MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Zafarrancho en el estadio Corregidora, degradación del “deporte”

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“Mente sana en cuerpo sano”, reza una de las frases populares que reconoce que el deporte desarrolla, en quienes lo practican, la disciplina para alcanzar metas, un espíritu de esfuerzo y sacrificio, además de desarrollar la capacidad intelectual.  Un deportista es, o debe ser, una persona pacífica, tranquila, solidaria. Entonces, ¿cómo explicarnos la gresca del sábado 5 de marzo en el partido de futbol entre los Gallos blancos de Querétaro vs. el Atlas de Guadalajara?

Es del dominio público que, en el estadio Corregidora en la ciudad de Querétaro, durante la Jornada IX de la Liga MX, pasado el minuto 60 del encuentro, se suspendió el partido por la gresca iniciada en las gradas, luego se trasladó a la cancha, donde la Barra “La Resistencia”, seguidora de los Gallos Blancos arremetió con botellas, palos, tubos, sillas y hasta pistolas, dicen, a los seguidores del Atlas, quienes portaban la camiseta de su equipo. (nota Milenio).

Las agresiones se dieron en cuatro puntos: en la entrada al estadio, en las gradas, en la cancha y en la salida del estadio. Saldo oficial 22 heridos, tres en estado de gravedad; pero, según los asistentes, hay más de 34 muertos (que las autoridades ocultan para que la Liga MX no desafilie al equipo porque eso traería pérdidas millonarias a los dueños) y varias decenas de herido. 

Un seguidor de los Gallos declaró al periódico Reforma (nota 6-III): “que un líder de los huachicoleros de San Juan del Río, Qro., conocido como “El Beto” llevo a miembros de su banda para agredir a los de la Barra 51”; “la bronca viene desde noviembre cuando en el estadio Jalisco de Guadalajara mataron a uno de los sicarios de “El Beto”.

Las broncas en los estadios no son nuevas, muchos recordamos a la famosa porra del Atlante que solía terminar los partidos echando pleito, no importaba si el Atlante perdía, ganaba o empataba; o a los hermanos Puente, que les gustaba dirimir sus diferencias con otros jugadores a golpes (bueno, eso en la década de los 70’), pero lo que pasó el sábado pasado rebasa todo límite.

Debemos recordar que ser deportista no es los mismo que ser aficionado a ver cómo los demás hacen deporte. Ser deportista implica hacer ejercicio, desarrollar el cuerpo y la mente; mientras que ser aficionado, es permanecer sentado por horas viendo como otros practican un deporte, mientras comen frituras y tomaban cerveza. 

Los partidos de futbol, y de muchas otras disciplinas deportivas, se han convertido en espectáculos cuyo objetivo es obtener pingües ganancias para los dueños de los equipos, por un lado, y por el otro buscan atraer la atención del pueblo, distraerlo de la defensa de sus intereses y de los problemas sociales, o buscar la explicación de su situación económica y sus carencias. 

Como decían los romanos: “al pueblo pan y circo”, aunque a los mexicanos solo nos dan circo.

Lo más grave, lo más preocupante de la trifulca en el Corregidora, es hasta dónde ha llegado la influencia de los grupos delictivos, de las organizaciones mafiosas, que hoy dirimen sus diferencias a plena luz del día, frente a miles de espectadores y sin que las autoridades intervengan. Es un ejemplo de la política de AMLO de “abrazos, no balazos”

Solo el pueblo organizado y consciente podrá cambiar esta situación cuando se decida a actuar al unísono no solo para protestar porque las autoridades dejan hacer a la libre a los grupos delincuenciales, sino para impulsar un verdadero cambio en México, que incluya la construcción de una sociedad verdaderamente humana en donde no se ponga en peligro la vida de inocentes que acuden a divertirse a los estadios o a cualquier otro espacio público.

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