Carlos Manuel Joaquín González es el gobernador del estado de Quintana Roo y, en este momento, se encuentra en el ojo del huracán porque no ha cumplido con las promesas de campaña que hizo al pueblo quintanarroense y, que él mismo ratificó el 5 de junio de 2016, cuando fue electo.
Ahí, en el mensaje emitido como candidato ganador, refrendó las promesas, hechas y dichas a diestra y siniestra durante los meses que anduvo promoviendo el voto a su favor. Desde el 25 de septiembre de 2016 ocupa la gubernatura local y, desde ese día, no se sabe con precisión a qué se dedica, pero lo que sí es seguro, es que, a gobernar, no.
¿Qué es lo que pasa por la mente del gobernador? ¿Por qué no ha cumplido con sus promesas de campaña? ¿Por qué tiene en el olvido al pueblo que lo llevó al triunfo? Las respuestas pueden ser especulativas, pero sus resultados al frente del ejecutivo, son inapelablemente desastrosos.
Con el 45.6 por ciento de la votación emitida y encabezando la alianza Una nueva Esperanza, formada por el PAN y el PRD, le ganó al candidato del PRI-PVEM-Panal, Mauricio Góngora, quien ya se soñaba ganador de la contienda a pesar de los malos gobiernos que se venían dando en los últimos sexenios priistas. Por eso mismo, por los malos resultados de los gobernadores emanados del PRI, es que la ciudadanía, cansada de tanta felonía, le otorgó a la oposición la máxima distinción que puede dársele a un ciudadano, el gobierno de su estado.
Quintana Roo, es un estado que se encuentra al sureste del país, y tiene 1 millón 857 mil 985 habitantes, de los cuales 1 millón 200 mil, son económicamente activos, con un promedio de edad de los 18 hasta los 60 años. Pero tan sólo el año pasado, se encontraban laborando 836 mil, 489 personas; lo cual arroja un escalofriante 30 por ciento de desempleo, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) dependiente del INEGI.
Y si de violencia se trata, estamos peor. La tasa de violencia en el mundo, es de 6.2 homicidios por cada 100 mil habitantes, Quintana Roo, se encuentra 2.5 veces arriba que la tasa promedio del país y, 3 veces por arriba de la tasa mundial. Hoy, con una percepción de inseguridad del 88.7 por ciento (INEGI), Cancún, Tulum, y Playa del Carmen, se encuentran entre las ciudades más violentas de México y del mundo. De acuerdo al Semáforo Delictivo Nacional, el homicidio doloso, superó las barreras más allá de lo impensable, pues en Benito Juárez, pasó de 125 asesinatos, a 400 por año, reflejando un alza del 320 por ciento. En Solidaridad, de tener 22, subió a 197 casos de homicidio arrojando un 890 por ciento de incremento y, en Othón Pompeyo Blanco, esta cifra ascendió de 19 a 197 llegando a 1040 por ciento. El promedio de incremento en la violencia es totalmente inaceptable, pero para Carlos Joaquín, vamos bien.
Y todo esto sin importar que sea el destino turístico más importante del país, ya que el estado recibió a 12 millones y medio de turistas, tan solo en 2021, con una derrama de 8 mil millones de dólares en plena pandemia de la covid-19. A esto, habrá que sumarle, que este estado, ocupa el segundo lugar con mayores tasas de violación. La violencia de género se encuentra en un 66.1 por ciento, así como la violencia infantil, que alcanza hasta el 63 por ciento, sin mencionar el repugnante mercado de la prostitución infantil, el cual ha encontrado en Quintana Roo, un verdadero santuario.
Carlos Joaquín quedó corto, muy corto, pero no en promesas, sino en el cumplimiento de las mismas. No nada más no cumplió lo ofrecido en materia de seguridad, empleo, apoyo al campo, a los estudiantes, a las amas de casa, a los trabajadores de la zona cañera, también les quedó a deber a los taxistas, a los trabajadores del sector turístico, a los habitantes de las colonias más olvidadas, como son La Fraternidad y La Mártires Antorchistas, a las que empeñó su palabra para resolver los problemas más latentes, con la primera, quedó muy firme de construir el acceso a dicha colonia y, a la segunda resolvería el diferendo entre los colonos y el ejido Calderitas, que intenta revenderles a los poseedores, sus lotes dónde habitan desde hace casi 10 años , además de llevar servicios y obras a todas las colonias marginadas que forman un cinturón de miseria. Tampoco otorgó el apoyo a los campesinos con insumos, semillas, ni fertilizantes.
Total, que el paso de Carlos Joaquín por el gobierno quintanarroense ha sido como el huracán Wilma que con categoría 4, azotó la isla de Cozumel y entró al estado por Playa del Carmen, destrozando selvas, caminos, casas, plantíos y la vida económica y emocional de miles de habitantes, que vieron llegar a Wilma el huracán que les trajo la desgracia, pero no vieron ni siquiera pasar al gobernador para ofrecer algún apoyo.
Tampoco llegó ninguna ayuda que valiera la pena informar, para toda la población que se tuvo que guardar a causa de la pandemia provocada por la covid-19. Cientos de hogares, con adultos, niños y ancianos, cerraron tras de sí, la puerta de su casa con la indicación y el deseo de que la covid pasara de largo, ahí, abandonado a su suerte, el pueblo que lo encumbró en el poder tuvo que enfrentar solo y abandonado tan mortífera pandemia, sin ningún tipo de apoyo gubernamental. Sin subsidio a la energía eléctrica, al servicio de agua potable, sin apoyos alimentarios, sin préstamos económicos, viendo desde sus ventanas, como sacaban los cuerpos de sus vecinos fallecidos por tan mortífero virus. ¿Y dónde estaba el gobernador? En su casa de Cancún, recluido, protegido por todo el aparato del estado puesto a su disposición y de los muy suyos.
Mientras en los poblados, rancherías y colonias marginadas, la sombra de la muerte se enseñoreaba con los más desposeídos, con los olvidados con los traicionados por un gobernador, que no quiso hacer honor a su palabra, gobernando para todo un estado sin distinción de credo, raza, religión y condición social y, no solamente para los encumbrados empresarios hoteleros, restauranteros y zares de la industria de la construcción, que, en detrimento de la ecología, de la vida marina, de las selvas y de sus especies así como de la clase trabajadora, son beneficiados y protegidos, acumulando grandes extensiones de tierra y playa en las zonas más privilegiadas, así como concesiones de gasolineras, permisos de explotación de reservas naturales y permitiéndoles acumular enormes cantidades de dinero en dólares. Mientras en este estado, se dan los salarios más bajos a los trabajadores.
El coqueteo de Carlos Joaquín con el Gobierno federal es más que evidente, se habla que tiene asegurado su futuro en la política, ya sea como embajador o subsecretario de alguna dependencia. De ahí su poco interés por las clases más empobrecidas. Prefiere no moverse, pues aspira a salir en la foto. Su nacimiento fuera de este estado, puede ser otra razón de peso para entender su indolencia con los nacidos aquí.
En estas condiciones, y desde este paradisiaco estado, los quintanarroenses vemos ir y venir gobernantes sin que ninguno pueda atender ni las causas, ni las necesidades de una población que puso su confianza en quien se ostentaba como un adalid y, terminó siendo un personaje para el olvido.
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