Hoy queda más claro que Andrés Manuel López Obrador solo buscó la presidencia para servirse del poder y hoy no acepta ninguna responsabilidad ni da resultados. Quienes están cerca del presidente morenista en sus mañaneras, afirman que se enoja y, con el rostro desencajado, reclama que ningún presidente de la república ha sido tan atacado como él. A cualquier otro jefe de Estado que verdaderamente, de forma honesta, le interese el bien de su país, le debería inquietar que sus gobernados lo vean así, pero no es el caso del presidente de México.
Por eso tenemos que preguntarnos ¿por qué pretende pasar como víctima, en lugar de reconocer su responsabilidad y resolver los muchos y graves problemas del país? Los problemas siguen creciendo aceleradamente y López Obrador sólo se dedica a echarles la culpa a las administraciones pasadas, a todos los demás, antes que asumir su compromiso.
El país está quedando en ruinas. Larga es la lista de problemas que se han multiplicado con el gobierno morenista, pero fundamentalmente, por la estridente caída de la economía y las miles de muertes por covid-19 por una criminal negligencia, por no haber detenido al coronavirus a tiempo como lo hicieron otros países que protegieron a sus compatriotas.
López Obrador llevará sobre su conciencia miles y miles de muertes por la pandemia, por la violencia, que ha aumentado más que nunca y por los feminicidios, aunque diga lo contrario, “que se controló la pandemia…”, “que las mujeres están más protegidas que nunca…” sólo alguien que quiere conservar el poder a costa de lo que sea, puede mentir como miente el presidente. Morena es un barril sin fondo, no hay dinero que les alcance, no por nada se fue sobre los fideicomisos; y los problemas se están multiplicando más que nunca. Por eso los que afirman que AMLO y Morena son los idóneos para destruir a nuestro país, están en lo cierto.
Para conservar el poder, se cobijan bajo la bandera del combate a la corrupción, pero ¿cuál lucha anticorrupción? La lista de los corruptos en Morena no es corta: Manuel Bartlett y su hijo; Rocío Nahle, secretaria de Energía, quién ha otorgado contratos millonarios sin licitación a familiares y amigos; Barbosa, gobernador de Puebla, que fue señalado en la lista de Lozoya; Pío López Obrador, hermano del presidente, famosísimo por los videos muy difundidos recibiendo sobres amarillos llenos de billetes, juntando ilegalmente millones de pesos para la campaña del presidente y que por cierto ya fue absuelto de todo delito; David León, individuo oscuro y con larga historia de corrupción, quién fue catapultado a los grandes puestos del gobierno morenista por el propio presidente; existen otros casos que se conocen y otros que quizá nunca se conocerán.
No hay lucha verdadera contra la corrupción. Obrador engaña a la población entera de México con su falsa bandera. Lo que hay en su lugar es una despiadada persecución desde el inicio de su administración contra todos los que considera sus enemigos y críticos. Él reclama airado en sus mañaneras y exige obediencia ciega a sus designios o en caso contrario la amenaza del linchamiento público a quien se atreva a salir de su redil o difiera de alguna manera con sus órdenes.
La amenaza va para todos, pueblo, intelectuales, periodistas, científicos, empresarios, organizaciones sociales o funcionarios de su propio gobierno. Sus amenazas las cumple puntualmente con acusaciones de corruptos, y después, congelamiento de cuentas, persecución y cárcel. No debemos permitir que el poder político continúe concentrándose en un solo personaje, que además es un resentido social, quien hace y deshace leyes con el fin de beneficiarse él y sus allegados y afectar a quienes considera enemigos.
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