MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Hay que seguir el ejemplo de Tecomatlán

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Recientemente fue clausurada la XXI Espartaqueada Cultural Nacional 2025, organizada por el Movimiento Antorchista en Tecomatlán, Puebla. Este evento, que no se celebraba a gran escala desde 2019 debido a dos factores: la pandemia mundial del SARS-CoV-2 y la llegada al poder de la mal llamada Cuarta Transformación, vuelve a demostrar algo esencial que nuestro país no debería olvidar: el poder transformador de la cultura, la organización y la educación popular.

Durante nueve días, más de 28 mil artistas de todo el país —hombres, mujeres, jóvenes y niños de todas las edades— desfilaron y mostraron su talento en los escenarios de Tecomatlán. Esta cifra no es menor: no existe en todo México un evento cultural que logre reunir a una cantidad tan impresionante de participantes de tantos rincones diferentes. 

Mientras en la mayoría del país los jóvenes son alejados de los espacios culturales y artísticos, empujados hacia un futuro de precariedad y violencia, en Tecomatlán se forman artistas, deportistas, científicos, profesionistas.

Mientras en otros espacios la cultura se ha ido reduciendo a espectáculos de consumo rápido o elitistas, en Tecomatlán se vive y se promueve como una necesidad humana fundamental, como un pilar de transformación social y personal.

Este logro no es producto de la casualidad. Tecomatlán, alguna vez uno de los municipios más marginados del país, es hoy un modelo de progreso gracias al esfuerzo organizado de su gente y a la visión social y educativa del Movimiento Antorchista. 

Calles pavimentadas, escuelas de todos los niveles, hospitales, espacios culturales y deportivos: todo esto fue posible porque sus habitantes entendieron que el cambio real no viene de la mano de promesas vacías, sino del trabajo colectivo, la educación y la cultura.

Frente a esto, es necesario recordar la realidad en la que vivimos: de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2022, el 36.3 % de la población mexicana, es decir, alrededor de 46.8 millones de personas, se encontraba en situación de pobreza.

De ellos, 8.9 millones vivían en pobreza extrema, enfrentando carencias graves como la falta de acceso a la alimentación, a servicios básicos y a vivienda digna. Aunque el gobierno se esfuerce en vender la idea de que los programas sociales son suficientes, la pobreza estructural sigue ahí, intacta o incluso profundizándose en varias regiones del país.

Más alarmante aún es que el acceso a la educación y la cultura sigue siendo desigual. Según el mismo Coneval, en 2022, el 19.4 % de la población presentaba rezago educativo. Esto quiere decir que millones de mexicanos no tuvieron acceso a la educación básica completa, una condición que perpetúa el círculo de pobreza y limita las oportunidades de desarrollo personal y colectivo.

En este contexto, el ejemplo de Tecomatlán no sólo es relevante: es urgente. Nos enseña que el arte y la cultura no son lujos, sino instrumentos de liberación; que no basta con repartir recursos de forma asistencialista, sino que se debe formar, educar y organizar al pueblo para que construya su propio destino.

Mientras en la mayoría del país los jóvenes son alejados de los espacios culturales y artísticos, empujados hacia un futuro de precariedad y violencia, en Tecomatlán se forman artistas, deportistas, científicos, profesionistas. Se forja una juventud que, gracias a su formación integral, puede aspirar no solo a mejores condiciones de vida, sino también a transformar su entorno.

Hoy más que nunca, México necesita seguir el ejemplo de Tecomatlán. Necesitamos multiplicar los esfuerzos por acercar la cultura y la educación a todos los rincones del país, sobre todo a aquellos donde históricamente ha reinado la marginación. No podemos permitir que la pobreza siga condenando generaciones enteras al olvido.

El verdadero cambio social no se logra con discursos rimbombantes ni con transferencias económicas que no resuelven las causas profundas de la pobreza. Se construye desde abajo, formando seres humanos íntegros, críticos, cultos y organizados. Tecomatlán nos muestra que es posible. Ahora, el reto es tener el valor de seguir su ejemplo.

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