El triunfo de Donald Trump le ha llevado a iniciar, antes de sentarse en la silla, la guerra comercial en contra de China (en el afán de defender los intereses de los sectores industriales poderosos de Estados Unidos y, con ello, nos está metiendo en un torbellino comercial feroz que traerá graves consecuencias negativas para nuestro país). Desde su campaña comenzó a configurar su política: “no quiero guerra con Rusia, pues es una máquina capaz de derrotar a cualquier ejército; sin embargo, en contraste, quiero guerra comercial y antimigratoria”. Su estrategia será la guerra comercial: usará todas sus artimañas y poder como hombre de negocios. Los cánones de la negociación dicen que, para obtener las mayores ventajas sobre el oponente, hay que arrinconarlo y es lo que está haciendo Trump con México y otros países con una serie de amenazas que no sabemos si se han de cumplir, pero ya están hechas.
Por ejemplo, ha dicho que impondrá un incremento de los aranceles del 25 % si en México no se combate el trasiego de drogas; que se impondrán aranceles similares si México no deja de comerciar con China; que se revisarán las condiciones del tratado comercial T-MEC en próximas fechas, que incluye la amenaza de Canadá de prescindir de México en ese tratado; entre otras.
En principio se propuso luchar contra los migrantes, acusándolos de los males de la sociedad norteamericana, entre ellos, el tráfico de drogas. Sería insensato decir que eso es falso en redondo, pero también sería falso decir que sólo eso sucede. Se sabe que la inmensa mayoría de los mexicanos que migran a Estados Unidos no lo hacen para traficar con drogas o con armas, lo hacen para contribuir al sustento de sus familias en México con un trabajo modesto del otro lado. Se sabe también que, si bien es cierto que hay tráfico de drogas desde América Latina, que incluye a México, hacia nuestro vecino del norte, también se sabe que las capturas más importantes de capos de la droga se ha realizado en nuestros países, por ejemplo, en los años noventa la lucha frontal que se dio contra Pablo Escobar en Colombia y recientemente la detención de “El Mayo” Zambada; sin embargo, no se sabe de ningún capo importante en Estados Unidos que distribuya la droga en aquel país o permita que eso suceda y, finalmente, se sabe que una de las cosas que no han hecho los estadounidenses y que Trump no se lo ha propuesto decididamente, es combatir en serio y enérgicamente, la drogadicción en su propio país, pero amenaza, como hemos dicho, con sancionar comercialmente a quien no frene la oferta de drogas, pero no se combate la demanda ni a quienes la distribuyen.
En efecto, es bien conocida la descomposición de la sociedad norteamericana y, por lo mismo, el consumo de drogas en aquella nación: las escenas de muchos sin casa en Los Ángeles, en Filadelfia, en San Francisco, en Nueva York, etcétera, que caminan como sonámbulos o como zombies por las respectivas calles de estas ciudades, se debe, en parte, a las drogas. ¿Cómo circulan las drogas por las calles de Norteamérica? ¿Cómo llegan a los antros de aquella nación? ¿El sistema de inteligencia norteamericano, tan capaz como presumen que es, no puede detectar a los que permiten el trasiego de drogas? ¿Si lo detecta y sabe quiénes son los encargados de la distribución en los Estados Unidos, por qué no los detienen?
En cuanto a la guerra comercial contra China, la amenaza de Trump violenta todos los principios del libre comercio que tanto dice defender Estados Unidos y sus miles de doctores en economía, incluidos sus Premios Nobel. No creyeron que China pudiera rebasar en la capacidad productiva a los Estados Unidos; no creyeron que China fuera capaz de desarrollar las fuerzas productivas al grado de tecnificarlas y superar a Estados Unidos, maestros en la tecnología y, por lo mismo, viéndose rebasados los norteamericanos sólo les queda lanzarse contra China con sanciones comerciales directas e indirectas. Directas, a las mercancías que entran directamente de China a Estados Unidos, indirectamente, por las mercancías que entran a Estados Unidos por México, aunque son de origen chino.
Querer imponer a México que no comercie con China por parte de Trump, es una violación a nuestra soberanía. El TMEC, que firmó Morena, incluyó una clausula perversa que dice que no podemos firmar tratados comerciales con países cuyos gobiernos no sean democráticamente electos (como si el gobierno norteamericano lo fuera…); pero ello no nos impide que haya inversiones chinas en México y que de México se exporten los productos chinos elaborados en México a Estados Unidos ¿dónde está el delito? El delito está en que son productos que los Estados Unidos no pueden producir con la misma calidad y con la misma baratura, entonces, para poder frenar artificialmente ese desarrollo, se amenaza con imponer a los productos que procedan de México hacia los Estados Unidos, un arancel del 25%.
Cuando la decadencia inicia, como dice Marx, haga lo que haga el capitalismo, no tiene remedio. Eso es lo que pasa con Estados Unidos. Su guerra contra China, va más en su propio prejuicio y de sus ciudadanos, que en su favor. México, por su parte, no debe engancharse en esa política perversa que propone Trump, pues va en nuestro propio prejuicio. Dice una nota: “Ante la presión del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, se llevó a cabo un golpe en una plaza china ubicada en Izazaga 89, en México. Este lugar es conocido por ser uno de los puntos más grandes de almacenamiento y venta de productos chinos” (unomásuno.com; 29 noviembre 2024). Pero ese no es el problema, las amenazas de Trump están invitando a empresas como BYD a repensar la instalación de una de sus plantas en México y eso sí que está mal, pues ni Tesla ni BYD van a concretar sus plantas. Pero tampoco es sensato decir que se van a sustituir importaciones como en los años setenta, si se le dedica menos dinero a la ciencia y la tecnología y menos recursos a la educación nacional.
No debemos entramparnos en la guerra comercial con Estados Unidos, debemos defender nuestro derecho a comercial libremente y, finalmente, debemos fortalecer nuestros lazos políticos y comerciales con China, pues, a diferencia de Estados Unidos, que nos aplica la política del embudo: la parte chica para nosotros y la grande para ellos, China quiere comerciar con la política de ganar-ganar y como las fuerza productivas del socialismo con características chinas ya rebasó a las obsoletas fuerzas productivas norteamericanas, entonces, están pataleando y queriendo imponer su modelo con base en la guerra comercial contra China. No ganarán los norteamericanos y debemos prepararnos para la construcción de un mundo multipolar y mejor para todos.
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