A pesar de la crisis hídrica que padecen los mexicanos en todo el territorio nacional, en materia política ha llegado —como se dice coloquialmente— la época del río de aguas revueltas. Aunque en honor a la verdad, Morena y AMLO han estado en campaña desde el púlpito de las mañaneras, colocando espectaculares, vinilonas, pintas en bardas, repartiendo llaveros, gorras, playeras y todo tipo de artículos en los que se ha podido grabar o pintar de guinda.
Pasándose por encima de la ley, han pasado por alto los tiempos electorales establecidos por el INE; el mismo instituto que cuando sin dudarlo les reconoció su triunfo, lo calificaron como un “organismo autónomo”, como “garantía de la democracia”, pero que ahora “les estorba” para hacer todo tipo de fechorías y bandidaje electorero, se ha convertido en una institución mercenaria, corrupta, e inaceptable a la que hay que desaparecer, pues lo consideran un obstáculo para poner a salvo sus intereses de grupo o partido; por eso ahora lo combaten y atacan con tanta saña.
Los viejos políticos, los mismos a quienes el presidente llamaba “la mafia del poder”, como vulgares chapulines sin principios, se han pasado a Morena, imitando a AMLO, que militó en el PRI.
Esta política hace recordar el contenido de un folleto, acerca de una historia que invita a la reflexión en torno al actuar del hombre en todo momento, donde hace cosas que parecen bien, pero en realidad está cometiendo un error o una maldad, actos o conductas que todos hemos experimentado y que la voz popular ha consignado en el adagio tan conocido de que “más vale malo por conocido que bueno por conocer”, aunque en algunas ocasiones se olvida aplicar dicha filosofía; se nos olvida y nos dejamos llevar por el brillo del espejo o los cantos de sirena, por lo que resulta útil y conveniente intentar reconstruir esta historia pues retrata muy bien el actuar de los políticos y gobernantes del pasado pero con mayor desfachatez a los de ahora.
Según recuerdo, la historia narra la vida de un leproso que se encontraba en las puertas de Jerusalén, situación que aprovechaba para pedir limosna a todos los buenos cristianos que iban en peregrinación cumpliendo sus promesas, mandas o penitencias. Como seguramente lo saben mis posibles lectores, la lepra es una infección que afecta principalmente la piel, y cuyas lesiones terminan en la putrefacción del cuerpo del infectado. Este leproso estaba con esas características, y como era un pobre mendigo, tendido en el suelo con el cuerpo semidesnudo, estaba cubierto por enjambres de moscas, alimentándose de la putrefacción de la piel del leproso, llevaba semanas enteras así sin que él mismo espantara a las moscas.
Pero un buen día, a esas tierras llegó un buen cristiano: al ver el cuerpo semidesnudo del miserable leproso cubierto por un enjambre de moscas que se alimentaba en las llagas, sintió lástima y compasión, e inmediatamente se acercó al leproso y en un acto de bondad y misericordia espantó el enjambre de moscas, acto que el leproso reprochó al buen cristiano:
“¿Qué has hecho buen hombre?, me has desgraciado más de lo que ya estoy —dijo el leproso.
Pero ¿qué dices? —contestó desconcertado e indignado el buen samaritano— te estoy protegiendo de las moscas que están comiendo e infectándote las llagas, ¿qué daño puede ser este?
Hay una razón por lo que yo no espantaba estas moscas —precisó el mendigo—; es porque llevan semanas comiendo, por tanto, ya estaban llenas, ahora vendrán otras, más hambrientas que seguramente acabarán conmigo.”
La moraleja que hay que desprender de esta historia es que no debes hacer cosas que parezcan buenas, sin que tengas antecedentes para saber actuar correctamente.
Pero ¿por qué traigo a colación esta historia del leproso y del buen cristiano? Porque encuentro mucha similitud entre la tragedia que en política padecemos los mexicanos y la desgracia del leproso. Todos hemos escuchado más de alguna vez en el circo de las mañaneras y en más de un acto oficial del presidente AMLO, que frente a los cuestionamientos, acusaciones de actos de corrupción y de nepotismo, él siempre tiene como respuesta, “no somos lo mismo”.
Como titulé el encabezado de esta colaboración, las evidencias y pruebas irrefutables dan la razón al eterno candidato, confirmo y afirmo que no son los mismo, son peores. Para empezar, los viejos políticos, los mismos a los que el ahora presidente llamaba (y lo sigue haciendo) atinadamente “la mafia del poder”, como vulgares chapulines sin escrúpulos ni principios, se han pasado a Morena, lo mismo si “militaban en el PRI, PAN o PRD”; imitando al mismísimo AMLO que en su momento también militó en las filas del propio PRI.
Por otra parte, podemos ver ahora como miembros de la familia directa del presidente de México, están envueltos en escándalos de actos de nepotismo; Andy y sus amigos recibiendo privilegios a través de contratos millonarios; Felipa Obrador y sus 900 millones en contratos con Pemex, José Ramón con su icónica casa gris y su “fabrica mágica” de chocolates, el descarado de su hermano Pio Lorenzo López Obrador (PILLO por sus siglas). Además, de compadres, compinches involucrados en todo este bandidaje y saqueo, son las moscas hambrientas a las que tanto temía tanto el leproso de la historia; estos políticos “nuevos” (al igual que muchos del pasado) no tienen llenadera, están robando y enriqueciéndose a ojos vistas, han monopolizado la corrupción y la combaten solo contra aquellos que no sean sus allegados, porque sienten que solamente ellos y nadie más, tienen el derecho de privatizarla y volverla su patrimonio.
Así las cosas, en la política a la mexicana, donde el “padre” de la doble moral, aplica el dicho que reza “Que se haga la voluntad, pero en los bueyes de mi compadre”. Lo que pasa con los políticos no es ninguna novedad, porque eso venía ocurriendo, cosa que los mexicanos repudiábamos, por eso, muchos creyeron en “un cambio”, no hay tal cambio, porque los que han cambiado de chaqueta y de partido son los políticos pasándose a Morena. No nos extrañe pues, que ahora los candidatos de Morena sean los mismos que antes lo fueran del PRI, PAN, Verde, PRD, PT, Convergencia, etcétera; hecho que a los morenistas “puros y auténticos” los tiene inconformes, porque les han quitado el hueso de la boca para dárselo a los “chaqueteros”, a los “chapulines” de la política.
Resultaron peores, porque vemos cómo siendo funcionarios en ejercicio, han solicitado licencias para irse de candidatos a presidentes municipales, diputados locales o federales, senadores, etcétera. El ciudadano de a pie no deja de preguntarse si es “el servicio social” realmente el que los mueve a buscar otros puestos de poder o son sus intereses personales, o de partido.
La respuesta, amable lector, nos la volverá a dar la práctica. Mientras tanto, ¿qué debemos hacer los ciudadanos que vemos y dejamos pasar todo esto en nuestra época? Trabajar, efectivamente como muchos responden, porque ningún político nos da de comer, eso es muy cierto, pero recordemos que, en política, tenemos el gobierno que merecemos y permitimos.
Por ello, invito a todos los mexicanos a que no se dejen engañar más con las dádivas que suelen llegar en las campañas. Si realmente queremos lograr algo para nuestra comunidad, sólo lo lograremos luchando unidos y organizados. ¡Al que quiera azul celeste, que le cueste!
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