El ser humano, desde su aparición en el mundo, ha sido gregario; su esencia es biológica, pero también es social. Desde un principio, para poder subsistir y satisfacer sus necesidades vitales, el hombre tuvo que agruparse; es decir, para producir los bienes materiales necesarios para vivir, como el alimento y el hábitat, a través de los procesos de trabajo más elementales como la recolección, la pesca y la caza; y también para protegerse de otros animales y de las inclemencias del tiempo. Así y solo así, el ser humano, a través de miles de años, pudo salir airoso y dominar hasta cierto punto las fuerzas de la naturaleza para ponerlas a su servicio.
Esta condición del hombre, la de ser social, manifestada en la base económica de la sociedad, condición forjada a lo largo de la historia milenaria de la humanidad, arraigó en forma abarcadora y en lo más profundo de la conciencia social; de tal manera que, por eso, podríamos decir que el hombre no es por naturaleza egoísta, intolerante, introvertido, no tiende al aislamiento. La cooperación, la solidaridad, la tolerancia, la comprensión, la identificación entre los de su especie, la preocupación por los demás, son virtudes que, afortunadamente, han sobrevivido entre los seres humanos, cuando menos en una parte de ellos, a pesar de las sociedades divididas en clases sociales, y han sido la causa de verdaderas hazañas históricas que jamás se hubieran logrado con un hombre solo, ni con los hombres aislados, cada quien, por su cuenta, sin concierto alguno.
La misma sobrevivencia del hombre primitivo, la aparición del lenguaje, la creación de un sin número de instrumentos de trabajo, la construcción de las grandes zonas arqueológicas, las grandes revoluciones sociopolíticas, la práctica y contemplación de todas las bellas artes, la formación de las teorías científicas, el combate efectivo a la pobreza en países como China, entre otros acontecimientos, son claros ejemplos del éxito de las relaciones de colaboración mutua entre los seres humanos.
Precisamente por eso, en el Movimiento Antorchista se tiene como principio básico el trabajo colectivo, de ser posible masivo, en la mayor parte de sus actividades, aunque ahora por la pandemia del coronavirus, ciertamente con muchas limitaciones. La defensa de los derechos inmediatos del pueblo trabajador, requiere de grandes movilizaciones para llamar la atención de las autoridades; la organización ha logrado la construcción de espacios públicos para hacer comunidad, unidades deportivas, plazas, estadios, techados, auditorios, etc.; en Antorcha el deporte y la cultura se practican y se contemplan con grandes aforos de ciudadanos; en la organización antorchista, todos sus miembros cooperamos en la medida de lo posible, para curar enfermos, para dar la lucha, para desarrollar nuestro aparato propagandístico, para desarrollar nuestras finanzas y ser independientes en lo económico para ser independientes en lo político, respecto a los grandes potentados, pero ligados al pueblo humilde y trabajador.
Pues bien, en las colonias populares con presencia antorchista, y en muchas comunidades rurales, también se fomenta el trabajo comunitario, llevado a cabo en forma voluntaria. Cada 8 días, por lo común los días domingos, se realizan las faenas, o fajinas, (tequio le llaman en varios pueblos indígenas), previo acuerdo de asamblea, previa convocatoria; todos los participantes se presentan en forma voluntaria a temprana hora para regalar su trabajo en beneficio de la comunidad en materia de salud, seguridad o simple embellecimiento del entorno. El ambiente es de fiesta, todos saben que contribuyen para mejorar las condiciones de vida propias y las de los demás. Es la cooperación humana puesta en acción.
En la ciudad de Tehuacán existen varias colonias populares con presencia antorchista, como el caso de la colonia Movimiento Antorchista Nacional, ubicada al sur poniente en la zona mejor conocida como “El Riego”; casi cada domingo los habitantes de esta colonia, junto con sus dirigentes, se organizan para realizar trabajos comunitarios. Tal vez alguno no me crea, estará en su derecho, pero para evitar cualquier lugar a dudas quiero poner el testimonio de 3 ciudadanos, habitantes de esta colonia popular, vecinos con existencia real, hijos del pueblo trabajador, que ponen el ejemplo, quizá modesto, en el terreno de los hechos, de la práctica de este principio de cooperación junto con sus compañeros. Testimonios obtenidos al calor de una faena dominical.
Leónides López Montes: “Nosotros nos organizamos voluntariamente para hacer nuestra fajina o faena para que nuestra colonia tenga seguridad y buena imagen; a nosotros nos preocupa hacer limpieza, porque si no se hace se meten muchos animales como los que provocan el dengue. Hacemos faena, abundó don Leonides, para quitar tanta hierba y matorrales por seguridad, para que no se puedan ocultar los maleantes”.
Antonio Nicolás: “Aquí nos organizamos para hacer faenas y hacer la limpieza, para tener las calles limpias, por seguridad, por salud, para tener una buena imagen de nuestra colonia, es un trabajo conjunto para el bien de nuestra colonia. Las faenas son voluntarias”.
María Leticia Flores Mendoza: “Hacemos faena para beneficio de toda la colonia tanto por salud, como por seguridad y para darle una vista mejor”.
Fomentando la cooperación entre sus miembros, la raza humana sigue teniendo esperanzas de progreso.
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