Son varios los factores que inciden en el incremento de la migración de menores: el aumento en la migración femenina, el aumento de la violencia en sus lugares de origen, la pobreza, marginación acceso limitado a servicios sociales afectan la vida de niños y adolescentes de México, así como a algunos países de Centroamérica, esto los obliga a tomar la decisión de abandonar sus hogares y por ende su país. Una vez que abandonan sus lugares de origen, en muchos casos, niños y jóvenes transitan solos y sin documentos por México hacia la frontera con Estados Unidos para reunirse con sus familiares que radican en aquel país o bien buscando una mejor vida alejados de la violencia y pobreza, sin embargo, en muchos de los casos son repatriados.
Durante su recorrido a la frontera estos niños corren el riesgo de sufrir hambre, frío, de padecer enfermedades, de no tener acceso a servicios de salud, de ser retenidos y explotados por el crimen organizado, además de otros tipos de violencia y discriminación por parte de la población de los lugares por donde pasen. Estas situaciones tienen graves consecuencias para su salud mental y bienestar.
Los migrantes, sobre todo ilegales, cubren empleos inferiores y mal pagados, además en su contratación es, por ilegal, desventajosa, pues carecen de los derechos que tienen los trabajadores nativos, por lo cual, son víctimas de una explotación rapaz.
Con base a los boletines estadísticos de la Unidad de Política Migratoria, de enero a abril de 2024, el Estado mexicano ha registrado 59,041 migrantes irregulares de entre 0 y 17 años (el 48.6 por ciento corresponde a mujeres y el 51.4 por ciento a hombres), esto representa un aumento de 134.9 por ciento con respecto a la cantidad de migrantes en los mismos meses de 2023 (25,130 casos en total).
En México, las niñas, niños y adolescentes en situación de migración, tienen derecho a acceder a una educación pública y gratuita. Sin embargo, muchos de ellos no acceden por diversas realidades, por un lado, es debido a las condiciones de su tránsito migratorio, a la falta de información sobre la oferta educativa (en escuelas regulares o en educación comunitaria), el miedo a la discriminación, el desconocimiento sobre los requisitos de acceso, la solicitud de cuotas y gastos vinculados a su educación, entre otras barreras que les impiden continuar con sus estudios. Por otra parte, en muchas escuelas, se les exige presentar documentación de identidad o acreditación escolar, sin tomar en cuenta, que el artículo 3° de nuestra Constitución Política, así como la Normativa de Acceso y Control Escolar de la Secretaría de Educación Pública, garantiza el derecho a la educación para todo niño y adolescente, sin importar su condición migratoria.
Esto significa que su ingreso a la escuela no puede ni debe estar condicionado a la presentación de estos documentos, de igual manera tampoco se puede retener sus boletas o certificados de estudios o condicionarlos a la regularización de su situación. Para los niños en situación de migración, la escuela es un espacio seguro en muchos sentidos y el asistir a la escuela les ayuda a recuperar rutinas y les da la sensación de normalidad y estabilidad que la migración misma les arrebata, de igual manera la escuela le brinda un espacio donde se puede dar acompañamiento psicoemocional a través del juego, donde además aprenden habilidades socioemocionales como la lectura y escritura que son fundamentales para su formación presente y futura.
La población migrante infantil manifiesta una problemática mundial, que pone en tela de juicio los tratados firmados en relación con la protección de la infancia y adolescencia. Es importante reflexionar sobre la forma en la cual los gobiernos están poniendo en práctica los compromisos adquiridos, así como proponer soluciones que respondan a las necesidades de la población afectada. A pesar de todos los compromisos y tratados firmados y por firmar, ¿la migración se detendrá? Al parecer no, ya que mientras de un lado de la frontera exista hambre y del otro lado alimento, no habrá poder humano capaz de detener esa ola humana que día a día crece. El dilema para los pobres es difícil: o mueren en el intento al cruzar el país y la frontera o de hambre en sus localidades.
En lo que hace a la solución, la problemática no se resuelve con una colección de ligerezas que sugieren los gobiernos, como dotar a los migrantes un botiquín de primeros auxilios o brigadas de apoyo y orientación, mucho menos con oficinas de atención a migrantes, entre otras frivolidades. Debe lograrse una equidad distributiva a nivel de personas, regiones y países; terminar con la injusta división internacional del trabajo que condena a unos países a suministrar materias primas con poco valor agregado, a las naciones productoras de bienes fabricantes que emplean tecnología avanzada, esto provoca deterioro en términos de intercambio.
De igual manera, debe existir una distribución equitativa de la riqueza, así como un aumento en la inversión pública para crear condiciones que permitan educar a toda la niñez y juventud. Creación de empleos bien remunerados. Aumento progresivo de impuestos, esto es, que pague más quien gane más. Mientras existan las diferencias de bienestar entre naciones, existirán las corrientes migratorias.
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