MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Dos años de pandemia y una catástrofe en la educación

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El 23 de marzo se cumplirán por lo que se vive en estos momentos con la pandemia, dos largos e interminables años de incertidumbre social; 53 semanas, para ser exactos, de no saber cuándo libraremos, este contagioso virus del terror llamado SARS- Cov-2, y la catástrofe educativa que inicio con el cierre de escuelas. Pero ya nadie habla de ello, como si ya hubiera una adaptación social al problema.

Es inevitable sentir tristeza y angustia, pero también mucha impotencia por la situación que miles de niños, adolescentes y jóvenes están viviendo en su proceso educativo; pues es irrefutable, que se trata de una verdadera catástrofe; lo digo desde mi postura como madre, docente, ciudadana y activista. Este sector tan vulnerable de la sociedad, está padeciendo una especie de desnutrición intelectual, que pesará por largos años para ellos y para toda la sociedad.

Un estudio de campo realizado durante 8 meses a este sector, justo para comprobar los efectos que ha tenido el cierre de escuelas en los resultados de aprendizaje de los alumnos; se pudo comprobar que los alumnos empeoraron 8.3% su desempeño, ya que en el caso de los que cursaban cuarto grado, no pudieron comprender un texto, cuando en mayo de 2021 sí lo hicieron. Es decir, afectación directa y profunda a la lectura, que ha sido básica en la historia del hombre y de la humanidad, pues gracias a lo que leemos, conocemos en gran medida el mundo. Pero también se midió el desarrollo en materias como matemáticas, y aritmética básica, y se pudo deducir que, al asistir a la escuela, inclusive un solo día a la semana, los estudiantes mejoraron en 18.5% la comprensión de un texto y en 10.7% la solución de una división (eleconomista.com). Estas cifras hablan solas, los programas de aprender en casa I, II y III, no funcionaron, o cuando menos no como se esperaba. Esta situación, dicen los expertos, representa un retraso de 3 ciclos escolares.

Pero la gravedad del problema no termina aquí. Está claro que nuestro país ya adolecía de calidad en la educación, y que con la pandemia salieron a flote problemas de rezago, de infraestructura básica como: drenaje, alcantarillado, electricidad, insumos informáticos como computadoras, impresoras, lap top, tabletas, pizarrones digitales, falta de libros y material de estudio; falta de instalaciones adecuadas como: aulas equipadas, canchas de usos múltiples y bibliotecas de consulta; falta de profesionalismo y capacitación constante en la docencia,  y falta de condiciones de estudio en casa de los alumnos, entre otros muchos. Y, que la mayoría, si no es que todos estos faltantes, se resolverán sólo en la medida en que se le invierta recurso suficiente para abatirlos. Sin embargo, este 2022 se destinarán 883,929 millones de pesos (mdp) para el gasto público en educación, monto que representa el 3.1% del PIB” (expansion.mx), cuando lo recomendado por organismos internacionales es del 8% al 12%, por lo que la de ahora, representa la inversión más baja desde 2010, esto, según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).

Pero, si no es con inversión, ¿cómo es que el gobierno piensa resolver estos grandes problemas de la educación? O acaso, ¿no es una prioridad este importante motor de la sociedad?

Basta ver los periódicos del día, para darse cuenta que la sociedad es cada vez más inhumana y ensimismada; muertos por aquí, destazados por allá, desaparecidos sin rastro por doquier, robos a mano armada, a casas habitación, etc. ¿Qué les sucedió a todos estos sujetos que han osado quitar la vida de una manera tan cruel, tan animal y sanguinaria por tan poco, o casi nada?  Yo estoy muy segura de que no recibieron una educación de calidad, ni en sus casas ni en sus escuelas, y mucho menos en la sociedad. Que, sin duda carecen de rumbo, de perspectiva, de amor fraternal, de principios y valores que solo se puede recibir de la educación. Legislar, crear leyes, gastarse las neuronas pensando cómo atrapar a los delincuentes, cómo tener a más policías comprometidos, construir más cárceles, etc., sería menos necesario, si mejor se invirtiera en escuelas, en capacitación docente, en espacios públicos para la recreación y la cultura, pero, sobre todo, si hubiera equidad y justicia social, si cada quién tuviera lo necesario para vivir en condiciones más óptimas para su desarrollo personal y social.

Para el gobierno de López Obrador no es una prioridad la educación, así lo dicen sus decisiones. Pero incluso para mejorar nuestra economía es indispensable; pues los expertos advierten que el rezago educativo implicaría en los próximos 80 años, que México dejará de producir hasta el 1.7% del PIB cada año. (eleconomista.com). Pero creo que por ahora no le preocupa nada más, que continuar en el poder, como lo hicieron sus antecesores los priistas a quienes tanto critica.

En este complejo contexto nacional, nuestros niños, adolescentes y jóvenes, están perdiéndose en una realidad cada vez más virtual, que los aleja totalmente del razonamiento, del análisis, de un criterio amplio, de la solidaridad, de la empatía, de la generosidad, de la amabilidad. Y esto nos debería preocupar a todos, pues este sector tan vulnerable hoy, será el futuro mañana, y tendrá en sus manos el destino de nuestro país.

Es imperioso tomar acciones concretas para frenar esta catástrofe educativa; pues de no hacerlo, estamos condenados a ser un país de sanguinarios y de salvajes e inhumanos, que anden por el mundo vagando sin razón ni sentido. Urge enseñarles a nuestros pequeños una nueva concepción del mundo, otras ideas de lo que es la vida, otros principios y valores. Pero la verdad, sinceramente no podremos hacerlo sin libros, con aulas y sin butacas, ni luz, ni agua. No podremos hacerlo sin los insumos informáticos necesarios para la moderna educación. Sin docentes dispuestos a entregar la vida generando el cambio, pero sin capacitación. Exijamos pues como sociedad pensante, un cambio en nuestro destino. Exijamos en concreto más inversión a la educación y que nuestros impuestos se destinen a ello. ¡Levantemos la mano y nuestra voz, hagamos visible nuestra inconformidad y nuestra petición de una educación de calidad! Si así no fuera, entonces considerémonos cómplices de esta terrible desgracia.

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