El pasado 21 de marzo, el gobierno de la 4T, echó la casa por la ventana, en el evento de inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), conocido como el aeropuerto de Santa Lucía.
A todos nos queda claro que para el desarrollo de un país es fundamental contar con la infraestructura necesaria para el movimiento de los productos ya sea de exportación o de importación. También es indispensable tener los medios para que los ciudadanos, sean empresarios nacionales o internacionales, turistas o cualquier persona con necesidad de viajar a cualquier parte del país o del mundo, lo pueda hacer con la mayor rapidez, facilidad y seguridad.
Con esa visión los gobiernos anteriores pretendieron construir un moderno aeropuerto que cumplía con estas expectativas, el malogrado aeropuerto de Texcoco, conocido como Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), obra a la que el actual presidente se opuso, con el pretexto de que era un proyecto lleno de corrupción; el problema es que nunca lo comprobó y terminó por cancelarlo en noviembre de 2018.
Según la auditoría Superior de la Federación (ASF), esa decisión de cancelar el proyecto costó más de 332 mil millones.
Sabemos ya la historia del nuevo aeropuerto recién inaugurado, una obra que costó, en números redondos, incluida la cancelación de NAICM, según la ASF, 445 mil 327.7 millones, cantidad muy por encima del presupuesto inicial.
Pero eso no es lo importante, el asunto trascendente es que el AIFA es una obra inconclusa porque no están en operaciones las tres pistas, no cuenta con todos los servicios, baños, comida, servicio de internet. Los accesos no se han terminado a pesar de los trabajos a marchas forzadas, aún así, el presidente, Andrés Manuel López Obrador cortó el listón inaugural, pues le urge lavar su imagen, después de la estrepitosa caída en las encuestas de aprobación por el escándalo de la casa gris de su hijo. Le urge recuperar terreno para posicionarse y estar listo para la consulta de revocación de mandato programada para el próximo 10 de abril.
Lo que se vio en el acto inaugural fue un capricho más del presidente, un acto de su soberbia, vanidad y de halagos de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y de los gobernadores priistas del Estado de México, Alfredo del Mazo, y de Hidalgo, Omar Fayad, cuyos discursos da pena ajena porque no encontraban palabras para quedar bien con el mandatario federal.
De Sheinbaum se entiende su interés porque hasta ahora es la favorita de López Obrador para que lo sustituya en la silla presencial, pero de los gobernadores del PRI, tal parece que están comprando protección a futuro y por eso quieren quedar bien con quien manda en estos momentos.
En la construcción de esta obra, se cometieron las mismas prácticas que el propio López Obrador criticó a las administraciones pasadas, actos de corrupción en las empresas contradas, asignaciones directas, empresas fantasmas y direcciones falsa, desvíos de recursos y muchas irregularidades, precisamente los mismos actos de corrupción que cuestionaba cuando era candidato y que ahora, como gobernante, no solo permite, sino que hasta solapa a sus colaboradores más cercanos que cometen todo tipo de corruptelas, incluso, sus familiares más cercanos se han visto envueltos en actos de corrupción.
Tal vez todo esto pasaría desapercibido si efectivamente la obra en si fuera funcional, es decir, que cumpliera con las expectativas por las que fue construida, desgraciadamente no es así, además de que no es una obra nueva, pues el aeropuerto ya existía, a este sólo lo remodelaron, a un costo tanto económico como social muy alto porque el gobierno invirtió dinero obtenido a costa de cancelaciones de diversos programas destinados para la sociedad mexicana, solo por capricho y ocurrencia, dinero que mitigaba un poco las penurias de los mexicanos más desprotegidos.
A más de tres años del gobierno morenista, es la primera obra relevante que inaugura, pero desde el inicio de su construcción se vio envuelta en polémica, sin previo estudio de viabilidad, de impacto ambiental, de dejar la construcción y ahora también la administración a manos del ejército, cuya función es distinto por el que fue creado. Además, actualmente, a pesar de ya haber entrado en operaciones, aun no cuenta con la aprobación de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), de la Administración Federal de Aviación (FAA), y de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) para operar vuelos Internacionales.
Sin embargo, por puro capricho y dando muestras de soberbia, al no respetar las normas internaciones el presidente ya inauguro su central avionera, que, según expertos en la materia, no es el mejor del mundo, como dijo la jefa de gobierno de la Ciudad de México, pero sí es el más caro del mundo. El costo, un 35 por ciento más de lo presupuestado inicialmente.
Por último, un dato revelador, de haberse terminado el NAICM, que también estaba proyectado inaugurarlo en este año, tendría una capacidad de movimiento de 70 millones de personas en su primera etapa, la inversión por cada pasajero en su primer año de servicio hubiera sido de 4 mil pesos, mientras que en el Felipe Ángeles el costo por pasajero se eleva a casi 33 mil pesos, aun cuando el AIFA llegue a su máxima capacidad que son de 20 millones de pasajeros, la inversión por pasajero seguirá siendo alta, de cuatro mil pesos. Como vemos, no existe un supuesto ahorro, argumento que también se utilizó para la cancelación del primero.
Desgraciadamente, todavía tenemos que seguir aguantando tres años a este gobierno mal llamado de la Cuarta Transformación, que lo único que sabe hacer es destruir, está destruyendo a un país entero y dejando a las generaciones futuras en la pobreza.
Debemos de acabar con esta burla al pueblo, con este circo gigantesco de muchas pistas y cortinas de humo para engañar a los mexicanos, mientras unos cuantos se llenan los bolsillos. La lección es que nos falta educación política.
Debemos de organizarnos todos los perjudicados por este gobierno de ocurrencias y poner en el poder a dignos y auténticos representantes del pueblo trabajador.
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