Con la tercera onda de calor en México, se han registrado temperaturas de hasta 45 grados en Hidalgo. Con las altas temperaturas, la sequía arrecia. La sequía del año pasado en Hidalgo dejó afectaciones en aproximadamente 120 mil hectáreas, las cuales tuvieron un valor total de 54 millones de pesos, de acuerdo con información de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario de Hidalgo (Sedagroh), principalmente afectó la región de Apan, Valle del Mezquital y la zona de Acatlán donde los campesinos vivieron serias dificultades para lograr el sustento de sus familias.
Sin embargo, desde hace un mes no hay información sobre los niveles de las presas que administra la Conagua en el estado. El Sistema de Monitoreo de Presas y el estado del tiempo son algunos de los servicios que dejaron de estar disponibles para la consulta de información desde el 13 de abril de este año, cuando un supuesto virus infectó el sistema informático de la Comisión Nacional del Agua. A pesar, de este fallo de la institución, los últimos datos recabados no brindan un panorama alentador para el sector agrícola en Hidalgo. El pasado 29 de marzo, la Conagua emitió el último monitoreo de las siete presas que administra en Hidalgo, las presas Requena y Vicente Aguirre tenían los niveles más bajos de los siete embalses; la primera tenía agua en el 20 por ciento de su capacidad, 10.521 metros cúbicos de líquido; y la Endhó tenía agua al 26.2 por ciento, que equivale a 4.659 metros cúbicos de agua.
La situación para los campesinos hidalguenses, este año, se divisa desalentadora. Además, se aproxima la temporada de estiaje que es el nivel de caudal mínimo que alcanzan los cuerpos de agua en épocas del año debido a la disminución de lluvias y aumento de temperaturas, y que corresponde para el 2023 desde mediados de marzo y concluye a mediados de junio; y a la fecha la sequía extrema pega a 10 municipios en Hidalgo y el riesgo de pérdidas mayores en cultivos y pastos y aumento de incendios forestales se mantiene.
Por su parte, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) delegación Hidalgo, se limitó a emitir una serie de recomendaciones como fomentar la disminución del consumo per cápita a través del tandeo de toma obligada; reparar fugas en la red y líneas de conducción; promover obras de captación de lluvias; impulsar el intercambio aguas claras por aguas tratadas; ajustar temporalmente las tarifas; implementar la cultura del agua. Todas estas medidas corren a cargo, en fin último, de la población, encargándose al estado la promoción de las mismas y la inversión en obras y sin embargo, al sector industrial, los mayores consumidores de agua ni se les menciona.
Respecto a acciones de prevención que eviten que se repitan los estragos de la sequía para los campesinos este año no se han mencionado las autoridades.
El evidente abandono del campo ahora más golpeado por la sequía, la poca inversión federal en programas calculados que mejoren la calidad de la infraestructura e insumos y no se limiten, a mediante limosnas y programas asistencialistas, apaciguar el hambre de los campesinos; se evidencia en la dependencia nacional de maíz. En los primeros cuatro años de la 4T, la dependencia de México del maíz amarillo extranjero se disparó 29 por ciento versus el periodo comparable de Enrique Peña Nieto, alcanzando la cifra récord de 37.3 por ciento del consumo interno en el País.
El asistencialismo de los apoyos al campo ha sido denunciado por diversas organizaciones, en su análisis “Situación actual del presupuesto al sector agropecuario 2022 vs 2023”, el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) señala que, aun con el incremento al presupuesto de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), los recursos están enfocados en los programas asistencialistas". “Hay cero presupuesto a Bienes Públicos, es decir, para financiamiento, seguros, tecnificación entre otros, cero presupuesto a coberturas de precios ante una alta volatilidad del mercado de futuros”.
La situación del campo nacional e hidalguense demuestran que es necesario que el Gobierno federal tome acciones concretas que impulsen la producción y hagan frente a la crítica situación ambiental en que cada vez nos sumergimos más y no que se limite a otorgar simples paliativos que muy poco ayudan, cuando llegan, a las familias que ven perdidas sus posibilidades de subsistencia debido al deterioro del campo y a la soberanía alimentaria nacional.
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