La pobreza alimentaria, así como la pobreza cultural son dos de las caras más brutales de la pobreza, son de las facetas más estridentes e inhumanas que puede padecer una nación. Muy pocos frentes de la mendicidad humana pueden estremecer tanto como ver a alguien chuparse los labios producto de un hambre inaudita, hambre que retuerce las tripas ante cualquier alimento que desfile frente a sus ojos.