MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Día de Todos los Santos, una tradición que forja identidad

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El predominio de la sociedad capitalista en México se caracteriza por privilegiar la propiedad privada y el interés propio, por lo que la desigualdad se manifiesta en la acumulación de grandes capitales concentrada en pocas manos y el trabajo asalariado y la pobreza de 100 millones de personas, de acuerdo con lo dicho por el investigador Julio Boltvinik Kalinka. Esto conforma una sociedad dividida en clases sociales, las cuales se identifican con sus tradiciones y costumbres como las que estamos celebrando en estas fechas: el Día de todos los Santos o Día de Muertos, como también se le conoce a la festividad.

Para el capitalismo, esta festividad representa la obtención de grandes ganancias por la venta de mercancías, las cuales ascienden a más de 45 mil 318 millones de pesos, según la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio, organismo que ve en esta tradición la oportunidad de distorsionar esta costumbre mexicana enraizada en 97.9 millones de católicos. De acuerdo a Statista Research Department (septiembre de 2024), por la implementación del Halloween procedente del vecino país del norte, en todas partes se pueden adquirir diferentes tipos de máscaras para que los niños pidan su calaverita e incluso para que los jóvenes luzcan todo tipo de disfraces y hagan de esta tradición una fiesta pagana.

Pero el Día de muertos es para la religión católica una celebración que incluye visitar a los seres queridos que ya partieron y se encuentran en los cementerios y preparar altares con alimentos, veladoras, incienso, fotografías y flores para recordarlos. Es solo durante los días 1 y 2 de noviembre que las almas de los seres queridos pueden volver del más allá para estar cerca de los suyos, según la tradición católica.

En este sentido, desde hace 50 años, el Movimiento Antorchista Nacional promueve la exposición de ofrendas de Día de Muertos, tanto en escuelas como en las comunidades populares adheridas a la organización, con el propósito de que los niños, jóvenes y adultos conozcan a fondo las costumbres y tradiciones del pueblo de México, pues implica, además de enraizar los valores del mismo pueblo trabajador, forjar una unidad que lleve a construir una sociedad en la que todos sus integrantes se puedan desarrollar integralmente para afianzar una conciencia de clase que derive en la transformación del sistema económico, la disminución de la desigualdad, de las injusticias y de la pobreza.

Por ello, en el Estado de México, al igual que en todas las entidades del país, la organización social impulsa esta tradición como actividad cultural: en el municipio de Texcoco, el activismo antorchista celebró el Día de Muertos en la Escuela Preparatoria Número 142, en la que los estudiantes realizaron ofrendas representativas de la cultura maya, la azteca y la mixteca; en dichos eventos también incluyeron la interpretación de canciones y poesías acorde a la fecha, así como un concurso de catrinas. 

En el municipio de Nicolás Romero, en la Escuela Secundaria número 112,  los estudiantes y profesores, montaron una ofrenda prehispánica, en la que se explicó a los padres de familia que el altar tenía la finalidad de iluminar el alma de los difuntos mediante: frutas, alimentos, flores e incienso porque para estas culturas, (Azteca, Zapoteca, Purépecha y Totonaca, entre otras) la verdadera vida de luz y eternidad estaba después de la vida terrenal. 

A este tipo de ofrendas, explicaron, se les conocía como "altar a la muerte" y recibía el nombre de Tzompantli, en el que sobresalían el copal para ahumar el rito funerario; el agua, considerada fuente de vida por los mesoamericanos, para apagar la sed del difunto; la sal como complemento y parte importante de los alimentos; la flor de cempasúchil por su relación directa con el sol, pues de acuerdo con la mitología, fue el dios Tonatiuh quien creó la flor a partir de una joven enamorada a quien le arrojó un rayo de luz para transformarla; el petate, la frutas como el tejocote, mandarina, naranja y caña de azúcar para el alimento de los difuntos.

Para doña Isabel Rodríguez Huerta el 2 de noviembre es muy importante porque es el día que su finado esposo la visita y convive con su familia; por eso su ofrenda luce ya con veladoras, pan de muerto, conserva de camote y calabaza, cocinados por ella misma; fruta, refrescos, dulces y un cuadro en el que, su pareja de vida, luce con una amplia sonrisa.

“Desde pequeña mis padres me inculcaron esta tradición y creo que realmente me visitan mis padres, mi esposo y mis familiares, cada uno según el día; el 30 de noviembre llegan los niños del limbo, el 31 los niños y jóvenes, el primero de noviembre los adultos, a los cuales los despedimos al otro día. Cuando era niña mis padres me engañaban, me hacían creer que, si agarraba fruta, las animas me darían un manazo, esa era nuestra creencia frente a una vida de pobreza. Hoy nadie tampoco toma la fruta o pan hasta el 3 de noviembre, pero ya no es lo mismo, a los alimentos se les va el sabor como se van nuestros difuntos”, añoró la ama de casa que ha pasado esta tradición a sus hijos y espera que sus nietos las sigan.

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