"El pueblo necesita instruirse, instruido será rey, ignorante se hallaría siempre bajo una vergonzosa tutela y aquellas castas privilegiadas bajo cuya férula han gemido por tantos años, volverán a aparecer siempre dominadoras y tiránicas, aunque disfrazadas con nuevos títulos y nuevo carácter", Ignacio Manuel Altamirano.
Empezaré esta colaboración con la frase del ilustre guerrerense, orgullo de la nación, que abre cancha al tema que trataré hoy. El que en teoría manda, es el pueblo. El pueblo se constituye en mandante de los gobernantes electos, mientras que estos últimos asumen el papel de mandatarios de la voluntad popular. Sin embargo en los hechos el pueblo es servidor obediente, sumiso con respecto al gobierno y a la clase en el poder.
Y esto ha sucedido en largos periodos de la historia donde los parias, en todo momento y en toca ocasión quedan en el rezago total. Hoy ya son tiempos modernos, sin embargo, vivimos cosas similares con los gobiernos morenistas del municipio de Guadalupe y de Zacatecas capital, que violando artículos importantísimos de nuestra constitución, pero siguiendo a conveniencia y como justificación la línea del presidente de la república, niegan a la gente la solución a demandas elementales por estar organizados en las filas de Antorcha, desconociendo los derechos de asociación y petición, queriendo suprimir en los hechos a la Carta Magna.
La existencia de gobiernos traidores a sus principios y a la constitución se han fortalecido y ayuntado con los ricos en su intención primitiva de explotar a los desposeídos con salarios mínimos, condiciones precarias, y un escenario tenebroso se asoma en el horizonte del campesino y del obrero que busca la oportunidad de progresar en su día a día, pero ellos el gobernante y el poderoso patrón le arrancan de facto toda ilusión y posibilidad de lograrlo.
Aquí hay dos escenarios: uno en el que pocas familias poseen una inmensa riqueza acumulada, a base de la explotación del ser humano y otro en el que una inmensa mayoría de familias en tétrico escenario se cuestiona en sí compran qué comer o compra qué vestir, demostrándose la incapacidad de quienes tienen el poder y no lo usan con justicia.
La falta de unidad y coherencia en el pensar y el más descarado oportunismo arribista, pues, se ha convertido en la virtud suprema de algunos hombres políticos de nuestros días. Pensar que ante tal situación llegará un ser supremo con el bálsamo de Fierabrás a salvarnos, es utopía pura, puesto que se necesita de la organización popular, para tomar el poder político de la nación y despertar a las masas proletarias enajenados por tanto sufrir en su redención.
Hoy lo que falta en México, y en el mundo entero no son lloriqueos ni lamentaciones, quejas o llamados al espíritu solidario de los que todo lo poseen, lo que se requiere es que el pueblo se ponga en pie, que se organice, que no se retire de la lucha y por el contrario se una más, que cierre filas y venza las trabas y acusaciones como las que pone el gobierno federal hasta no obtener entera satisfacción a sus reclamos y necesidades.
Urge que los campesinos, obreros, amas de casa, profesionistas y estudiantes se sacudan de líderes demagogos, que se liberen de partidos políticos que solo los utilizan como carne de cañón en los procesos electorales, que las masas se sacudan el control ideológico que se ejerce sobre ellas a través de los medios de comunicación y que, con su consciencia de clase plenamente recobrada, salgan a dar la batalla por sí mismas, por sus propios intereses.
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