Este 9 de mayo se cumplirán 80 años de un acontecimiento que cambió la vida de todos los seres humanos de ese entonces y de los tiempos futuros. 80 años de que la humanidad logró, gracias al sacrificio heroico de los más valientes, inteligentes, generosos y abnegados de nuestra especie, detener a los que pretendían la esclavización y el exterminio de todos aquellos que ya habían declarado como seres inferiores, prescindibles o enemigos de sus afanes de esclavización y dominio del mundo entero: hace 80 años, el 9 de mayo de 1945, que se derrotó al nazismo encabezado por Hitler.
Hace 80 años que el pueblo y el ejército socialistas de la entonces Unión Soviética acabaron con los campos de exterminio de los genocidas fascistas y detuvieron la expansión de la criminal alianza de la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y el imperio japonés.
Es de hombres buenos ser agradecido. No debemos olvidar a los casi 30 millones de ciudadanos soviéticos que perdieron la vida en esta extraordinaria hazaña humana.
La hazaña del ejército y el pueblo dirigidos por Stalin se puede apreciar mejor si recordamos:
Uno. Que los países capitalistas declarados enemigos de Hitler, los aliados (Estados Unidos, Inglaterra y Francia), habían permitido calculada y pérfidamente la expansión de los nazis hacia el Este, es decir, hacia la URSS, y que, investigaciones históricas documentales lo han demostrado así, esperaban el debilitamiento del país que buscaba la construcción del socialismo para caer con su fuerza prácticamente intacta sobre una URSS debilitada y desaparecerla junto con los anhelos de revolución de los pueblos del mundo, cuando menos durante una larga época.
Dos. Que el ejército de Hitler jamás había sido derrotado y había ocupado Francia, avanzando hacia el Este e invadiendo un país tras otro sin que nadie lograra detenerlos.
Tres. Que la Unión Soviética apenas había logrado salir de una guerra civil en la que Japón, Reino Unido, Francia y Estados Unidos, entre otras naciones, habían aportado tropas y suministros para tratar de ahogar la Revolución Socialista dirigida por Lenin. Millones de muertos, la destrucción de campos de cultivo y fábricas, una profunda crisis económica y social, tales fueron los costos que tuvo que pagar la Rusia revolucionaria para defender su derecho a construir una patria más justa para los trabajadores, sobre bases de equidad que nadie había intentado antes.
No tenía, entonces, la república de los soviets las mejores condiciones para enfrentar, ya no digamos para resistir y derrotar, la invasión del que entonces era el ejército más poderoso del mundo, el ejército alemán, que contaba además con la connivencia de las potencias imperialistas y neocoloniales.
Pero, como dijera José Martí, “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”, y armados con la ideología marxista, con el ejemplo de los bolcheviques que habían logrado derrotar al zarismo, con el antecedente de sus ancestros que habían hecho morder el polvo al ejército de Napoleón —también el más poderoso de su época— que los invadió en 1812, y con la dirección inclaudicable e inteligente de Stalin y el PCUS, consiguieron lo que nadie creía posible: detener a Hitler a las puertas de Moscú en 1941, derrotar a las hordas fascistas en la heroica ciudad de Stalingrado, iniciar así el avance hacia Alemania, a la que derrotan definitivamente en la Batalla de Berlín en 1945, que llevó a Hitler al suicidio el 30 de abril de ese año, y la victoria completa el 9 de mayo, como ya quedó dicho.
Es de hombres buenos ser agradecido. No debemos olvidar a los casi 30 millones de ciudadanos soviéticos (soldados, mujeres, hombres, ancianos, niños o jóvenes) que perdieron la vida en esta extraordinaria hazaña humana; no debemos confundirnos, sobre todo ahora que se trata de sepultar la verdad con desinformación y mentiras cínicas a través del cine, las declaraciones de los gobernantes de los países occidentales, las noticias y los “análisis históricos” distorsionados, ahora que el nazismo renace en el gobierno de Ucrania, en los afanes de expansión y control de los que pretenden hacer grande “again” al imperio en decadencia.
No debemos olvidar que sólo la acción consciente del pueblo trabajador, la lucha decidida de los que aislados son pequeños y aparentemente incapaces, pero que unidos y con una dirección certera son capaces de lo que parece imposible, que solo así se han hecho las grandes y verdaderas transformaciones sociales.
Así, con el pueblo unido, consciente y activo se logró detener al nazismo; así también se logró poner de pie ese gigante que es ahora la República Popular China, bajo la conducción de su Partido Comunista, después de que el país estaba totalmente en ruinas al iniciar la década de los cincuentas; así y sólo así lograremos construir en México una patria más justa para el pueblo trabajador. Esa es, así lo creo, la mejor manera que tenemos de agradecer a los que nos salvaron del nazismo hace 80 años.
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