Una de las banderas del hoy presidente de la República, con la cual logró seducir a millones de mexicanos, y así ganar la elección, fue la lucha contra la corrupción. México vivía (y vive aún) una etapa de crispación social, política y económica, producto de los muchos excesos de los gobernantes en turno, entre ellos, sin duda, innumerables actos de corrupción y de abuso del poder, además de una negativa irreductible para atender las demandas sociales, y el incremento permanente de la pobreza; la falta de empleo, salud, educación, vivienda, salarios miserables, etc., llevaron a la conclusión de que un “cambio” de partido en el poder traería consigo el bienestar general de la población, pero sobre todo si se empoderaba al partido que tenía como su candidato a uno que pretendía y prometía ser el “mesías”, que aseguraba que en su gobierno serían “primero los pobres”, y remachaba que el problema principal de México era la corrupción.
Desde que el señor López Obrador andaba en campaña, Antorcha manifestó su opinión ante la ciudadanía, haciéndole claridad que el principal problema que enfrentaba y sigue enfrentando nuestro país no es la corrupción, que ésta solo es efecto del modelo económico en vigor; que el problema principal, y que todo gobierno leal y verdaderamente del pueblo debe proponerse combatir, es la pobreza y la enorme desigualdad económica y social entre sus habitantes, producto del alto grado de la concentración de la riqueza social; la maquinaria del Estado, como estaba y como sigue funcionando hasta hoy, produce riqueza para unos cuantos, pobreza y falta de oportunidades para la inmensa mayoría de los mexicanos, y también corrupción y muchas injusticias. Pues bien, decir la verdad, tratar de desengañar a los ingenuos y dar elementos de análisis a los incrédulos, así como ser la organización de masas más vigorosa del país, a la que AMLO siempre ha visto con recelo por considerarla como “competencia” hacia su mesianismo y para su proyecto político, nos costó ser la organización social más perseguida y calumniada, por el propio presidente de la República y toda la 4T, sus chairos, aplaudidores, oportunistas y calumniadores profesionales a sueldo.
Hoy, a tres años en el poder de AMLO y su partido, podemos decir, como reza el adagio popular, que “cae más pronto un hablador que un cojo”. Los hechos y los escándalos están a la vista, excepto para aquellos que aún tienen la venda en los ojos y cuyo fanatismo obnubila su capacidad de razonar y pensar correctamente; aquí algunos ejemplos:
De lo dicho que “primero los pobres”: a tres años de gobierno hay más pobreza en México. Según cifras oficiales, entre 2018 y 2020 pasamos de 51.9 a 55.7 millones de mexicanos en pobreza ¡casi 4 millones más de pobres! La nota de El Economista (6 de agosto de 2021), nos informa que: “La población mexicana que se encuentra en algún grado de pobreza pasó de 41.9% en 2018 a 43.9% del total de habitantes durante el 2020. De acuerdo con Coneval, se registraron incrementos importantes en tres de las seis carencias sociales que se evalúan: salud, alimentación y educación [...] adicionalmente el 23.7% de los mexicanos están en vulnerabilidad por carencias sociales y 8.9% están vulnerables por ingresos”. Es decir, ¡41.5 millones más! Continúa la cita: “Las cifras denotan una mayor desprotección en la salud a los mexicanos[...]un aumento de 12.0 puntos porcentuales en la carencia por acceso a los servicios de salud, que pasó de 16.2% a 28.2%”. Así qué, ¿dónde ha quedado su dicho de que “primeros los pobres”?
De su “combate a la corrupción”, hemos visto, como ya algo he adelantado en colaboraciones anteriores, a “Pío López Obrador, recibiendo paquetes de billetes e igualmente su otro hermano, Ramiro López Obrador, y, con importantes contratos, su prima Felipa Obrador y hasta su cuñada, Concepción Falcón, desfalcando al erario de su natal Macuspana, Tabasco”. En estos casos no se sabe que exista siquiera alguna carpeta de investigación; todo queda en familia. Además, mantiene dentro de su gabinete a gente muy representativa de la corrupción en los gobiernos anteriores, como Manuel Barlett.
Ahora, para demostrar, nuevamente, que el eslogan que usó para su campaña, fue frase hueca para atarantar incautos, tenemos el caso de su paladín, el garrote de la UIF (Unidad de Inteligencia Financiera) contra sus adversarios, su “zar anticorrupción”, que resultó ser igual que los demás. Así lo señala el portal ejecentral en su publicación del pasado 13 de noviembre: “…No le entregaba (Santiago Nieto) todas las pruebas a la Fiscalía. Después, llegaron los señalamientos de dinero que se pedía a empresarios desde la UIF. Los últimos casos: un empresario dedicado a elaborar facturas, otros con empresas papeleras y dos más dedicados al outsourcing. En todos los casos se pidió dinero por descongelar las cuentas y no presentar toda la documentación ante la Fiscalía, entre 2 y 15 millones de pesos”. ¡Esto sí son moches y piquetes de ojo!
Pero aún más, de acuerdo con la misma fuente: “… Pero luego Nieto se compró una casa en San Ángel, un costo que dijo no superaba los 22 millones de pesos, pero que investigaciones de inteligencia la tasaron entre 24 y 26 millones de pesos. Y de acuerdo a los ingresos de Santiago Nieto era difícil adquirir aunque fuera a través de un crédito […] Una información adicional llegó al escritorio presidencial. La forma de obtener dinero aparentemente fue muy bien elaborada, explicaron dos fuentes que conocieron de las tarjetas, y fue a través de personas de confianza que colocó en las distintas direcciones generales de la UIF”. De acuerdo con varios columnistas nacionales, no fue la boda de lujo lo que tumbó a Santiago Nieto de la UIF, sino sus ya insostenibles e inocultables actos de corrupción. Ese mismo Santiago que seguramente por órdenes de AMLO se atrevió a acusar a destacados y honestos dirigentes antorchistas de huachicoleros; ese mismo presidente que queriendo desprestigiar lo único noble y bueno que tiene el pueblo de México, su organización en un movimiento grandioso como lo es el Movimiento Antorchista, grita ¡al ladrón, al ladrón!, siendo que lo tiene en casa. En fin, la salida que tenemos los mexicanos sigue siendo, a pesar de que no guste a algunos porque significa esfuerzo, lucha y trabajo, es la organización del pueblo, y lograr que realmente gobierne alguien nacido de sus entrañas.
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