MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La batalla por la conciencia

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México vive una profunda contradicción: es un país con una enorme riqueza cultural, natural y humana, pero también con un nivel alarmante de desigualdad económica y atraso educativo. 

Para comprender esta contradicción, es necesario analizar el papel que juegan los mecanismos de control ideológico en la vida cotidiana de los mexicanos, especialmente de los jóvenes y de la clase trabajadora. En este contexto, la lucha por la conciencia se vuelve el terreno principal donde se define la posibilidad —o imposibilidad— de un cambio revolucionario.

No se trata de enseñar consignas ni repetir frases vacías, sino de formar ciudadanos capaces de analizar la realidad con una visión científica, crítica e histórica.

El capitalismo contemporáneo es mucho más que un sistema económico: es un sistema cultural que moldea los gustos, los sueños y las aspiraciones de la gente. A través de medios de comunicación masivos, redes sociales, plataformas digitales y contenidos vacíos, el sistema produce una población distraída, desinformada y, sobre todo, incapaz de identificar las causas reales de su propia explotación.

La alienación ya no ocurre únicamente en la fábrica o en el centro de trabajo; ahora ocurre en el tiempo libre, en el entretenimiento y en la vida emocional.

Este control cultural ha sido tan efectivo que millones de trabajadores terminan agradeciendo al patrón que los explota, justificando la desigualdad o aceptando como “naturales” las injusticias cotidianas.

México es uno de los países con mayor número de horas trabajadas al año en el mundo, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, y aun así los salarios siguen siendo de los más bajos. A pesar de esto, la narrativa dominante insiste en que “el pobre es pobre porque quiere”, ocultando la brutal concentración de la riqueza y el poder económico.

Pero lo más preocupante es la situación de la juventud. Las nuevas generaciones están expuestas a miles de estímulos diarios que moldean su visión del mundo: tutoriales superficiales, videos de comedia instantánea, contenido aspiracional que glorifica el consumo y, del otro lado, una educación escolar acrítica y memorística que evita tocar los temas centrales de la estructura económica del país. Así, se produce una juventud atrapada entre la frustración y el entretenimiento, sin herramientas para comprender el verdadero origen de los problemas sociales.

Frente a este panorama, la tarea de educar políticamente al pueblo se convierte en la piedra angular de cualquier proyecto revolucionario. No se trata de enseñar consignas ni repetir frases vacías, sino de formar ciudadanos capaces de analizar la realidad con una visión científica, crítica e histórica.

La educación política debe incluir economía, historia social, política comparada, marxismo y herramientas organizativas. Sin esta preparación, la clase trabajadora difícilmente podrá organizarse para tomar el poder.

La experiencia histórica demuestra que ninguna revolución triunfó sin un proceso previo de educación y organización. China, Cuba, Rusia, Vietnam: en todos los casos, la formación ideológica de las masas fue determinante. 

En México, esta labor educativa ha sido abandonada por los partidos políticos tradicionales, que prefieren mantener al pueblo dependiente, pasivo y desorganizado.

El actual gobierno, que se presenta como una transformación histórica, ha fracasado en elevar la conciencia política de los ciudadanos. La llamada “4T” ha trasladado la fe popular del líder carismático al aparato gubernamental, sin promover una verdadera independencia política de las masas.

La gente continúa siendo espectadora del cambio, no protagonista. Un movimiento revolucionario auténtico no puede basarse en seguidores, sino en ciudadanos conscientes, críticos y organizados.

Ante la ausencia de una dirección política verdaderamente transformadora, la responsabilidad histórica recae en las organizaciones que sí han demostrado capacidad de trabajar con el pueblo: aquellas que construyen escuelas, gestionan servicios, forman líderes y promueven la educación crítica.

Entre ellas, destaca el Movimiento Antorchista Nacional, que ha construido una base sólida en diversos estados del país mediante una estrategia de educación política, trabajo comunitario y lucha organizada.

La clave para un México nuevo no está únicamente en mejorar la economía o combatir la corrupción. Está en transformar la conciencia del pueblo, en despertar su capacidad crítica, en demostrarle que él mismo puede gobernar.

Sólo un pueblo educado podrá enfrentar el poder de los grandes capitalistas, que dominan no solo la economía, sino también la mente de los ciudadanos.

La batalla por la conciencia es, entonces, la verdadera revolución de nuestro tiempo. Quien conquiste la mente y el corazón del pueblo, conquistará también el futuro del país.

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