Es reprobable e inadmisible que en un país como México, que es propenso a fuertes fenómenos naturales, no exista una planeación eficiente y, sobre todo, recursos para hacer frente a desastres. Las recientes noticias hablan de inundaciones devastadoras, incendios forestales descontrolados y tormentas cada vez más intensas.
Lamentablemente, ante lo que se está viviendo en este momento en los estados afectados, es imperdonable que no exista un plan eficaz de prevención y reconstrucción.
No podemos negar que esto es consecuencia del cambio climático, que afecta gravemente al planeta con los cambios de temperatura y los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, elevando el nivel del mar y provocando la acidificación de los océanos, dejando un rastro de desastres naturales que nos recuerdan, de manera brutal, que la naturaleza es una fuerza inquebrantable.
Lamentablemente, las políticas del actual gobierno de la 4T siguen desconectadas de la realidad y de las necesidades de las personas que en estos momentos lloran por la pérdida de sus seres amados y de sus pertenencias, adquiridas con mucho esfuerzo y sacrificio.
Precisamente, esas malas decisiones de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, empecinada, al mismo estilo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, en sostener que los fideicomisos como el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) eran “la caja chica de unos cuantos” y que quien los defienda defiende la corrupción —de hecho, su extitular, José María “Chema” Tapia Franco, ahora es morenista—.
Pues bien, ese recurso, que sumó más de 50 mil millones de pesos, y otros fideicomisos más fueron canalizados a obras faraónicas (mal planeadas, por encima de su costo original y que no les han dejado beneficios a los mexicanos) y a programas de corte asistencialista y electorero, con el único fin de comprar conciencias y controlar al pueblo humilde y trabajador; pero de eso no se dice nada; al contrario, son protegidos desde las esferas del alto poder, donde gobernantes, presidentes municipales, senadores y hasta diputados locales y federales de la 4T han salido a la luz pública por escándalos de corrupción, enriquecimiento ilícito y trato con el crimen organizado.
De esos recursos se han servido muchos políticos de renombre de la 4T, dejando a un lado las necesidades del pueblo. Por ejemplo, el Fonden, creado en 1996, tenía como objetivo proporcionar apoyo a los estados y a las entidades de la administración pública federal en tiempos de catástrofes naturales.
Este fideicomiso desempeñó un papel vital para la población afectada, al suministrar auxilio y asistencia, con su activación mediante declaratorias de emergencia o desastre.
Sin embargo, a pesar de su importancia, las familias de los estados de Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí, Puebla, Querétaro, entre otros, necesitan que se les auxilie por las consecuencias del diluvio que azotó hace unos días; al día de hoy, según cifras oficiales, suman al menos 64 personas fallecidas a nivel nacional e igual número de desaparecidos.
Ante esta situación, se han sumado cientos de colectivos humanistas —entre asociaciones civiles y fundaciones— para ayudar a las personas afectadas.
Lamentablemente, ante lo que se está viviendo en este momento en los estados afectados, es imperdonable que no exista un plan eficaz de prevención y reconstrucción. Es en estos momentos de crisis, de dolor, de impotencia, al ver a las familias pidiendo ayuda con lágrimas en los ojos para poder comer o para pedir un vaso con agua, cuando no debemos olvidar este fideicomiso que desde Palacio Nacional ordenó eliminar bajo el argumento de que era un fondo lleno de corrupción.
Es aquí cuando nos acordamos del extinto fondo de desastres naturales, que tenía como objetivo ayudar a los estados y municipios cuando estos eran abatidos por la naturaleza.
En tiempos pasados veíamos al presidente de la república actuar con prontitud y planificación en los lugares afectados, y apoyar a la gente con víveres y un sinfín de apoyos que ayudan a hacer menos trágica la situación de las familias; ahora sólo vemos a una gobernante simuladora, mentirosa e incompetente que, a diario, en sus “mañaneras del pueblo” sólo se dedica a descalificar lo pasado, pero omite lo hecho en los siete años de gobierno morenista, que en nada ha ayudado al pueblo de México.
Por el contrario, la pobreza aumenta, no hay empleos justos y bien remunerados, nuestra economía se resquebraja; corrupción, enriquecimiento ilícito, nexos con el crimen organizado e influyentismo: ese es el verdadero rostro de la 4T, con la mandataria Claudia Sheinbaum a la cabeza.
Desde el principio ya se pronosticaba que con la 4T sería un desastre para los mexicanos; sólo era cuestión de tiempo para sentir sus efectos. Caso contrario con los fenómenos de la naturaleza, que son impredecibles y sólo se pueden anticipar por minutos.
Precisamente, para hacerles frente a esas contingencias, la 4T, a la mala, eliminó todos los recursos y fondos para ayudar a los damnificados y reconstruir sus viviendas, así como la infraestructura dañada, como carreteras, edificios públicos y hospitales, entre otros.
En estos tiempos, la amarga experiencia nos ha dicho que, una vez ocurrido el fenómeno natural, las autoridades federales o estatales parecen no inmutarse para ayudar a los damnificados; pero, al poco tiempo, ya cuando ha dejado de ser nota periodística y ya no se tiene la presión de la opinión pública, el gobierno se desentiende de la ayuda a las familias afectadas, que lo han perdido todo.
La extinción de los fideicomisos marcó un cambio significativo en la gestión del dinero destinado a la respuesta ante desastres naturales en el país, y las medidas propuestas parecen indicar una falta de racionalidad y de sensibilidad política, porque lo más importante es perpetuarse en el poder al costo que sea, “maicear” al pueblo y ponerlo a su servicio, aprovechándose de sus necesidades y miseria.
Ante esta triste realidad, los mexicanos, a través de la historia, han demostrado ser un pueblo aguerrido y trabajador; sin embargo, necesitan salir de su atraso y miseria, males que propician que, al último, paguen justos por pecadores.
Necesitan estudiar y transformar la realidad, y, para que no siga habiendo injusticias como la que estamos enfrentando, el pueblo tiene que ser protagonista de su propio destino y emprender el camino hacia una patria más justa y próspera, que garantice oportunidades y protección de los derechos humanos de las mayorías.
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