MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El círculo del aguinaldo

image

Ya es diciembre, ese mes donde el frío no sólo cala en los huesos, sino también en los bolsillos. Para millones de trabajadores, el aguinaldo representa un breve respiro financiero, una chispa de esperanza para saldar deudas, comprar lo necesario o, en el mejor de los casos, ahorrar algo para el futuro. Pero, ¿es realmente una oportunidad para construir un patrimonio, o es solo otra pieza más en el engranaje de un sistema que perpetúa la desigualdad?

En ciudades como Monterrey, donde el contraste entre la opulencia y la precariedad es más evidente que un cerro iluminado, el aguinaldo llega como agua al desierto. Las grandes empresas y centros comerciales saben esto mejor que nadie, desplegando sus estrategias de marketing como cazadores que han olfateado sangre. 

El aguinaldo, lejos de ser un alivio económico, se convierte en un engranaje que refuerza las desigualdades del sistema.

Las ofertas, los descuentos y los meses sin intereses no son casualidad: son un recordatorio de que el sistema capitalista nunca descansa, ni siquiera en Navidad. Ahí están los trabajadores, haciendo largas filas en tiendas departamentales, endeudándose en plazas comerciales que parecen templos modernos del consumo. ¿Y qué hay detrás de esa fiebre?

Una promesa disfrazada: la idea de que comprar regalos caros es sinónimo de amor y que el valor de una persona en las fiestas depende de cuánto gaste. Mientras tanto, el dinero, que es fruto del sudor de obreros, empleados y vendedores, regresa sin escalas a los bolsillos de los grandes empresarios.

Monterrey es un ejemplo claro de este fenómeno. Con su reputación de ciudad industrial, hogar de corporativos que representan el poder económico del país, se convierte en una trampa para los mismos trabajadores que sostienen su riqueza.

Ahí están los pequeños comerciantes tratando de sobrevivir entre cadenas transnacionales que acaparan las ventas navideñas. Ahí está el obrero que fabrica los productos que él mismo no puede permitirse, pero que adquirirá a crédito, pagando con intereses lo que ya fabricó con sus manos.

Y así, el ciclo se repite: los trabajadores no acumulan un patrimonio porque su aguinaldo se va en pagar deudas atrasadas, en compras dictadas por la presión social o en créditos que enriquecerán a los mismos que ya tienen de sobra.

En lugar de una herramienta para romper con la precariedad, el aguinaldo se convierte en una llave que cierra aún más fuerte las cadenas de la clase trabajadora.

La solución no está en el individuo. No se trata de culpar al obrero que busca regalarle una muñeca a su hija o al empleado que sueña con una cena digna para su familia.

El problema es estructural: vivimos en un sistema que fomenta el consumismo como motor económico, mientras las necesidades reales, como la vivienda, la educación y la salud, siguen siendo un lujo inalcanzable para muchos.

El sistema no cambiará por sí solo; está diseñado para perpetuarse. Sin embargo, los trabajadores tienen el poder de cuestionarlo, de buscar alternativas y de romper las cadenas que atan su bienestar a los intereses de los burgueses. Tal vez, este diciembre sea un buen momento para empezar.

0 Comentarios:

Dejar un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados *

TRABAJOS ESPECIALES

Ver más

FOTO DEL DÍA