Hoy nos encontramos ante un momento determinante en la lucha de clases en nuestro país. La propuesta de reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales es un reflejo claro de las contradicciones que existen dentro del sistema capitalista.
Esta reforma, aunque limitada y aún en proceso de implementación, debe ser vista bajo la óptica materialista, que nos permite comprender no sólo lo que está ocurriendo, sino también por qué está sucediendo.
La jornada laboral de 40 horas, que algunos ven como una amenaza al sistema capitalista, es en realidad una medida lógica dada la evolución de las fuerzas productivas.
Primero, entendemos que las relaciones de producción en el capitalismo están marcadas por una contradicción fundamental: la relación entre el trabajo y el capital. Los capitalistas, dueños de los medios de producción, se apropian del excedente de valor generado por los trabajadores, quienes producen las riquezas de este país; sin embargo, no reciben una compensación justa por todo lo que generan.
Los trabajadores, en su lucha constante por mejorar sus condiciones de vida, se enfrentan a un sistema que nos oprime y los explota en cada jornada.
Esta propuesta de reducir la jornada laboral, entonces, no es un simple acto de benevolencia del gobierno de Claudia Sheinbaum o de los empresarios. Es el resultado de la presión que las clases trabajadoras han ejercido a lo largo de la historia.
La reducción de las horas laborales es una victoria parcial de la clase obrera, es un acto de justicia social. Pero debemos tener claro que esta reforma no es el fin de la lucha: es sólo un pequeño paso.
Segundo, las fuerzas productivas de una sociedad —la tecnología, el conocimiento, las herramientas, la organización del trabajo— evolucionan constantemente. Las condiciones de producción, como sabemos, han cambiado.
Hoy en día, con los avances tecnológicos, los trabajadores pueden producir mucho más con menos esfuerzo físico y menos horas de trabajo. Sin embargo, el capital sigue buscando maximizar sus ganancias, manteniendo jornadas laborales extenuantes que afectan su salud y bienestar.
La jornada laboral de 40 horas, que algunos ven como una amenaza al sistema capitalista, es en realidad una medida lógica dada la evolución de las fuerzas productivas. No es necesario que trabajemos tantas horas para producir lo que el sistema necesita.
Pero el capital, guiado únicamente por la ambición de ganancias, se resiste a este cambio. Los capitalistas no están dispuestos a perder ni una fracción del excedente que logran extraer de nuestra fuerza laboral.
Es cierto que la propuesta de reducir las horas laborales todavía está lejos de representar una solución definitiva. La propuesta de reforma no eliminará las desigualdades estructurales que el capitalismo impone a los trabajadores, pero sí es un indicio de que las fuerzas productivas y las relaciones de producción están cambiando.
La presión de la clase obrera, las demandas populares, las movilizaciones sindicales, son las que han obligado al sistema a ceder en ciertos aspectos, aunque sea parcialmente.
Hago un llamado fraterno a los ciudadanos, al pueblo en general, a que estemos pendientes de los avances de la propuesta y actuemos en consecuencia. El verdadero cambio vendrá cuando las relaciones de producción dejen de estar bajo el control de unos pocos capitalistas y sean transformadas en un sistema que esté al servicio de las grandes mayorías: el pueblo trabajador.
Sólo en un sistema socialista, donde los trabajadores sean dueños de los medios de producción y de la riqueza que generan, podremos lograr una verdadera justicia laboral.
Pero mientras ese día llega, debemos seguir luchando por cada conquista, por cada derecho. La jornada laboral de 40 horas es una de esas conquistas. No permitamos que se convierta en una mera ilusión.
Sigamos organizándonos, sigamos luchando, porque sólo la unidad de los trabajadores puede transformar este país. A tiempo.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario