MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El riesgo de politizar la justicia en México

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La reciente aprobación en lo general de la reforma judicial propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador en la Cámara de Diputados ha encendido las alarmas entre expertos y ciudadanos preocupados por el futuro de la democracia en México. 

Lejos de ser la panacea que promete el gobierno para resolver los problemas del sistema judicial, esta reforma amenaza con socavar los cimientos mismos de nuestro Estado de derecho.  

En primer lugar, es crucial señalar que esta iniciativa no aborda los verdaderos problemas que aquejan a nuestro sistema de justicia. La impunidad rampante, la lentitud procesal, la corrupción endémica y la falta de profesionalismo en algunos sectores del poder judicial son males que requieren soluciones estructurales y no cosméticas.

En un país donde el crimen organizado y los intereses políticos tienen una influencia desmedida, existe el riesgo de que estos manipulen el proceso electoral para colocar a sus peones en puestos clave del sistema judicial.

Sin embargo, la propuesta de AMLO parece más interesada en cambiar las reglas del juego que en atacar estos problemas de raíz.  

La elección popular de jueces, magistrados y ministros, lejos de ser un ejercicio democrático, se perfila como una peligrosa simulación. En un país donde el crimen organizado y los intereses políticos tienen una influencia desmedida, existe un riesgo real de que estos actores manipulen el proceso electoral para colocar a sus peones en puestos clave del sistema judicial.

Imaginemos, por ejemplo, un escenario donde los cárteles del narcotráfico financien campañas de candidatos a jueces en zonas estratégicas. El resultado sería catastrófico para la impartición de justicia.  

Además, esta reforma parece diseñada para purgar al poder judicial de elementos incómodos para el régimen actual. La remoción de funcionarios judiciales bajo el pretexto de "renovación" no es más que una estrategia para colocar a simpatizantes de Morena en posiciones de poder.

Este movimiento recuerda peligrosamente a las tácticas utilizadas por regímenes autoritarios para consolidar su control sobre todas las esferas del Estado.  

Es ingenuo pensar que esta reforma abrirá las puertas del poder judicial a las clases trabajadoras. En realidad, lo que veremos será una preselección de candidatos realizada por las élites políticas y económicas, quienes nos presentarán una ilusión de elección.

El pueblo votará, sí, pero entre opciones cuidadosamente filtradas para servir a intereses particulares.  El panorama que se vislumbra es sombrío.

Esta reforma podría ser el primer paso hacia un régimen autoritario donde la represión política se normalice, los derechos ciudadanos se erosionen y la explotación de los trabajadores se intensifique.

Sin un poder judicial verdaderamente independiente que actúe como contrapeso, ¿quién defenderá los derechos de los mexicanos frente a los abusos del poder?  

La historia nos ha enseñado que el camino hacia el autoritarismo suele estar pavimentado de buenas intenciones y promesas de cambio. Sin embargo, debemos estar alertas ante los verdaderos motivos detrás de esta reforma.

La independencia judicial no es un lujo, sino una necesidad vital para cualquier democracia que se precie de serlo.  

Como sociedad, tenemos la responsabilidad de alzar la voz contra esta reforma que amenaza con desmantelar décadas de progreso democrático.

El futuro de México depende de nuestra capacidad para defender las instituciones que garantizan nuestros derechos y libertades. La verdadera transformación que México necesita no vendrá de la concentración del poder, sino de un compromiso genuino con la justicia, la transparencia y el Estado de derecho.  

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