No cabe duda que en estos días podemos aplicar el viejo refrán popular de que "al perro más flaco se le cargan más las pulgas", con el perdón de nuestra gente, porque eso está ocurriendo, pues la contingencia que nos ha caído encima empieza a afectar a los más pobres, que es la mayoría del país. Estamos entre la espada y la pared. Unos ejemplos para darme a entender.
1) Desde tiempos inmemoriales, los días martes y los sábados, en Atlixco se hace un tianguis muy importante, al que llegan miles de campesinos, artesanos y pequeños comerciantes de la región a vender o a comprar, otros más, como los "diableros", se ganan la vida acarreando bultos. Todos viven al día. Esta semana las autoridades ya les dijeron que, por la contingencia, deben dejar de trabajar los martes. Incluso al comercio establecido ya le dieron la orden de dejar de trabajar tres días a la semana. En los dos casos se afecta duramente a los trabajadores, quienes quedan en riesgo de perder el poco dinero que logran ganar en la semana. Están entre la espada y la pared: si siguen yendo a vender, pueden contagiarse o contagiar el virus; si no van a trabajar, dejan de llevar el sustento a sus familias.
2) La cadena de tiendas de autoservicio Aurrerá, ocupa a personas de la tercera edad para que ayuden a embolsar las compras; los clientes les dan una propina, Por la propina trabajan, pues las tiendas no les dan un salario. Resulta que ya les dijeron que, por la contingencia, deben dejar su actividad cuando menos por un mes. Sabemos bien que el poco dinero que reúnen diariamente, es fundamental para la economía de sus hogares. Será un fuerte golpe a sus familias.
3) En los restaurantes que administra la empresa Alsea (Vips, El Portón, Domino’s Pizza, Burger King, etc.) se ha girado la indicación de que los empleados "se tomen" una "ausencia" de un mes sin goce de sueldo, a fin de seguirles dando trabajo. El asunto es muy claro, los trabajadores tienen dos caminos: siguen trabajando en el periodo de la cuarentena, con el riesgo de que si no hay clientes serán despedidos, o se van un mes sin paga con la posibilidad de recuperan su trabajo. ¡Ajá!, ¿y de qué van a vivir en ese mes? La respuesta no es del interés de los patrones. Eso no solamente ocurre con esta empresa, pues todos los restaurantes pasarán por el mismo riesgo. Los dueños se protegen, ¿y los trabajadores? ¡quién sabe, ellos verán, eso les pasa por no ahorrar!
¿Y los sindicatos? Me refiero a los sindicatos verdaderos, aquellos cuyos líderes se ponen al frente y luchan con su base laboral para defender sus derechos, ¿dónde están? ¡Duermen el sueño de los justos! Por eso la gente dice por todos lados: "Ya nos chingamos: ¡si no nos mata el virus, nos mata el hambre!"
Otro problema agregado es el obsoleto y abandonado sistema de salud público. ¿Aguantará el sistema de salud de Puebla, una andanada de algunos cientos de infectados? Para nada. Quizá por saber eso, López Obrador ni siquiera habla de la ciencia médica; prefiere confiar en sus rezos e imágenes, y a eso invita a la gente: a que haga oración.
Y para estar contentos en nuestras casas durante 30 días o más, los medios de comunicación no se cansan de enviarnos mensajes llenos de consejos acerca de qué hacer para no "morirnos de aburrimiento". Consejos para hacer ejercicio, consejos para hacer recorridos virtuales en museos, exposiciones o conciertos, consejos para aprender a cocinar, para estudiar, juegos novedosos en el jardín de la casa, y hasta cómo "ligar" de lejos, usando tu teléfono celular.
Pero el pueblo, ese que vive al día, no permanecerá contento en sus casas, tendrá que salir a ganarse la vida, con el riesgo de pescar o transmitir un contagio, o de ser obligado, a macanazos de la policía, a desaparecer de las calles.
Humillación y desamparo vive el pueblo. No será para siempre. Pronto deberá entender que, para defenderse, para curarse, para vivir mejor, tiene que organizarse, no con cualquiera, sino con los suyos. Y suyo es el Movimiento Antorchista.
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