas sus potencialidades intelectuales, físicas y estéticas; seguramente tendría todas las características del modelo que hoy se desarrolla a pesar del asedio, del cerco que ha tendido el actual gobierno, para ahogar este valeroso ejemplo, antes de que otras comunidades la emulen.
Por último, sucede con Shakespeare lo mismo que con otros pensadores cuyas obras trascienden las fronteras territoriales porque saben captar la esencia de los fenómenos sociales. Si seres creativos como los maestros, Gerardo Becerril y César Zárate Rodríguez, quienes, siguiendo el consejo del ingeniero Aquiles Córdova de retomar a uno de los grandes exponentes de la cultura universal y adaptarlo a las condiciones de nuestro país, para que la gente entienda mejor el mensaje, lograron desarrollar esta excelente obra inmersa en la realidad mexicana, así ha sucedido con otros, por ejemplo Marx, para estudiar los problemas de cada sociedad a la luz del materialismo dialéctico, seguramente, el ejemplo de Tecomatlán superará todos los obstáculos que hoy impone la nueva mafia en el poder, para diseminar si ejemplo en cada rincón de nuestra sufrida patria.
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