En el informe de junio del presente año, publicado por la organización no gubernamental Oxfam, se dieron, nuevamente, datos alarmantes para la población mundial.
Oxfam explica en su documento que “La riqueza del 1 % más rico crece de forma desorbitada en más de 33.9 billones de dólares desde 2015, suficiente para acabar con la pobreza del mundo 22 veces. La riqueza conjunta de los tres milmillonarios del planeta equivale ya al 14.6 % del PIB mundial” (sic).
El Movimiento Antorchista Nacional eligió una de las artes escénicas, el teatro, para combatir las ideas de la clase dominante; esas que adormecen a la clase trabajadora.
Pero los datos no terminan ahí; continúa el informe: “Una persona del 0.1 % más rico produce más contaminación por carbono en un día que alguien del 50 % más pobre en todo un año (…)”. Por último, “El 1 % más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6 mil 900 millones de personas”. La riqueza del mundo en unas cuantas manos.
Concentrar de manera exorbitante la riqueza, por un lado, en unas cuantas manos, implica necesariamente desproteger el otro, el de los trabajadores, los que producen la riqueza día con día.

Nuevamente, la realidad nos vuelve a recordar la injusta distribución de la riqueza en el mundo. Los datos a los que se hace referencia, y así debemos verlos, hacen una síntesis de la realidad que viven millones de personas, que en pleno siglo XXI no cuentan con los servicios básicos en su vivienda (quienes ya tienen), como lo son agua potable, luz, drenaje, calles pavimentadas, lugares de esparcimiento, escuelas, hospitales, entre otras necesidades. Esa es la injusta distribución de la riqueza en términos palpables.
Tan sólo el 1 % de la población más rica del mundo, es decir, alrededor de 80 millones de personas, tiene una riqueza igual o superior a la del 95 % de la población mundial; recordemos que la población mundial es de 8 mil millones de personas.

Hay una cantidad insignificante de personas que tiene el control de todo. ¿Qué les permite tener tanto control? En este caso y en cualquiera para la clase trabajadora, vale siempre la pena recordar la sentencia de uno de los teóricos más importantes para la lucha de los pobres del mundo, Carlos Marx, quien escribió ya hace algún tiempo junto con su entrañable compañero Friedrich Engels: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época”, y sigue vigente.
La clase dominante, el 1 % más rico del mundo, busca a toda costa entorpecer o turbarle el uso de la razón o de los sentidos a la clase trabajadora, la inmensa mayoría de la población mundial, para que no haga nada por sí misma, para que no luche por mejorar las circunstancias en las que vive y mucho menos para que se organice y luche con los suyos para cambiar el status quo, ya que este estado de cosas, tal cual es, favorece a los ricos del mundo.

Si eso no basta, lo colma de trabajo extenuante para disipar sus energías y, si todo ello sigue sin efecto, lo violenta sistemáticamente a través de grupos terroristas o delincuenciales.
Todo esto que escribo tiene su manifestación en la vida cotidiana; juzgue usted. Todos los días hay una constante guerra, tal vez la más peligrosa, la de las ideas; la clase dueña de la riqueza del mundo quiere imponer la suya a toda costa; eso le permite y permitirá seguir acumulando miles de millones de dólares. ¿A quién se la quiere imponer e impone en algunos casos? A la clase trabajadora.
Hay una campaña de los explotadores del mundo por mentir, por mantener y ampliar una costosísima y avasalladora guerra por imponer su ideología. El ocultamiento de la realidad social, la mentira reiterada y el engrandecimiento de banalidades, ya que eso les garantiza su opulenta vida.
En este tenor, el Movimiento Antorchista Nacional ha utilizado una de las artes escénicas, no la única, como el teatro para combatir las ideas de la clase dominante, esas que adormecen a la clase trabajadora.

A lo largo del tiempo, el teatro ha sido uno de los mejores escenarios para representar la vida de la sociedad humana con todas sus contradicciones, conflictos y propuestas para crear un mundo nuevo. Esto surge de una necesidad inherente del hombre: la de expresar tanto sus sentimientos más íntimos como los problemas de la sociedad.
Se ha contribuido al conocimiento pleno del funcionamiento del mundo y sobre todo a la forma en la que se puede construir una sociedad más justa, una donde todos podamos tener pan y vestido.
Para el Movimiento Antorchista, el teatro de calidad —aquel que retrata de forma fidedigna la vida de las clases sociales— resulta fundamental en la labor de educación política de las masas explotadas de México. El XXIV Encuentro Nacional de Teatro, que se celebrará el 28, 29 y 30 de noviembre en la Atenas de la Mixteca en el estado de Puebla, es una labor constante para educar a la clase trabajadora en su labor por construir un mundo distinto. Uno mejor para la clase trabajadora de México y el mundo.

Los antorchistas, desde su nacimiento, se han echado a cuestas la gigantesca tarea de edificar un bloque ideológico cultural propio que confronte al entramado ideológico de la clase dominante y sus valores en el terreno del arte y del pensamiento, que no tienen otro fin que el de someter a la sociedad al yugo genocida y terrorista del gran capital.
Los antorchistas contribuimos a la construcción y promoción de una cultura propia, una que responde a las inquietudes y a las necesidades de nuestra clase. Menuda tarea.

El arte y la cultura que promueve el Movimiento Antorchista Nacional a través del Encuentro Nacional de Teatro ha reunido, a lo largo de 24 años, a 26 mil actores, mil 250 puestas en escena e impactado en 20 millones de mexicanos, siempre con un mismo propósito: que a través de las obras teatrales los hombres y mujeres experimenten distintos sentimientos como la injusticia, el valor, solidaridad, fraternidad, lucha, colectividad, entre otros.
Con “Bajo el cielo de Gaza” de Luis Mantilla, obra presentada por los compañeros del estado de Oaxaca hace un año en San Luis Potosí, pudimos experimentar rabia por el genocidio en contra de los palestinos, el sufrimiento tan cruel al que están sometidos miles de niños, y sobre todo nos vuelve a recordar que es necesario y urgente cambiar las cosas, no podemos seguir bajo la dominación del Capital que privilegia, por encima de todo, la obtención de la máxima ganancia.
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