Vivimos en pleno siglo XXI, cuando la globalización es la moda en las tecnologías de la información, y en donde esta era demanda ciudadanos cada vez más preparados, ¿pero qué está ocurriendo en México? Aquí se padece una realidad educativa alarmante, donde el rezago y la deserción escolar crecen de manera acelerada, poniendo en riesgo el futuro de millones de niños en nuestro país.
El abandono escolar genera un círculo vicioso en el que la pobreza genera deserción y la deserción reproduce la pobreza, condenando a generaciones enteras a vivir en la marginación.
Esta situación no la podemos definir como una crisis pasajera, como algunos analistas, sobre todo partidarios del gobierno en turno, lo han querido hacer creer, sino que es una emergencia que por lo tanto requiere una estrategia urgente para que la educación en México no siga deteriorándose, en el entendido de que la educación es el pilar fundamental de todo país y que un pueblo educado es necesario para afrontar las exigencias de este mundo, y por supuesto, para estar despierto y en alerta de los engaños y los intentos de los sectores más poderosos que quieren manipular la realidad y hacer creer que vivimos en un mundo lleno de oportunidades donde el que es pobre es porque así lo quiere, aunque se mate trabajando.
Para dimensionar el problema basta mirar las cifras más recientes. En el ciclo escolar 2024-2025 casi un millón de estudiantes abandonaron sus estudios en el país. El nivel más afectado es la educación media superior, con una tasa nacional de abandono del 30.9 %.
En modalidades como la profesional técnica, algunas entidades reportan tasas que alcanzan hasta el 59.5 % y en ciertos estados incluso superan el 93 %. Tan sólo un ciclo antes, en 2023-2024, alrededor de 430 mil jóvenes desertaron de la educación media superior.
En secundaria, durante el ciclo 2022-2023, la tasa de abandono fue de 2.7 %, mientras que en primaria fue de 0.3 %. Aunque estas últimas cifras parecen bajas, esconden un problema mayor: la matrícula también ha disminuido y miles de estudiantes dejan la escuela antes de tiempo por causas no siempre registradas oficialmente.
Estas no son sólo estadísticas, sino que responden a una realidad grave en donde se observan vidas truncadas y una falta de oportunidades hacia las nuevas generaciones, que son condenadas a seguir la cadena de pobreza que los ata a una vida miserable.
La principal causa de la deserción sigue siendo la falta de recursos económicos. Cuando una familia no tiene para cubrir transporte, útiles, uniformes o alimentación, los niños y jóvenes son los primeros en resentirlo. Muchos de ellos deben abandonar la escuela para trabajar y ayudar en el hogar.
Otro de los factores también causantes de estas cifras de miedo es la pésima infraestructura en los centros educativos, porque en nuestro país sigue habiendo cientos de escuelas que no cuentan con las condiciones mínimas necesarias para lograr un desarrollo sustancial en el terreno educativo en niñas, niños y adolescentes que en ellas estudian, aulas sin butacas, sin pizarrones y mucho menos con laboratorios de cómputo y ciencia, por lo que los estudiantes continúan una vida académica en rezago de conocimientos.
A esto también se suma la pésima calidad educativa, pues los docentes no reciben la capacitación constante para que impartan conocimientos de nivel, aunado a que son docentes mal pagados que por esto mismo son obligados a trabajar en varias escuelas para poder medio sacar el sustento necesario para mantener a sus familias.
Existen otros factores no menos importantes que hacen que los niños y jóvenes abandonen las escuelas, como la distancia de los centros educativos, los embarazos adolescentes, la violencia, enfermedades o la falta de apoyo emocional y psicológico en caso de tener algún tipo de problema que lo requiera.
Como lo mencioné renglones más arriba, el abandono escolar hace que continúe el círculo vicioso de la pobreza, pues quien abandona la escuela se pierde de la oportunidad de mejorar por la vía del estudio sus condiciones de vida. En definitiva, el abandono escolar perpetúa la pobreza porque quien deja la escuela difícilmente accede a un empleo bien remunerado. Con el abandono escolar se amplía la desigualdad social, se desperdicia capital humano, se reduce la competitividad del país y aumenta la vulnerabilidad de los jóvenes a caer en la violencia, la informalidad y las adicciones. El abandono escolar genera un círculo vicioso en el que la pobreza genera deserción y la deserción reproduce la pobreza, condenando a generaciones enteras a vivir en la marginación.
¿Ante esto, qué ha hecho el gobierno para frenar esta masacre educativa? Muy poco, su trabajo es insuficiente puesto que, en primer lugar, el presupuesto asignado a la educación es sumamente pobre por un lado, y por otro, las autoridades educativas no se aplican a evaluar la calidad educativa y a buscar estrategias reales y eficientes para que la educación mejore sustancialmente. Los programas muchas veces son obsoletos y se han eliminado las evaluaciones diagnósticas que ofrecían un panorama importante para detectar el problema y ver cómo tenía que ser resuelto.
Es urgente que el gobierno realmente invierta en infraestructura educativa, se requiere además que a los maestros se les dé la importancia necesaria y fundamental que tienen en la educación de los niños y jóvenes, pues ellos son una pieza esencial, por lo que se les deben brindar las condiciones necesarias para su preparación continua y específica. Esto para que puedan desempeñar su labor con excelencia y compromiso.
Además, es necesario que se apoye más a los estudiantes con becas y programas que detecten el rezago educativo y los casos de alarma que estén a punto de abandonar la escuela, para que se les brinde el acompañamiento necesario y así evitar que esto ocurra. Y, por supuesto, que los recursos realmente lleguen a las escuelas, que no se pierdan entre tanta corrupción y burocracia.
México no puede seguir observando, con los brazos cruzados, cómo sus niños y jóvenes abandonan las aulas y cómo su futuro se pierde. Este es un momento crucial en que los discursos y las promesas no bastan, se necesitan acciones firmes y concretas, exijámoslas.
La educación debe ser prioridad para todos y más para quienes manejan los recursos de todos los mexicanos, que son quienes tienen la obligación de salvaguardar la educación, que es un derecho para todos, porque lo que hoy está en juego es el destino de millones de mexicanos y el porvenir de una nación. Sin educación no hay futuro y la educación está en riesgo hoy.
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