Fue el 14 de marzo de 1883 cuando Carlos Marx dejó de pensar y de existir de forma material. Alemán ejemplar por su inteligencia, entrega al trabajo científico y su gran compromiso con los pobres del mundo. Nunca escatimó esfuerzo alguno para estudiar, escribir y dirigir movimientos sociales, aún a costa de su salud. Esfuerzo que realizó por muchos años para elaborar su obra cumbre, El Capital, Crítica de la Economía Política. En ella nos legó en materia económica, social y filosófica, las herramientas científicas para conocer las leyes que mueven a esta sociedad moderna burguesa, en su génesis, desarrollo y madurez, dentro de la espiral histórico social.
Su aportación a la economía política se basó en un estudio minucioso de la ciencia económica de los clásicos (Petty, Smith, David Ricardo), y en un análisis crítico de toda la literatura económica. Marx planteó que la economía no trata de cosas, sino de relaciones entre personas y, en última instancia, de clases sociales; aunque estas relaciones van siempre unidas a cosas y aparecen como tales. Para él la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Comenzó su estudio por la mercancía, que definió como un objeto dirigido al intercambio, pero que está ligado a relaciones entre personas como vendedores y compradores que concurren al mercado.
En 1859 apareció su obra Contribución a la Crítica de la Economía Política; en ella hace su primera exposición de la teoría del valor, una de sus grandes aportaciones científicas en materia económica. Para 1867, vio la luz el primer tomo de El Capital. México, fue hasta 1946 que se dispuso de la primera edición en español.
Marx pone de manifiesta la relación entre el capital y el trabajo. Descubrió la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista. La manera en que se lleva a cabo la explotación del obrero por el capitalista mediante la extracción de plusvalía, causa del enriquecimiento de unos cuantos y el empobrecimiento de las mayores capas de trabajadores.
El obrero no tiene medios de producción (máquinas, fábricas), solo dispone de su fuerza de trabajo, que en el capitalismo se convierte en la única mercancía especial que puede agregar más valor a un producto del trabajo. Por tanto, no tiene más remedio que presentarse con ella en el mercado y vendérsela a los patrones. De este modo, con lo que le paguen por la venta de su fuerza de trabajo (salario) comprará los medios de vida para sobrevivir junto con su familia. Durante la jornada de trabajo se consume la fuerza de trabajo del obrero mediante el desgaste físico de éste. Se desgastan sus músculos, nervios y órganos, que debe reponer a diario con el mínimo descanso y la ingesta de alimentos.
La fuerza de trabajo en activo crea valor que se materializa en las mercancías producidas. Pero este valor es superior al valor de la fuerza de trabajo que le vendió al patrón como mercancía y que éste le paga en forma de salario, que representa su precio, y que es el valor expresado en dinero. Este excedente de valor generado en el proceso productivo es la plusvalía. La cual luego se distribuye en la sociedad de la forma siguiente: en forma de ganancia para el industrial; ganancia del comerciante; interés de los bancos; renta de la tierra para el poseedor y en impuestos que administran los gobiernos. Este gran descubrimiento de Marx nos explica el origen de la riqueza y las causas de la gran desigualdad social que vivimos en el capitalismo.
Marx desarrollo la Ley General de la Acumulación Capitalista (Capítulo XXIII). Explicó que el ejército industrial de reserva o la superpoblación relativa son brazos inactivos o desempleados. En el capitalismo hay exceso de oferta de mano de obra, que, ante la menor demanda de trabajo de los patronos, lleva a que el precio de ésta se baje, como la de cualquier otra mercancía. Puntualizó que: “la producción capitalista cuida que el incremento absoluto del capital no vaya acompañado por el alza correspondiente en cuanto a la demanda general de trabajo”. O sea, desarrolla la tecnología, para que cada vez sean menos brazos los que se contraten, desplazados por la maquinaria.
En el mundo se están generando cambios económicos, políticos, sociales y tecnológicos (cuarta revolución industrial). La pandemia del coronavirus sólo sacó a relucir los problemas y desequilibrios, que conlleven a un colapso mundial. El año pasado, 651 multimillonarios estadounidenses aumentaron su riqueza en 30%. Mientras que la mitad de la fuerza laboral mundial perdió sus medios para subsistir. En México se estima son 20 millones de personas que están demandando un empleo de tiempo completo. Y de los ocupados, más de la mitad trabaja en la informalidad. La clase media cada vez se ve más amenazada de quedarse desempleada. Todo esto retrata una tragedia laboral de los mexicanos.
El aumento de los problemas económicos provoca descontento público, lo que conlleva a un clima permanente de tensión social, que puede desembocar en estallidos, nada deseados. Organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) avizoran posibles crisis contra los gobiernos. Hay alarma mundial por la paz social y la estabilidad económico-social. Pero no buscan solución a las graves consecuencias de esta crisis sanitaria, económica y social. Para relanzar la economía moderna, a las personas no se les debe ver como medio, sino como un fin, es decir, buscar su bienestar.
Para curar los males sociales es necesario un cambio de modelo económico, para lograrlo hace falta un proyecto integral de país como el que propone el Movimiento Antorchista. Pero hace falta que el pueblo se eduque y concientice. Para ello necesitamos estudiar El Capital de Carlos Marx, y aprender de las experiencias de China, Rusia, Cuba, Vietnam y Corea del Norte; que han antepuesto el interés de la vida de sus habitantes, ante la sola acumulación de riqueza. A esto nos llama Antorcha, a conquistar un mundo mejor para todos.
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