Hoy que conmemoramos el 110 aniversario de la Gran Revolución Mexicana debemos reconocer que en México falta una nueva revolución, porque la pobreza, la enfermedad y sobre todo el abandono gubernamental, hacen la vida insoportable para la mayoría de los mexicanos. El pueblo está cada vez peor: la pandemia y la economía mal manejadas nos arrojan millones y millones que perdieron su empleo y vienen a engrosar las nutridas filas de los menesterosos; 260 mil muertos, 100 mil por coronavirus de acuerdo con las estadísticas oficiales y otros 160 mil fallecidos por causas "desconocidas&rdquo, según los registros de esas mismas estadísticas; así como el crecimiento desbordado de la inseguridad que mantiene ensangrentado al país.
Hace 10 años, al celebrarse el centenario del 20 de noviembre ya había voces que clamaban por una nueva revolución, porque recuerdan que los grandes males del país se han solucionado con revoluciones, como la que nos independizó del dominio español en 1810, como la que derrotó y expulsó al dictador Porfirio Díaz en 1910, repartió la tierra, fijó la jornada en ocho horas y garantizó los derechos civiles y políticos de todos los ciudadanos. Es cierto, para los trabajadores el avance fue pequeño, la gran deuda con el pueblo no se ha saldado todavía, porque la revolución no resolvió los problemas sociales ni económicos de las mayorías.
Ahora, en el 2020, son más y más fuertes las voces que proclaman la necesidad de la nueva revolución. A la vanguardia de todos, se escucha la poderosa voz de Aquiles Córdova Morán afirmando: ya se comprobó que no es suficiente cambiar el partido en el poder, ahora es necesario poner una nueva clase. La gente vomitó 70 años de priismo y votó por el cambio que ofrecía Vicente Fox, y luego Calderón, pero resultaron más de lo mismo. Todavía le dio una última oportunidad al PRI de Peña Nieto y salió doblemente defraudado, no hubo soluciones para el pueblo y el saqueo de las arcas públicas fue escandaloso.
La denuncia de tanto latrocinio y la promesa de que por fin llegaba un político que gobernaría a favor de los pobres, fue la clave para que el discurso manipulador del populismo de la 4T triunfara en las urnas. Si López Obrador llegó al poder por la vía electoral y nos llevó al callejón sin salida en que nos encontramos, por esa misma vía electoral lo tenemos que sacar del poder.
Esta nueva revolución tan urgente y necesaria, porque debe combatir la pobreza y la desigualdad, puede ser pacífica, y lo será si el pueblo participa masivamente emitiendo su voto por una nueva clase de políticos, por dirigentes salidos de la entraña del pueblo, y si el pueblo se mantiene organizado tanto para hacer valer su voto, como para vigilar a los nuevos gobernantes.
En estos momentos se hace indispensable unir a todos los dañados por la 4T, a todos los que han visto empeorar su situación por las medidas improvisadas y erráticas de este gobierno; hay que formar una gran coalición de fuerzas con los empresarios nacionalistas que sí se preocupen por el desarrollo económico del país y estén dispuestos a luchar por un México rico y próspero. Para que todos juntos impidamos en el 2021 que Morena controle otra vez la Cámara de Diputados.
Convocamos a los jóvenes estudiantes para que se sumen a un gran ejército encargado de desbaratar los engaños de la 4T, para que ayuden a llevar la verdad liberadora a millones de trabajadores, que todavía son manipulados por la demagogia insidiosa de las mañaneras.
En esta tarea gigante también pedimos la colaboración de los que han debido abandonar su patria, porque no les daba las oportunidades de progresar, no ofrecía las condiciones para devengar un salario suficiente. Es hora que vuelvan los ojos a México, es hora que formen en las filas de los que queremos salvar al país del retroceso a que nos está llevando López Obrador. Es urgente que se unan a la nueva revolución para salvar a México.
Para esa gran coalición el Movimiento Antorchista Nacional propone un programa revolucionario que permita atacar de frente la pobreza y la desigualdad generados por el modelo neoliberal, que nos vienen aplicando desde 1982 programa que se resume en cuatro puntos de política económica que debe llevar adelante un gobierno auténticamente popular: la creación de suficientes empleos para que todo el que desee trabajar pueda hacerlo, la elevación sustancial de los salarios para que las familias de los trabajadores puedan adquirir la canasta básica; la instrumentación de una reforma fiscal progresiva que obligue a pagar mayores impuestos a los que tienen mayores ingresos y no los paguen quienes no tienen ingresos; y una drástica reorientación del gasto público, para destinarlo fundamentalmente a impulsar el desarrollo científico y tecnológico del país y sacar del atraso y la marginación a los pueblos y colonias olvidados de siempre. Esta es nuestra invitación.
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