La “transformación” fue el eje de la campaña obradorista rumbo a la presidencia de la república, cuidando que no hubiera ninguna referencia a un cambio violento o radical, profundo y verdadero, para no espantar a sus posibles electores y, particularmente, a los dueños del dinero y los que tienen el verdadero poder de México.
El éxito de la campaña de la mentada transformación aún mantiene su entusiasmo en sus huestes y en el respetable, merced a las dádivas presidenciales a los grupos de la tercera edad y a los jóvenes que reciben el apoyo gubernamental en forma de pensiones y “becas”. Imagínese usted, amable lector, lo que pensaría una señora de 65 años de edad, que atiende su tiendita de toda la vida, se inscribe y, de la nada, le “caen” seis mil pesos, ¿Hablaría mal de la 4T y su famosa transformación?
"No existe un cambio real y efectivo en la vida de los mexicanos, la pobreza sigue avanzando con su “estela de muerte”. No existe una disminución real de la inseguridad; por el contrario, va en aumento y lo vivimos todos los días "...
También tuvo, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), la delicadeza de marcar distancia con todo lo que oliera a socialismo y a las leyes de desarrollo histórico de la sociedad y más bien dejó claro que la transformación no socavaría la esencia del sistema al que sirve y del que se sirve. El discurso contra la corrupción, la que erróneamente señala como la causa de la pobreza de la humanidad, fue otra de las ofertas en las que trabajó durante toda su campaña y su combate lo presume en sus conferencias matutinas. Los resultados negativos en este terreno son muy conocidos, sobre todo por la opacidad en el manejo de los recursos públicos (Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, 9 de agosto de 2023).
Si nos atenemos al significado de la palabra “transformación” podríamos decir que el presidente ha cumplido porque su forma de gobierno ha cambiado, pero sólo por “encimita”, en el discurso, porque, en lo profundo, la situación nacional no ha cambiado esencialmente. La estructura de la sociedad sigue funcionando como hace más de cien años, desde el triunfo de la Revolución Mexicana en 1917: los ricos lo siguen siendo y más aún, lo son más: “Carlos Slim y Germán Larrea, los dos hombres más ricos de México y de América Latina, han visto crecer su fortuna en 70 por ciento desde 2020” (La jornada, 23 de enero de 2024).
México ha experimentado un crecimiento en desigualdad extrema, mientras la economía se ha estancado. El crecimiento económico es magro, los salarios promedios no crecen, el aumento de los salarios mínimos se ve apocado ante el incremento de la inflación, la pobreza persiste pero la fortuna de unos cuantos sigue expandiéndose.
A diferencia de los otros datos del gobierno de la 4T, donde el pueblo “vive feliz”, la Oxfam capítulo México (organismo global formado por personas que trabajan para combatir la desigualdad, la pobreza y la injusticia), en su estudio intitulado “El monopolio de la desigualdad”, del 23 de enero de 2024, señala los contrastes de la información: “En México, donde 36 de cada 100 personas —unas 46.8 millones— se encuentran en situación de pobreza según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)”, muy distante al gráfico elaborado en la misma publicación con datos de Forbes (2023): “La fortuna de Slim es equivalente a la de la mitad más pobre de la población, que suma casi 64 millones de personas”, la diferencia entre organismos nacionales y medios internacionales, expertos en información financiera, son de 18 millones de pobres. La realidad está en la calles, en el campo, en México existen 64 millones de ciudadanos que viven en pobreza extrema.
La pobreza –como el mismo AMLO reconoce– tiene consecuencias y son las que estamos viviendo en nuestro país. La “transformación” de sólo por “encimita” ya provocó el crecimiento desmesurado de pobres y muy pobres y esos casi 64 millones tienen que comer, pero la “ayuda” presidencial no alcanza ni para un “mejoralito” para una enfermedad grave como el cáncer. Y para comer, la gente se tiene que emplear “en lo que sea”, incluyendo el crimen organizado, aunque la gente que entra en él sabe que este camino no tiene vuelta, pues una vez enganchados son “carne de cañón” y sólo regresan a su familia con los pies por delante.
La declaración que en su momento hizo la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, con rostro angelical y sonriente, acerca de que la violencia ha disminuido en un 20 por ciento (Debate, 16 de enero de 2024), es cierta sólo comparada con su pico más alto que se alcanzó en el 2019, con 44 mil 576 homicidios, pero que a noviembre de 2023 llegaron a los 166,278, (Expansión política, 28 de diciembre de 2023) muy superior a los 156,066 en todo el periodo del expresidente Enrique Peña Nieto. Lo cierto es que a un verdadero gobernante le preocuparía la muerte de uno sólo de sus ciudadanos. Pero como siempre, la trivialización y acomodo de la información vuelve a ser el sello de AMLO y su 4T. Así, como dijo el cantautor: “a dónde vamos a parar”
Hace mucho años existió un medio que dedicaba todas sus páginas a la nota roja, “Alarma” se llamaba. Hoy, la nota roja son todos los medios, no hay día ni medio que no contenga más que muertes y más muertes, solo compiten con la crueldad de la imagen. No hay mesura porque no la hay en la vida real. Y todo es consecuencia de la gestión que se resiste a aceptar la realidad y, por tanto, no la va a combatir en sus causas profundas. Y en la superficialidad, todo es maquillaje, como la transformación estética de una jovencita que se “embaturra” de menjurjes y rellenos para verse bonita.
Lenin, el gran pensador y político ruso, en una de sus obras cumbres escribió: “¡Lo que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a más de la mitad de su corrección!”. Al no admitir sus errores, AMLO marcó distancia con lo revolucionario y sólo ha quedado en su “transformación”. No le encaja la cita, pero su condición de gobernante lo obliga a reconocer que su modelo no está funcionando y debería corregir el rumbo. No lo hizo, no lo hará. Embelesado con su juguete que se consiguió en las elecciones de 2018, el que persiguió toda su vida, sólo acepta loas o, para decirlo en su lenguaje de chamán tropical, solo acepta humo e incienso y claro, su gobierno lo representa un palo, llamado bastón de mando, anacrónico, como su mismo pensar.
No existe un cambio real y efectivo en la vida de los mexicanos, la pobreza sigue avanzando con su “estela de muerte”. No existe una disminución real de la inseguridad; por el contrario, va en aumento y lo vivimos todos los días, los medios y las redes dan cuenta de ello en cantidades muy abundantes. Los mexicanos no debemos permitir que nos sigan llevando por esos caminos, debemos oponer fuerte resistencia y hacer que los 64 millones de connacionales en pobreza extrema dejen de ser “polvo social para entre todos convertirnos en dura roca”, para construir una patria más justa y más equitativa. Nada más, pero nada menos.
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