Huitzilan de Serdán, a pesar de ser un municipio con una población en su mayoría indígena y estar enclavado en la Sierra Nororiental de Puebla, una zona geográfica escabrosa y de difícil acceso, en las últimas décadas se ha consolidado como un importante núcleo poblacional por su alto desarrollo y gran progreso, gracias a sus gobiernos netamente populares, y la activa participación de los huitziltecos que, desde hace varias generaciones, decidieron organizarse en las filas del Movimiento Antorchista para superar su condición de pueblo sometido al cacicazgo, víctima de las más viles ambiciones humanas.
La transformación material de Huitzilan es a tal grado que, del total de la población del municipio -y pese a las condiciones geográficas que dificultan en gran medida el acceso, incluso a pie por las pendientes, cuanto más de edificios y cualquier otro tipo de obra como las redes de agua y demás-, el 96 por ciento de las familias tienen garantizado el acceso al agua potable, el 98 por ciento tienen energía eléctrica en sus hogares y el 82 por ciento cuenta con drenaje sanitario, es decir, existe una cobertura de los servicios básicos en casi todas las viviendas.
Pero eso, por decir lo menos. Para las necesidades de la región existe también, y no casualmente, un magnífico hospital que garantiza el servicio las 24 horas, evitando que las familias tuvieran que salir en busca de médicos a los municipios vecinos e, incluso en algunos casos, teniendo que trasladarlos; también cuenta con una Unidad Básica de Rehabilitación.
Pero no sólo eso, los gobiernos huitziltecos, encabezados por los propios hijos de los campesinos, se han ocupado de transformar no sólo las condiciones materiales, sino también de intelecto y espíritu de las nuevas generaciones formándolas bajo una educación integral y multidisciplinaria. Se han techado las 27 canchas que existen en el municipio, además tienen, para uso y disfrute, una importante unidad deportiva techada, con gradas y pista de atletismo, salas audiovisuales y de computo, gimnasio al aire libre y área de juegos; con espacios para la recreación como parques, cancha de fútbol rápido con pasto sintético y un auditorio con capacidad para más de 7 mil personas. Es decir, se preocupan por fomentar en los jóvenes el deporte, pues es una herramienta para formar hombres más fuertes y capaces física e intelectualmente; además de que los aleja del ocio, madre de todos los vicios.
Sin embargo, esta visión de transformación, de una sociedad más justa y equitativa no le cayó al pueblo huitzilteco del cielo, para lograr tener gobernantes identificados con los intereses de su propio pueblo, dispuestos a dedicar su vida por el desarrollo y libertad de los indígenas, como el caso de Manuel Hernández Pasión, primero tuvieron que formar educarlos y sembrar en ellos la semilla de una vida diga para todos. Sólo así, y con lucha, es como el pueblo huitzilteco ha tenido esta gran transformación que le ha costado, incluso, una cuota de sangre, arrancada de la fila de los antorchistas más comprometidos con su pueblo.
La lucha ha rendido frutos. Ahora las nuevas generaciones de indígenas ya no se ven obligados a labrar la tierra de los caciques de la familia Aco más de 12 horas diarias a cambio de tres kilos de maíz como en los años de 1940. En aquellos tiempos las familias prácticamente se morían de hambre, quienes podían resistirse, comían quelites, plátanos verdes y, si bien les iba, un poco de frijoles.
Los niños de hoy ya no viven en jacales hechos con palos y techos de rollos de paja ajilados, ni tienden hojas de plátano para dormir; los tiempos en que se curaban con aguardiente o agua con sal han quedado sólo en el recuerdo de los más viejos. Los trabajadores ya no son despojados de sus tierras ni cosechas; las tiendas de raya fueron sustituidas por cooperativas.
Las mujeres ya no viven con el temor de que sus esposos, padres o hijos sean asesinados impune y vilmente por los gatilleros que las obligaban a ver los cuerpos de sus familiares ser devorados por perros mientras se pudrían en las calles, como en aquellos crudos años de los 70 y principios de los 80. Esos años quedaron en el pasado.
La realidad que conocemos ahora es opuesta. Quienes dirigen el municipio desde el poder público se preocupan por acciones como la construcción de la casa de cultura, el bulevar de acceso a Huitzilan, la construcción y equipamiento de 33 aulas y techado de plazas cívicas en diferentes escuelas, redes de agua potable, acciones para vivienda, acciones (con planta, fertilizante y paquetes tecnológicos) en apoyo a productores de café, como en la administración de Manuel Hernández Pasión quien invirtió más de 700 millones de pesos.
Manuel Hernández fue un joven indígena huitzilteco asesinado a sangre fría a finales de 2017 por los caciques de la región ante su temor de que los municipios vecinos también decidieran organizarse en Antorcha.
La actual administración, encabezada por el profesor Delfino Bonilla ángel invirtió durante el primer año 95 millones de pesos, en el segundo 74, y durante la contingencia sanitaria provocada por la covid-19 ha implementado acciones concretas como programas de subsidio al maíz, verdura y abarrote, ha entregado más de seis mil despensas, echó a andar un programa de desinfección de hogares, templos católicos y protestantes, escuelas, espacios públicos, además de la dotación de materiales de higiene, curación y algunos medicamentos para el Hospital de Huitzilan, así como la instalación de filtros sanitarios y entrega de apoyos alimentarios para las familias contagiadas, a fin de garantizar su alimentación y el confinamiento.
Como vemos, pues, la transformación de Huitzilan no ha sido nada fácil, pero tampoco, imposible. De la mano de Antorcha, con la voluntad férrea de los huitziltecos, unidos como un solo hombre, y con la creación del hombre nuevo junto al modelo de gobierno que propone Antorcha, Huitzilan de Serdán se ha convertido en el rubí de la Sierra Nororiental de Puebla.
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