Muchos articulistas y columnistas criticaron la visita de López Obrador a Donald Trump a la Casa Blanca aconsejándole renunciar al viaje debido a que consideraban que éste solo utilizaría al mandatario mexicano en la campaña para reelegirse como presidente de los Estados Unidos. Ahora bien, dicho encuentro ya se llevó a cabo con el pretexto de festejar la entrada en vigor del T-MEC y se firmó la Declaración Conjunta de entrada en vigor de dicho tratado, solo entre dos mandatarios de las tres naciones miembros debido a la ausencia del Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau. ¿Qué conclusión podemos sacar de esta precipitada reunión?
Que no resultó ser cierto el vaticinio de los articulistas y columnistas que solo el presidente de los Estados unidos se beneficiaría con dicho encuentro. Resultó ser una simbiosis, pues dicha reunión fue de beneficio común, tanto para el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como para el de los Estados Unidos Donald Trump. El mandatario mexicano necesita oxígeno, necesita en este momento el respaldo de alguien poderoso y fue en busca del aplauso y del empuje de la potencia norteamericana y salió fortalecido, pues traer el respaldo del Imperio no es cualquier cosa. Por su parte, Donald Trump también salió beneficiado, porque López Obrador le acercó votos de los mexicanos y latinos que viven en Estados Unidos; le trasladó algo de popularidad de aquellos que simpatizan con él, pues reciben el mensaje que está con Trump y que hay que votar por este.
Entre López Obrador y Donald Trump el apoyo es mutuo, porque los dos andan de capa caída: el norteamericano va abajo con varios puntos en las encuestas en relación al candidato demócrata Joe Biden y el presidente mexicano viene cayendo en la aprobación de sus paisanos conforme a las encuestas de varias empresas y se acercan las elecciones del 2021 y está urgido de legitimarse para tratar de que su partido mantenga la mayoría en el Congreso de la Unión. El Primer Ministro canadiense entendió este juego y no se prestó a él. López Obrador, aunque no lo diga, queda totalmente enchufado y comprometido con la cabeza del Imperio, lo que se manifiesta con la militarización de la frontera sur del país para frenar la migración hacia los Estados Unidos, el pago de la construcción del muro en la frontera norte, la entrega de los recursos naturales y la mano de obra barata para los monopolios norteamericanos.
En el T-MEC no hay nada que festejar, porque este tratado representa el interés de las transnacionales y refuerza el dominio imperialista; daña al sistema productivo mexicano, a la pequeña empresa, a los campesinos y a la clase trabajadora en su conjunto. Acarreará mayor saqueo y empobrecimiento, aunque López Obrador sostenga que dicho acuerdo "representa un gran logro en beneficio de las tres naciones y la de nuestros pueblos".
México es un país dependiente de los Estados Unidos, dependencia que se refleja en que el 82 por ciento del total de nuestras exportaciones van hacia aquel país, por lo que si queremos hacer una verdadera transformación que mejore la suerte de los mexicanos es necesario modificar la estructura actual de nuestra producción para adaptarla a las necesidades del mercado interno, a las necesidades del mercado de otros países, como el de América Latina, los mercados europeos y de Asia. Para lo cual es necesario reconocer el pesado lastre de concepción, organización, infraestructura y capacitación del personal docente que arrastra desde siempre la educación nacional, para formar investigadores, inventores profundos, sabios humanistas y en ciencias naturales, pero todos ellos con la mente puesta en la independencia, la soberanía y el libre desarrollo de la riqueza nacional en beneficio de todos.
En México se requiere una transformación científica para desarrollar la producción y la productividad y poder penetrar en dichos mercados a pesar de la feroz competencia que se da en ellos. Hay que llevar a cabo un plan de explotación racional, científica y económicamente viable de los recursos agrícolas, forestales y ganaderos, con el propósito de levantar nuestra deprimida producción agropecuaria. Hay que alcanzar la autosuficiencia alimentaria y convertirnos en exportadores de todo aquello para cuya producción contemos con reales ventajas comparativas de suelo, clima y experiencia productiva. Para esto tendrán que trabajar las dependencias de gobierno encargadas del campo, todos los agrónomos del país y universidades agrícolas que hay en el territorio nacional para hacer un diagnóstico primero y un plan de desarrollo agropecuario y pesquero después.
De todo esto último, la 4T y su líder Andrés Manuel López Obrador no están haciendo nada, se han reducido a regalar dinero en efectivo para la compra de votos y se han olvidado del desarrollo científico en el terreno de la producción, lo que tiene a la economía en retroceso, con la subsecuente pérdida de empleos.
Hoy veremos en los medios de comunicación los festejos de López Obrador por este éxito personal, pero no tanto para la nación, porque mientras no haya un cambio radical en el terreno educativo, en el desarrollo científico y tecnológico que nos permita producir más en menos tiempo, abaratando los costos e incrementar la producción y que la riqueza que se genera se distribuya en forma más equitativa, los mexicanos seguiremos sometidos a los países imperialistas, sin ninguna independencia real en lo económico y en lo político. Para que no nos asuste un Trump con la amenaza de imponerles aranceles a nuestras exportaciones.
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