A cuatro meses de terminar una farsa llamada Cuarta Transformación, e iniciar otra igual, quien la dirige sigue haciendo de las suyas; con el ánimo sinvergüenza que le caracteriza, puesto que a estas alturas, ante las tempestades que se avecinan, se le sigue haciendo difícil presupuestar o dirigir recursos para las graves afectaciones que dejan los desastres naturales, aunque vocifere lo contrario.
He aquí el recuento de los hechos: el 2 de abril de 2020, ordenó a todas las dependencias y entidades de la administración pública federal, a la oficina de Presidencia, así como a los tribunales agrarios, llevar a cabo los procesos correspondientes para extinguir los fideicomisos públicos con el argumento infame de combatir un supuesto despilfarro de bienes y recursos nacionales.
En octubre de 2023, se anunció el “Programa para el Fondo de Desastres Naturales” como sustituto del Fonden, con un presupuesto estimado para 2024 de 18 mil millones de pesos.
El Gobierno de AMLO se encargaría de la administración de los recursos con eficiencia, eficacia, economía, transparencia y honradez, para satisfacer los objetivos a los que están destinados (es verdaderamente inútil ante esta tarea).
El jueves 7 de octubre de 2020, legisladores de Morena desaparecieron por mayoría de votos, 109 fideicomisos por un valor de 68 mil 400 millones de pesos, que pasaron a manos del Gobierno federal.
Por mencionar a algunos, sin menospreciar como el gobierno y la bancada morenista lo hizo, tenemos el Fondo de Cooperación Internacional en Ciencia y Tecnología, Fondo de Innovación Tecnológica de la Secretaría de Economía, Fondo de Financiera Rural, Fideicomiso Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), Fondo Sectorial para la Innovación, Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento, Fondo Institucional del Conacyt, Fondo Sectorial de Investigación Ambiental, Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral, Fondo Metropolitano, el Fondo Nacional de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Fondo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, así como el Fondo Sectorial de Investigación para la Educación, y el que causa más incertidumbre, aflicción y quebranto: el Fondo de Desastres Naturales, Fonden.
El 21 de julio de 2021, oficialmente el Fonden desapareció luego de que la Secretaría de Hacienda (SHCP) publicara dicho acuerdo en el Diario Oficial de la Federación (DOF).
Habría que recordar a fondo el propósito inicial de la creación del fideicomiso Fonden para ejecutar las obras de reconstrucción de la infraestructura dañada por desastres naturales.
En 1995, Opal y Roxanne acabaron con la península de Yucatán, Tabasco y Veracruz; Campeche sufrió las peores inundaciones que no había aquejado desde 68 años atrás, sumándole la suspensión total de extracción petrolera, causando así cuantiosísimas pérdidas, y para rematar, el exterminio de la carretera que une el continente con Ciudad del Carmen, al grado de la incomunicación.
Y eso no fue todo: precisamente en 1995 se presentó una de las peores crisis económicas que ha padecido México, iniciada en diciembre de 1994. El PIB se contrajo en más del 6%, el gobierno que encabezaba Ernesto Zedillo se obligó a reasignar presupuesto para reconstruir con urgencia la carretera y destinar recursos para vivienda de la población marginada víctima de tal devastación, lo que afectó en consecuencia el plan de infraestructura 1995-2000.
En ese entonces, el único programa que existía era el famoso plan DN-III, creado y empleado por la Secretaría de Defensa Nacional, puesto en marcha desde 1950 con la finalidad de dar atención a damnificados de catástrofes naturales al momento, es decir, de auxilio al instante y no un plan de reconstrucción de infraestructura pública o edificaciones de estratos más marginados.
En fin, ese fondo de reserva ante desastres que produce la naturaleza, si no reparaba en su totalidad el daño, por lo menos lo aliviaba; los damnificados eran asistidos con vestido, calzado, alimentos, vivienda, rehabilitación eléctrica, etcétera.
Y eso en la zona de estrato social más bajo, que cabe resaltar, desde siempre y hasta que el socialismo toque nuestras puertas, serán los más afectados de todo tipo de embestida, natural o provocada.
Por fin, en octubre de 2023, se anunció el “Programa para el Fondo de Desastres Naturales” como sustituto del Fonden, con un presupuesto estimado para 2024 de 18 mil millones de pesos, sin contar según las cuantiosas transferencias a diferentes dependencias y entidades federales, para acciones inmediatas posdesastre, programas de reconstrucción, o atención de emergencias, etc. Y eso porque el huracán “Otis” en un solo día acabó con las playas de Guerrero, si no, hubiese llegado 2025 y seguirían pensando en cuántos centavos asignarle al programa.
Como podemos ver, no es dinero suficiente como para mitigar la desgracia ocasionada por “Otis”, que, económicamente hablando, ascendió a 16 mil millones de dólares, que en pesos mexicanos son 290 mil 699 millones 200 mil pesos. Ni para el arranque; prueba de ello es que en pleno 2024, siguen los damnificados viviendo en lo más deplorable de la miseria.
Ya estamos a la mitad de 2024, y el estropicio que realizó “Alberto” no es cosa menor, y ahí están las dolencias de los más pobres sin resolverse. Suma y sigue: nuevamente un huracán azota las costas del Pacífico, como en 1995.
La pregunta de esos 16 mil millones es: ¿Un programa de 18 mil millones de pesos remediará, moderará o por lo menos suavizará los daños causados por estos tres desastres naturales?
La respuesta es sencilla: no, no mitiga de ninguna forma los perjuicios. No hay argumentos suficientes para decir que de alguna forma ayudan esos centavos, no para los millones de mexicanos afectados.
Se va un loco con pistola, y nos llega la ciencia andante, una que sí piensa, también para mal, pero al fin ciencia. Los mexicanos sólo esperamos que un presupuesto tan necesario, urgente y alentador como era el Fonden, retorne. Y si no sucede, nos verán en las calles como un solo hombre, para exigir lo que humanamente merecemos.
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