En esta temporada de clausuras escolares, se repite con frecuencia el discurso de que los niños y jóvenes son el futuro. Sin embargo, ¿realmente existen oportunidades para que puedan convertirse en ese futuro prometido? En Hidalgo, cuatro de cada diez estudiantes abandonan la educación media superior; de cada 100 niños que inician la primaria, sólo 52 concluyen el bachillerato y únicamente 34 llegan a la universidad, según datos del secretario de Educación estatal, Natividad Castrejón Valdez. A nivel nacional, la tasa de abandono en la educación superior es del 8.1 %.
Los jóvenes abandonan las aulas porque el sistema les grita que su esfuerzo no será recompensado: no tendrán mejores condiciones de vida o salarios ni tendrán la oportunidad de dedicarse a la investigación.
Cada vez más jóvenes descartan estudiar como una opción viable. ¿Para qué esforzarse si, al graduarse, el destino más probable es el empleo informal? La frase “estudia para ser alguien en la vida” ha perdido peso: incluso con estudios en ingeniería, docencia o tecnología, muchos jóvenes terminan como comerciantes o taxistas, con ingresos que apenas alcanzan los 6 mil pesos mensuales, la mitad del salario mínimo profesional. En Hidalgo, esta realidad se reflejó en la pérdida de 20 mil estudiantes durante el ciclo escolar 2024-2025, principalmente por migración interestatal hacia zonas industriales como el Estado de México o Nuevo León.
El aumento de la informalidad laboral responde, en gran parte, al escaso crecimiento económico. La OCDE estima que México crecerá apenas un 0.4 % en 2025, con contracción industrial y estancamiento en servicios. La inversión privada en maquinaria y equipo se desacelera, ahogada por la incertidumbre económica y la dependencia del mercado estadounidense, que absorbe el 80 % de las exportaciones nacionales. Además, la debilidad en infraestructura y capital humano genera ciclos viciosos, donde la falta de empleos formales alimenta fenómenos como el trabajo infantil —2.5 millones de niños, según Unicef— y el reclutamiento por el crimen organizado, especialmente en zonas rurales.
Frente a este panorama, las soluciones del gobierno son insuficientes. Las becas, aunque promocionadas como respuesta, no garantizan una educación de calidad, menos aún si se otorgan a estudiantes de escuelas sin agua, luz o internet. El programa “La Escuela es Nuestra” apenas cubre mil 800 de las 7 mil 713 escuelas básicas, dejando la mayoría de los planteles sin condiciones dignas.
Las altas tasas de abandono escolar no son sólo cifras: son el reflejo de una crisis estructural donde los jóvenes renuncian a la escuela porque el sistema les niega un futuro laboral digno. La deserción escolar es el termómetro de un modelo económico que convierte sus sueños en frustración. Abandonan las aulas porque saben que su esfuerzo no se verá recompensado: no tendrán mejores condiciones de vida ni oportunidades en ciencia o tecnología. En este contexto, las becas y los uniformes son apenas migajas en un desierto de oportunidades.
Sin una estrategia integral que priorice educación de calidad y empleo formal garantizado, los gobiernos seguirán alimentando el modelo que expulsa a los jóvenes de las aulas y del país. México necesita inversión en productividad, educación y digitalización.
Sólo así se evitará que el futuro de la juventud siga siendo devorado por la informalidad, la migración o el crimen. La verdadera defensa de la patria no está en discursos, sino en construir un país donde ningún joven tenga que cambiar los libros por un volante de taxi o un arma.
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