Son ya muchos años de batallar con la necesidad de que nuestro pueblo, el pueblo de México, se eduque. Como todos sabemos, “la educación lo es todo”; es más, es también del conocimiento general que el hombre se hizo hombre a través de la educación.
Aquí nos surge la pregunta: ¿Quién educó al hombre o a los primeros hombres? La respuesta es “la madre de todas las cosas” —otro saber extendido por toda la población—, es decir, la necesidad.
Hay que advertir que “la necesidad” no requirió un “corpus teórico” —por eso es un conocimiento generalizado— ni una estructura muy elaborada, un aparato propagandístico o de transmisión de saberes, un método de enseñanza, incluso una disposición, norma o ley, no.
¿Quién educó al hombre o a los primeros hombres? La respuesta es “la madre de todas las cosas” —otro saber extendido por toda la población—, es decir, la necesidad.
La necesidad nació con él y se desarrolló con él: el hombre, el cual se enfrentó a la necesidad de ser, es decir, de vivir, de sobrevivir, existir en un ambiente que se había tornado adverso y amenazaba su devenir.
Era importante partir de esto para destacar la importancia de la educación, la cual deriva en que esta es parte consustancial, es decir, que define al hombre como tal.
El hombre, para ser hombre, tiene por “necesidad” que educarse. Y esta educación la adquiere él mismo al enfrentarse al dilema de su existencia, al defender (sin saberlo) por instinto su vida y, con ello, la de su especie como ser viviente.
Al cambiar su hábitat y ahora tener que permanecer erguido, teniendo como base solo sus dos extremidades inferiores (piernas), aprendió a permanecer erecto y a desplazarse en la misma posición –seguramente al inicio caminaba encorvado– pero ante la necesidad de atisbar al enemigo en el horizonte y frecuentemente tener que erguirse, aprendió a permanecer en dicha posición.
Al ser atacado, agarró con sus manos lo primero que encontró, un palo para su defensa, manteniendo alejado al atacante o para golpearlo al momento que este se acercara o intentara agredirlo, seguramente blandiéndolo en todas direcciones, hacia arriba, hacia abajo, alrededor, sosteniéndolo sólo tenso enfrente de su agresor. Como haya sido.
El hombre aprendió a usar el palo primero para su defensa y después como ¡un arma de ataque! para arremeter contra el atacante. Había “aprendido” a defenderse de sus agresores para sobrevivir.
El objeto que agarró con su mano ahora fue una piedra, la cual tuvo que escoger por su tamaño, porque debía usarla para golpear, pero seguramente, instintivamente –lo cual fue favorecido por la abundancia de piedras en el lugar– la lanzó con toda su fuerza a quien pretendía engullirlo, una y otra vez, hasta hacerlo desistir de su propósito o incluso al privarlo de la vida, sí, al matarlo. Aprendió a matar para vivir, una y otra y otra vez.
La comida escaseaba, el hambre se acrecentaba y era necesario alimentarse, así que ahora tomó la piedra y aplastó la cabeza de la fiera vencida y comió, sació la necesidad del hambre, hurgó entre las piedras y encontró una con arista delgada, la cual utilizó para desgarrar la piel del animal muerto y poder comer más.
La piedra se rompió. Enseguida tomó dos piedras en cada mano y las golpeó una contra la otra, para obtener en una de ellas la forma, la figura, que imitara la piedra, que por el esfuerzo y seguramente por su espesor, se había destruido en el “trabajo” de desprender —cortar— la piel, ahora de su agresor, pero pronto, muy pronto, producto de su “aprendizaje”, de su presa.
Al golpear una piedra contra otra, teniendo ya en su cerebro, en su mente, la idea de “crear” un objeto que le permitiera desgarrar la piel del animal con el cual podía obtener alimento, estaba creando sus primeras herramientas de trabajo para procurarse la vida. Pero estaba haciendo algo más grandioso y trascendente, estaba aprendiendo, se estaba creando a sí mismo. Nacía el Homo sapiens.
Así nació el Homo sapiens: el ser humano, es decir, el ser racional; en latín “el hombre sabio” y, como tratamos de ilustrar, nace como producto de la “necesidad” de sobrevivir en un medio que se convirtió en hostil para su supervivencia, lo que lo obligó a adaptarse a su nueva situación, “aprendiendo y luchando” por la “necesidad” de existir.
Para el objeto en esta ocasión: Estaba aprendiendo a sobrevivir y “la necesidad” le llevó a “aprender” a vivir. El hombre aprende, se educa para poder existir como tal: como hombre.
¡La educación es una necesidad vital!
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