El pasado 1º de septiembre, desde Palacio Nacional, la presidenta de la república, Claudia Sheinbaum Pardo, habló sobre su primer informe de labores, donde además de remarcar sus logros como la incorporación de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, la Reforma al Poder Judicial, la Reforma al artículo 2º para reconocer a los pueblos indígenas y afromexicanos como sujetos de derecho público, las Reformas para evitar nepotismo o reelección en la sucesión inmediata de cargos de elección popular, entre las demás “N” Reformas, no dejó de lado engalanarse de ser “la primera mujer Presidenta”, —hecho donde no está lo malo—, sino más bien en referir que “todas las mujeres mexicanas llegaron al poder”; algo que sólo es humo, porque la realidad es que con la llegada de Sheinbaum, las condiciones de las mujeres siguen igual, no son distintas.
Si la presidenta quiere realmente cambiar las condiciones de las mexicanas, debe apostarle a trabajos seguros, garantizar viviendas dignas, seguridad y, por supuesto, infraestructura en sus asentamientos.
La situación para las mujeres en nada ha cambiado: el hecho de que una mujer haya llegado al puesto de máxima autoridad del país no es más que humo a los ojos de las mexicanas. Veamos, de acuerdo con el reporte de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), donde el mercado laboral perdió 1.3 millones de empleos en el mes de agosto, las mujeres fueron las más afectadas, pues seis de cada diez ocupaciones perdidas fueron de mujeres, al descender a 24.3 millones de mujeres ocupadas; es decir, en lugar de aumentar, se habla de un dato más bajo desde febrero de este año.
En términos generales, la población desocupada fue de 1.8 millones de personas, una reducción anual de 73 mil, de las que la desocupación de mujeres se ubicó en 834 mil en agosto de 2024 y en 774 mil en agosto de este año. De esto, se desglosa que, de las y los desocupados, el 11.2 % no contaba con estudios completos de secundaria y las personas con mayor nivel de instrucción representaron 88.5 %.
Y, por si fuera poco, el lugar en el que se desempeñaron fueron trabajos pesados, toda vez que, según el informe de la ENOE, la población ocupada por sector de actividad económica se distribuyó de la siguiente manera: los servicios concentraron 26.0 millones de personas (43.7 %); el comercio, 11.7 millones (19.7 %); la industria manufacturera, 10.0 millones (16.8 %); la agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca, 6.3 millones (10.6 %); la construcción, 4.7 millones (7.8 %); y otras actividades económicas —que incluyen la minería, electricidad, agua y suministro de gas—, 439 mil (0.7 %).
En tanto, 355 mil personas (0.6 %) no especificaron su actividad. Con lo que, en comparación con el mismo mes de 2024, los sectores con mayor crecimiento en su población ocupada fueron los siguientes: transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento, con 303 mil, y comercio, con 163 mil personas.
Estos datos reflejan qué tan lejos estamos, con la falsa idea de que sólo por el hecho de que una mujer llegó a la Presidencia de la república las cosas iban a cambiar, o mejor dicho, que se eliminaría la desigualdad entre las mujeres mexicanas.
Así, en lugar de presumir ese “mérito”, considero que si la presidenta quiere realmente cambiar las condiciones de las mexicanas, debe apostarle a trabajos seguros, garantizar viviendas dignas, seguridad y, por supuesto, infraestructura en sus asentamientos; sólo podríamos hablar de un avance mínimo, ya que es claro que para lograr una transformación que acabe con la desigualdad que reina en nuestra patria, tendría que darse un cambio del modelo económico, mismo que debe darse con la lucha colectiva entre hombres y mujeres.
Contrario al refrito de Morena de que “combatiendo la corrupción se acaban los males de México”, Antorcha llama a los hombres y mujeres mexicanas a unirnos, estudiar la realidad de nuestro país, conociendo los problemas y, posteriormente, dar la lucha para cambiar esas injusticias y desigualdades.
Basta recordar las palabras de la escritora chilena Martha Harnecker: “Las revoluciones sociales no las hacen los individuos, las “personalidades”, por muy brillantes o heroicas que ellas sean. Las revoluciones sociales las hacen las masas populares. Sin la participación de las grandes masas no hay revolución”; para tener claridad de que lo que dice Antorcha es cierto, ¡hay que unirnos para cambiar las cosas! No creo que haya de otra.
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