Hace un par de semanas, el hoy presidente de Estados Unidos, Donald Trump hizo una declaración que a varios nos llamó la atención cuando dijo: “vamos a cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América”, a algunos les causó risa y a otros indiferencia. Pero, cuál es el verdadero fondo de esta declaración. Veamos algo de historia.
El Golfo de México no solo tiene una relevancia histórica, sino que también es un punto clave en la geografía y economía mundial.
El nombre "Golfo de México" tiene raíces documentadas en mapas históricos de los siglos XVI y XVII. Durante la época colonial, España lo incluyó como parte del Virreinato de Nueva España; su denominación tiene origen en los primeros mapas europeos, cuando los exploradores españoles comenzaron a identificar las aguas del continente americano. Américo Vespucio, en 1497, fue el primero en navegar por estas aguas, aunque sin bautizarlas. Más tarde, exploradores como Juan de Grijalva y Hernán Cortés consolidaron la influencia española en la región, dejando un legado que se reflejó en los mapas de la época; por ejemplo, el mapa de Ortelius de 1584 y el de De Bry de 1591 ya utilizaban el término "Golfo de México", vinculándolo a su riqueza natural y estratégica.
Pero, ¿en qué momento se bautizó al golfo de México como tal? Pues bien, este no tuvo un nombre oficial sino hasta 1540 y, durante más de un siglo después de su descubrimiento, se consideró parte del océano Atlántico, o “mar del Norte” y se le identificó de distintas formas. Un término común era “Seno Mexicano”, pero también se le llamaba Golfo de Nueva España o Golfo de México. Durante más de 150 años, este mar fue considerado un territorio exclusivo de España, reflejando el dominio absoluto que los españoles pretendían sobre las aguas del Nuevo Mundo.
Actualmente, el Golfo de México no solo tiene una relevancia histórica, sino que también es un punto clave en la geografía y economía mundial. Con una extensión aproximada de 1.5 millones de kilómetros cuadrados, es uno de los cuerpos de agua más grandes del mundo; colinda con tres países: Estados Unidos, México y Cuba, y conecta con el océano Atlántico a través del estrecho de Florida. Es importante señalar que el uso de México no es en referencia al Estado moderno, sino a la palabra náhuatl que usaban los aztecas para hablar de la ciudad que fundaron en lo que hoy es Ciudad de México. El Golfo de México, apareció por primera vez en los mapas europeos en el siglo XVI.
Es importante tener presente que desde el siglo XVI, el Golfo de México ha sido un punto estratégico más allá de su rica historia: es vital para la economía y la ecología de América pues alberga una de las reservas petroleras más importantes del mundo y su biodiversidad lo convierte en un ecosistema único; o sea, es una de las regiones de producción de petróleo en Altamar más importantes del mundo que representa el 14 por ciento de la producción total de petróleo crudo y 5 por ciento de la producción de gas natural seco de Estados Unidos. Asimismo, es vital para la pesca comercial, con una producción anual de aproximadamente 1 millón de toneladas, proporcionando sustento a cientos de familias y comunidades costeras.
El debate sobre el nombre del Golfo no es nuevo: en 2012, un legislador de Mississippi sugirió llamarlo “Golfo de América” para el tramo que rodea las playas de Estados Unidos; hoy Trump justifica su propuesta argumentando que Estados Unidos invierte más recursos en la región.
La propuesta de Donald Trump de renombrar el Golfo de México como el Golfo de América plantea preguntas fundamentales sobre soberanía, diplomacia y respeto por los lazos históricos y culturales de la región; pero, sobre todo, hay que ver que la propuesta de Trump tiene implicaciones geográficas, políticas y sociales dada la gran importancia económica qué tiene el Golfo de México.
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