MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

AMLITO y el lobo

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Hace algunas semanas en una fondita de mi municipio natal tuve una conversación casual con la señora que atendía aquel negocio. Había en el lugar aquel un ejemplar del diario con más tradición en la zona montañosa, “El Mundo” le llaman, no es conocido por exagerar los hechos ni mostrarse tendencioso, pero tampoco por esconder las cosas. Al llegar a la sección del expediente policiaco miré sorprendido la desaparición de una serie de taxistas sindicalizados de la zona, me sorprendí al encontrar más detalles de los desaparecidos en la descripción de la tendera del lugar: “hace no mucho tiempo esos taxis le hicieron un bloqueo al del MP para buscar a uno de sus compañeros al que también habían levantado”, pregunté ¿los encontraron?, a lo que la señora me respondió sin mucha inquietud “es que a esos ya no los encuentran, ellos saben quiénes se los llevan, cómo los pierden y dónde los tiran”... en ese momento mi reacción fue entre una mezcla de tristeza y desconcierto.

Hace algunos años, cuando muchos medios ilustraban sus portadas con imágenes muy fuertes y alusivas a muertes o atentados violentos, la discusión se orientaba en las graves afectaciones que estas alarmantes imágenes dejaban en los espectadores, se hablaba estruendosamente de la desensibilización a la violencia, la pérdida del tacto ante sucesos a los que muchos civiles jamás se habían enfrentado. Hoy esa desensibilización es más dolorosa aún al ver que no solo se ha perdido la capacidad de distinguir entre la normalidad y una masacre a pleno día. La violencia, emanada de la pobreza, es una herencia de la cual la 4T no ha podido deshacerse y aun en estos días corre con tanta normalidad que cualquier nivel de gobierno afín al morenismo poco hace por combatir las señas de violencia en el país al grado de parecer una descarada complicidad.

Volvamos al punto para no perder la idea, y es que al parecer la desensibilización con la que la gente se refiere a la violencia o a los atentados provocados por la delincuencia organizada no es lo único que se ha perdido en los últimos años entre la población, hoy la gente pierde una noción más, la de la seriedad con la cual asumir a las autoridades.

Haré aquí un breve paréntesis para recordar cómo en 2020, Andrés Manuel López Obrador rechazó recibir a los integrantes de la “caravana por la paz” encabezada por Javier Sicilia y Adrián LeBarón en protesta por los niveles de violencia que persisten en el país. El presidente comentó: “no los voy a recibir yo, los va a recibir el gabinete de seguridad para no hacer un show, un espectáculo, no me gusta ese manejo propagandístico…Tengo que cuidar la investidura presidencial como decía don Adolfo Ruiz Cortines, no soy yo, es la investidura”. ¿Pero esta declaración tuvo algo de cierto o solo una excusa para salir al paso?

“Es que ya no sabemos qué es cierto y qué no” me comentó la señora de la fonda, “yo voté por él, en mi familia votamos por Cuitláhuac, y a todo le dimos en morena, porque a los otros pues ya les tocó robar”, ante mis preguntas sobre algunas ocurrencias del presidente en estos tres años como la rifa, el huachicol, los robos de sus hermanos o las ocurrencias del presidente ante la covid-19, a casi todo la señora respondió, “es que pues sí lo he visto pero ya ni atención le pongo”. El presidente ha hecho de su larga serie de ocurrencias un callo en la gente que prácticamente ha convertido a los temas verdaderamente serios en temas prácticamente invisibles.

El arduo bombardeo con que el presidente bombardea a los mexicanos con mentiras y ocurrencias han desdibujado el espíritu crítico de los mexicanos a niveles absurdamente groseros. Apenas la semana pasada, cuando el presidente salió de su tribuna por su contagio de covid-19: dos actores demostraron su interés por robarle foco al primer mandatario con el arma de las ocurrencias, por un lado el Instituto Nacional Electoral con su caricatura de Chipotle intentando explicar las razones por las cuales se le ha calumniado al instituto y su “elevado presupuesto”, por el otro el nuevo gobernador de Nuevo León y su esposa, la influencer Mariana Rodríguez adoptando por un fin de semana a un menor del DIF de la entidad. Aunque queda claro que fueron situaciones completamente distintas, dos cosas quedaron evidenciadas:

1) las críticas que la 4T pudiera hacer a las ocurrencias de otros, como en este caso al INE, han quedado completamente invalidadas, nadie ha secundado el sabotaje de la caricatura del chipotle por razones evidentes, y es que ¿con qué cara MORENA y la 4T reprochan el uso de una caricatura para promoción política si ellos lo han hecho prácticamente para todo como la Susana Distancia?

2) queda claro que el uso de un menor como promoción política y transgrediendo los derechos del menor es un delito grave, pero si algo consta hoy, es que este escándalo le ha resultado muy barato al gobernador neoleonés, pues en su estado ha replicado el modelo de comunicación del gobierno federal basado en las ocurrencias a tal grado que hoy sus gobernados no ven con malos ojos este tipo de sucesos.

Esto es algo que debe preocupar, claro, y es que con el nefasto uso del discurso-mentira por aplauso implementado por AMLO y la 4T, se ha conseguido desgastar y desgarrar la investidura hasta llevarla al borde del absurdo, al grado que el pueblo de México no se preocupa tanto de estas situaciones y las deja pasar como superficialidades aunque a veces estas no lo sean. Esto es peligroso si tomamos en cuenta los atropellos que el actual gobierno está llevando a cabo sin causar un alboroto como: las primeras expropiaciones en territorios y tala de más de 20 mil árboles en áreas de interés para la construcción del Tren Maya; la promoción de un acusado de acoso para ocupar una embajada o que el probado violador Felix Salgado Macedonio sea el principal promotor de la consulta de revocación del presidente; o el saqueo por medio de diezmos que la secretaría de educación hizo en la administración municipal de Texcoco.

AMLO ha dañado con sus mentiras y ocurrencias la investidura presidencial al grado que no podrían responder moralmente si un nuevo gobierno hiciera lo mismo, algo así como en el cuento del mentiroso Pedro y el lobo. El presidente parece no tener en cuenta que todo el escenario que ha despegado sirve la mesa a un gobierno igual o peor de perjudicial para el pueblo que el que él encabeza. Es tarea del pueblo abrir los ojos al pueblo y estar alerta de los riesgos de seguir creyendo en las mentiras, en la anécdota de Pedro y el lobo, la bestia se come a Pedro y todos a su alrededor, no nos permitamos ser la presa, aún hay tiempo de corregir. 

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