Como siempre, en periodos electorales, resulta que salen hasta por debajo de las piedras los más diversos personajes: artistas, artistas retirados, deportistas, ex deportistas, conductores de radio y televisión, chavos banda y toda una gama de personajes que conozcan algo de la política, o no conozcan nada, son convocados por los partidos para proponerlos como sus candidatos a diputados federales o locales (lo mismo sucede con las gubernaturas o las presidencias municipales). La única condición es que sean o hayan sido de algún renombre, para que atraigan los votos del público.
De ahí resulta que las Cámaras de Diputados locales y la federal se componen de personajes que les dan a esas honorables asambleas representativas un ambiente escandaloso y circense, en donde, a falta de argumentos legales, técnicos o políticos, esos diputados se convierten en aplaudidores y coreadores de consignas, alborotadores y, llegado el caso, en francos pandilleros que no dudan en arrojar todo lo que esté a su alcance contra el grupo enemigo o contra el orador en turno y, claro, saben levantar sus dedos como uno solo, al escucha la orden de sus coordinadores de partido. Actualmente, la antes honorable Cámara de Diputados, es un auténtico circo.
Pero antes de combatir en la Cámara, los muy honrados candidatos deben vencer “en buena lid” a sus contrincantes, con armas y argumentos de “mucha altura”: acusaciones, amenazas, fraudes, propaganda negra. Pero, en el caso de los ciudadanos, ahora se recurre a la práctica fácil y corrupta de regalarles dinero, o materiales para construcción, calentadores, y todo tipo de objetos que la gente pobre necesita, y prometerles lo que sea, a cambio de sus votos.
Pero, ¿por qué tanto agobio por alcanzar una curul? ¿Es verdad que esos combatientes por un escaño son verdaderos abanderados de las causas más nobles del pueblo mexicano? Nada de eso. La inmensa mayoría son simples buscadores de trabajo fácil; el sistema electoral mexicano les permite ganar un buen dinero y adquirir fuero y posibilidades de negocios durante y después del cargo. Por cierto, todo ese dinero es de los ciudadanos, que aportamos en forma de impuestos.
Un diputado federal gana anualmente 1 millón 942 mil 911 pesos, tal vez mucho más. Un diputado local, de Puebla, por ejemplo, se lleva al mes 183 mil 554 pesos. Lo que nos da, por año, la “pobre” cantidad de 2 millones, 202 mil 648 pesos.
Como puede verse, esta danza de los millones es muy apetitosa, de ahí que cada partido político se esmere en tener el mayor número posible de “representantes populares” en sus filas. Ah, porque ustedes deben saber, que cada diputado entrega a su partido una cantidad no revelada, como aportación partidista. Yo calculo que cada diputado entrega a su partido algo así como el 10 por ciento de sus percepciones. Y son 500 diputados federales y sólo en Puebla, son 41 diputados locales. Échenle números.
¿Y qué ganan los partidos? Eso está mejor. Los partidos no solo viven de las cuotas de sus legisladores. El sistema electoral mexicano tiene un mecanismo de distribución de dinero a cada partido, que depende de la cantidad de sus afiliados. En este 2021, los partidos recibirán 7 mil 159 millones de pesos (mdp), distribuidos de la siguiente manera: Morena: 2 mil 195 mdp, PAN: 1 mil 213 mdp, PRI: 1 mil 143 mdp, PRD: 567.4 mdp, PT: 498 mdp, PVEM: 542.4 mdp y MC: 523 mdp.
Y los nuevos partidos (Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas y Fuerza Social por México): 158.8 mdp cada uno. ¡Todo es dinero del pueblo de México!
Como podemos darnos cuenta, los partidos políticos están convertidos en grandes negocios que nunca perderán lo propio, sino nuestro dinero y, en la medida en que le damos más votos a un partido, más dinero nuestro se llevará a sus arcas. ¿Quién maneja ese dinero? ¿A quién informan sus gastos? Hay mecanismos de control, pero, como ocurre con las empresas, buscan la manera de ocultar sus datos, a fin de llevarse buenas tajadas de ese dinero a sus bolsillos.
Está claro, los partidos y candidatos tienen como máxima preocupación el negocio, la tajada grande del pastel. Ninguna preocupación por sus electores. Esperemos que, en estas elecciones, la gente sepa votar sabiamente por sus líderes verdaderos que, varios de ellos, estarán presentes en la batalla por uno de esos cargos públicos para usarlos en beneficio de sus electores. ¡Pongámonos listos!
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